SERENDIPIA
La casa de Andrés Manuel
Ésta es la casa de Andrés Manuel, Monterrey esquina Chihuahua, colonia Roma, la casa de los atropellamientos de pies, una ánfora infinita en la recepción de quejas y solicitudes (un empleo, hospitales públicos desmantelados, justicia para un hombre cuadrapléjico) y escenario de los anuncios y planes de gobierno que al instante provocan una tormenta mediática.
En las semanas posteriores a la victoria del 1 de julio, a la casa han llegado pequeñas por-ciones de todo el país: maestros,petroleros, hombres y mujeres sin seguridad social o empleo, una mujer de 70 años que se hace llamar La Adelita de AMLO y otros ciudadanos cuyas peticiones o denuncias dan forma al torrente que provocó la tormenta de los 30 millones de votos.
El otro día, entre la mañana y la hora de la comida, llegó en su cama de enfermo, llevado en hombros, Roberto González, un hombre paralizado a causa de la golpiza que le dio un vecino, Rodrigo Galán; un centenar de habitantes de los pueblos que se oponen al aeropuerto, y una mujer del Estado de México que dejó una carta escrita a mano pidiéndole trabajo y contándole que “la corrupción esta a mil”.
Ayer otra señora de más edad detuvo en la puerta a Gonzalo, uno de los hijos de Andrés Manuel, y le entregó una carta pidiéndole empleo para su hija, una fármaco bióloga con un doctorado en Francia, una maestría en Alemania y varios proyectos en curso sobre carbono en la UNAM, que en un chasquido de dedos dejarán de existir porque hace unos días Conacyt comunicó a la doctora Mariana Lozano González (27 años), que no fluirán más los fondos que recibían.
“¿Por qué México rechaza a los científicos?”, le preguntó a Gonzalo la señora Mariana González, tomándolo del brazo. De pronto apareció otra señora con unos ojos de un verdor transparente. Le mostró una fotografía donde aparece haciendo guardia en el hospital en el infarto de Andrés Manuel, y le entregó unas fotos y un mensaje para su papá: “Dile que soy su Adelita y que estamos listas cuando nos llame, estamos dispuestas a todo por López Obrador, ni el Papa llama tanta gente, es más grande que Gandhi”, dijo la señora María Díaz López.
A veces las peticiones no se entregan con un saludo. Hay personas que en su urgencia se han arrojado al paso del Jetta de Andrés Manuel. La semana pasada hubo otro atropellamiento de un pie que terminó bajo el auto blanco, unos días después de que Andrés Manuel gritara por primera vez cuando un camarógrafo se lanzó sobre el parabrisas del auto para hacer un acercamiento.
En este desfile interminable de los grupos más vulnerables, ayer tocó el turno de los periodistas (con el nombramiento de Jesús Ramírez como director de Comunicación Social) y de debatir la depauperación de la tropa reporteril y la regulación de la publicidad oficial.