SERENDIPIA
Lo que no entendió el Peñismo de la violencia
Hace unos días revisaba un discurso pronunciado por Luis Videgaray sobre la ruta de las reformas estructurales. Es importante porque recuerda la situación que privaba en las elecciones de 2012 y presenta una cronología de las discusiones y acuerdos que concluyeron con la aprobación de más de una decena de grandes reformas. En este discurso de octubre de 2017, cinco semanas antes del destape de José Antonio Meade (en una de las ceremonias en las que intercambiaron retratos), el canciller rememora los asuntos que se discutían antes de la elección. “Había críticas al bajo crecimiento económico, a la parálisis y a la falta de consensos”, subraya Videgaray. Luego explica la génesis de los acuerdos.
Primero se discutió un acuerdo de gobernabilidad, más tarde los temas en los que coincidían, y después una agenda muy ambiciosa. “Algo que acordamos fue sorprender siempre para arriba para hacerlo lo mejor posible”, dijo. Enseguida enumeró las reformas de más trascendencia, cinco años después: “La Reforma Educativa y la Energética son las más trascendentes. Esta última está transformando a México de manera contundente e incluso asombrosa. La reforma en telecomunicaciones ha dado los resultados más concretos en el bolsillo familiar. La reforma fiscal sigue siendo controversial, pero mejoró los ingresos fiscales como nunca en 30 años.
Había quien decía que la reforma iba a destruir empleos, pero este gobierno ha roto todos los récords con tres millones nuevos. ¿Cambiaría algo? Cometimos un error importante al hacer una reforma vertical”.
Para Videgaray, arquitecto de las reformas estructurales del peñismo, el país estaba sobrediagnosticado y hundido en la parálisis, “hasta que el presidente Peña, con talento político y patriotismo, logró un acuerdo histórico”.
El diablo está en los detalles y también en las ausencias. Si el país estaba sobrediagnosticado, uno se pregunta por qué una gran reforma en seguridad nunca formó parte de las más altas prioridades y preocupaciones de la administración peñista.
En el planteamiento original del Pacto por México aparece la propuesta de una reforma al sistema penitenciario para crear un nuevo sistema de servicios comunitarios para delitos menores y reducir el hacinamiento en las cárceles, así como un un Código Penal y un Código de Procedimientos Penales únicos.
De la misma manera en la que Calderón encontró en la guerra del narco una fuente de legitimidad, es posible que Peña y sobre todo Videgaray hayan puesto su apuesta principal en las reformas económicas, nombradas por el canciller como las más trascendentes del pacto.
Casi seis años después, el país vive la peor crisis de derechos humanos en la historia reciente.
Ayer los empresarios desviaron sus críticas de AMLO para dirigirlas al presidente Peña, al exigirle acciones inmediatas para combatir la violencia y el crimen, “que provoca un severo daño económico y un impacto sobre las inversiones”. Hoy, más que la economía e incluso la corrupción, la inseguridad es el gran tema de preocupación colectiva. Peña y Videgaray jamás lo entendieron.