SERENDIPIA
El rostro de un gobierno
El proceso en el que un nuevo gobierno de la República adquiere un rostro y definiciones precisas requiere, entre otras cosas indispensables, recursos humanos –los cuadros partidistas y futuros funcionarios que lo integrarán–, planeación y definiciones.
Pese a su periplo de 12 años tras la Presidencia, Andrés Manuel López Obrador y Morena, el partido que lo llevó a ganar las elecciones, enfrentan un proceso complejo e intenso para sustituir por completo al gobierno priista del presidente Enrique Peña Nieto.
Es una tarea monumental en la que López Obrador, como varios de sus principales colaboradores, se han convertido de manera literal en “chiles de varios moles” para tapar hoyos, proponer soluciones y plantear las nuevas líneas de gobierno en asuntos como seguridad, economía y política social y política exterior.
López Obrador es claramente la cabeza conceptual del nuevo gobierno. De él han partido y partirán las definiciones esenciales de la administración que presidirá a partir del 1 de diciembre. Un primer problema evidente al que se ha enfrentado AMLO es la falta de cuadros.
López Obrador tiene colaboradores de muchos años, algunos lo acompañaron en el gobierno de la Ciudad de México y otros provienen de la lucha partidista –tanto del PRD como de Morena–, pero no es difícil suponer que a pesar de reunir un número importante de cuadros, son insuficientes tanto para aterrizar los planes en cada institución, como para echar a andar el gobierno.
Por eso en el equipo de transición ha ocurrido el fenó-meno que podríamos llamar de la multiplicación de los panes existentes. Aún cuando cada uno de los colaboradores del próximo Presidente de la República tienen perfiles y encomiendas específicas, la mayoría de ellos están metidos en dos y hasta tres o más áreas y responsa-bilidades, a petición de AMLO.
Marcelo Ebrard, por citar un ejemplo, no sólo está a cargo de la tarea extraordinaria de redefinir la política exterior mexicana y partes esenciales de ella como la planeación del presupuesto bajo principios distintos a los vigentes, sino también ha saltado de aquí a allá para intervenir en definiciones vitales como el tema de seguridad, donde lleva una mano importante tras su experiencia en el Gobierno del Distrito Federal.
Alejandro Encinas es otro ejemplo de ubicuidad en la planeación del próximo gobierno y no sólo está metido a fondo en los temas de Derechos Humanos con una agenda de temas pendientes o irresueltos –de Tlatelolco 68, pasando por las matanzas ocurridas en Tlatlaya y Ayotzinapa–, sino también en asuntos en los que tiene experiencia como desarrollo social y la definición de iniciativas de reforma a distintas leyes, inherentes a su larga experiencia de legislador.
Pero no se trata sólo ellos. Perfiles como Tatiana Clouthier, César Yáñez, Pablo Gómez y Horacio Duarte tienen una tarea transversal para participar y apoyar en los temas que se requiera.