EL CRISTALAZO
La verdad igualteca; demagogia o industria
El primer acto de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador ha sido crear una comisión para esclarecer los hechos de Iguala (errónea y tendenciosamente llamados de Ayotzinapa, donde nada ocurrió aquella noche fatal), y conocer finalmente la verdad verdadera de todas las verdades históricas, histéricas; totales o relativas.
Nunca se habían sabido tantas verdades en torno de un hecho sobre el cual no se conoce la verdad definitiva, porque cuando esta se asoma, los interesados en conocerla la niegan.
Esquivo juego el de la verdad, la cual parece ser la obsesión de nuestro pasado, sin importar lo remoto de los tiempos. No en balde la historia de la conquista de la Nueva España necesitó el título y la explicación: Bernal Díaz del Castillo nos regaló una memoriosa crónica de la historia verdeara; con lo cual sugirió desde su retiro en La Antigua, cuando ya muchos de los mencionados en su bellísimo relato estaban muertos, falsedad en cualquiera otra de las versiones, incluyendo la de López de Gómara. O especialmente ésta, hecha más para defensa de Cortés y muy poco para conocer los hechos y sus detalles.
Desde entonces nos andamos peleando por la verdad.
No hemos hecho de ella los mexicanos (Y quizá ningún pueblo del mundo, es cierto), la materia prima de la historia sino la herramienta de los vencedores para mirar los espejos de la vida anterior. Del tiempo pasado.
Aquí en México, sobre todo, hemos tratado de indagarlo todo para sepultarlo todo. Así ha ocurrido con todos los episodios de nuestra vida. Las crónicas revolucionarias son un nido de patrañas. Y las llamadas “verdades oficiales”, son tan falsas como las correctivas versiones del anti oficialismo histórico. Cada quien miente de su lado, según masque la iguana o se fatigue el ganso.
Pero hoy vamos en pos de la verdad y para ello trataremos primero — o tratarán quienes candorosamente (en apariencia); trabajan con Alejandro Encinas en este órgano recientemente creado en el inicio de la Cuarta Transformación, desde el cual queremos transformarlo todo, hasta el color del cielo y el agua de los ríos—de resolver la enorme cantidad de hilos cruzados en las investigaciones ya realizadas y cuya exhaustividad no es desdeñable. En especial la de la CNDH y hasta la inicial de la PGR; cuyas lagunas y omisiones, no significan nada en la esencia de los hechos, por más y los abogados y los grupos patronos insistan en lo contario para mantener viva la llama de una investigación infinita.
Yo le pondría nombre a esta inconstitucional comisión (en los hechos sustituye al Ministerio Público en el monopolio de la persecución del delito). La llamaría comisión Sísifo.
Cuando sus resultados, si alguna vez llega a tener algunos satisfactorios para las partes (especialmente los padres de los muertos), lleven a la misma conclusión, con diferentes detalles y pequeñeces, se van a rehusar a recibirlos y entonces pedirán otra investigación en la cual intervengan ya no solo la ONU, la OEA, la Comisión Interamericana, la Corte Interamericana; los argentinos, los chilenos, los toreros, los peruanos, los chilenos, los agentes del MP, los visitadores de la CNDH; los altos y menores comisionados de la para todo tipo de violaciones, los expertos en los protocolos de Estambul o el Síndrome de Estocolmo (mientras los jueves liberan a los asesinos de aquella hornaza) y así en un larguísimo etcétera de “metemano”, cuya confusión de líneas, pistas y contradicciones ya hace absolutamente imposible llegar a nuevas conclusiones.
En todo caso esta comisión será complementaria de lo hecho por la otra comisión (la CNDH, rebatida por la CIDH) y así los veremos descalificar las investigaciones sobre las cuales investigue para negar la investigación anterior, pero eso sí, con mucho material para escribir en los periódicos, en los libros, en las crónicas falsificadas, en las versiones mal intencionadas.
La noche de Iguala ya rindió los frutos requeridos: ser uno de los arietes para derrumbar al gobierno de Enrique Peña Nieto.
Lo, demás, será matar a un muerto
¡ALELUYA!
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