COLUMNA INVITADA
Las empresas están ante la encrucijada de apoyar una causa que puede resultar económica y políticamente costosa y confrontarlas con el Presidente.
La propuesta de que las mujeres no realicen actividades el 9 de marzo (9M) con el propósito de llamar la atención sobre la violencia de género, ha recibido un respaldo creciente de gobiernos estatales, dependencias federales, universidades, organizaciones e instituciones públicas pero todavía no de la iniciativa privada.
La indecisión de las empresas, paradójicamente, se da en momentos en que aumenta la expectativa ciudadana de que participen más en la solución de problemas sociales. El más reciente estudio del barómetro de confianza de la empresa de relaciones públicas Edelman señala que el 92% de los empleados esperan que el presidente de su empresa alce la voz en temas como migración, desigualdad del ingreso o diversidad; el 74% de las personas desea que los presidentes de empresa encabecen el cambio, en lugar de esperar a que el gobierno lo imponga; y el 64% de los consumidores piensa que las marcas tienen el poder de impulsar transformaciones o resolver problemas sociales.
¿Porqué entonces ante el 9M, las empresas mexicanas se encuentran ante una encrucijada?
1.- Ausencia de interlocución con las mujeres: la iniciativa privada está en deuda con las causas de las mujeres y hoy paga el costo de la falta de promoción de mujeres a altos puestos en compañías y organismos empresariales. ¿Cómo podrían el presidente de una empresa o un dirigente empresarial ser sensibles a temas de mujeres si la gran mayoría de los ejecutivos que les reportan son hombres? Las empresas y organismos empresariales tienen muy poca credibilidad y carecen de interlocución con sus propias empleadas y ejecutivas y con organizaciones de mujeres que promueven el 9M.
2.- Impacto económico: para muchas fábricas, industrias y negocios será imposible sustituir el trabajo que realizan las mujeres y, adicionalmente, muchos comercios y negocios sufrirán pérdidas económicas por la falta de clientes mujeres que ese día no saldrán de compras.
3.- Dificultad para abrazar causas sociales: muchas empresas están conscientes de que tienen una responsabilidad con la comunidad. Las hay que cuidan el medio ambiente, promueven la sostenibilidad, equidad e inclusión, impulsan el trabajo voluntario o realizan donativos a organizaciones de la sociedad civil como parte de lo que asociamos con la responsabilidad social empresarial (RSE). Pero, al mismo tiempo, estas empresas se sienten incómodas involucrándose en temas con un componente político como migración, derechos laborales, violencia, seguridad o corrupción. Por eso, las empresas prefieren que sus cámaras o asociaciones aborden estos temas y las aíslen y protejan del costo político o social de un pronunciamiento individual.
4.- Falta de credibilidad: como las empresas no suelen asumir posturas sobre temas político-sociales, les preocupa que al hacerlo ante el 9M queden expuestas a la crítica por su ausencia en debates previos o puedan sentar un precedente que las obligue, a partir de ahora, a pronunciarse sobre una gran diversidad de temas que sacuden a México. En el primer caso, habrá grupos que pregunten a las empresas ¿dónde habías estado? o ¿porqué no te habías pronunciado antes frente a situaciones que ameritaban tu participación?, y, en el segundo caso, ¿podemos contar también con tu apoyo para proteger animales, mejorar la calidad del transporte o cuestionar la escasez de agua o medicinas?
5.- Confrontación con el gobierno: a pesar de que muchas dependencias del gobierno federal han expresado su apoyo al 9M y el propio presidente López Obrador ha declarado que respeta la decisión que tomen las mujeres, las empresas desean evitar contrariar a AMLO si respaldan abiertamente el movimiento. El presidente ha sido claro al expresar que detrás del movimiento 9M hay grupos conservadores, neoliberales, que desean minar su gobierno y la iniciativa privada no quiere proveerlo de más argumentos para ser nuevamente atacada como parte de la estructura neoliberal responsable del “saqueo del país”. Adicionalmente, las posibles acciones de fiscalización del SAT o el congelamiento de cuentas por parte de la Unidad de Inteligencia Financiera, alimentan el resquemor de las compañías.
Es probable que, a medida que nuevas instituciones y actores sociales vayan fijando su postura hacia el 9M, las empresas poco a poco se vayan sumando al movimiento. A fin y al cabo, no fijar una postura también tiene un costo. La sociedad mexicana espera de las empresas posicionamientos más claros sobre los problemas que acechan al país desde la violencia hasta la automatización, capacitación para el trabajo, seguridad o reforma al sistema de pensiones. Dialogar con la sociedad es algo que las empresas han desdeñado por décadas – ya sea porque les incomoda o porque no se sienten preparadas- pero es parte de la realidad del México actual. Dialogar e involucrarse en causas sociales es fundamental para evitar que grupos cada vez más activos y decididos a actuar afecten sus negocios y aparezcan como un nuevo y peligroso actor en su matriz de riesgos. En este sentido, el 9M marca un punto sin retorno para las empresas en su relación con la sociedad.
Director de Oca Reputación
@aocaranza