SERENDIPIA
Más que balas perdidas
#Rompecabezas
En febrero, el presidente brasileño Michel Temer anunció una intervención militar en Río de Janeiro para mejorar la sensación de seguridad. Casi un mes después de la llegada de los militares, Marielle Franco, la quinta concejala más votada, fue ejecutada con cuatro balazos, junto con un chofer.
Un día antes de su muerte, narra la periodista Carol Pires desde Brasil, Franco publicó en sus redes sociales: ¿Cuántos más tendrán que morir para que esta guerra se acabe?”.
Marielle Franco era la única concejala negra de Río de Janeiro. Venía de una de las favelas más pobladas y violentas y saltó a la política después de que una amiga fue asesinada por una bala perdida. Hace tres años fue elegida y desde entonces –acentúa Pires– luchaba por gente como ella: mujeres, negros, homosexuales, los más pobres, las víctimas de la violencia.
“Denunciaba paramilitares y policías corruptos, y también ayudaba a familias de policías muertos. Recientemente, había denunciado al Batallón de Acari, el escuadrón de policía que más mata”, relata Pires. “A los 38 años, Franco era el símbolo de la renovación política que el país —cansado de la corrupción y las oligarquías— tanto pedía.
En México ahora mismo vivimos una de las peores crisis de derechos humanos semejante a la brasileña. En los últimos días aquí asesinaron a un periodista, a un reconocido activista que ganó el prestigiado Premio Ambiental Goldman combatiendo la tala de bosques, y a cuatro niñas, dos adolescentes y dos que apenas nacían a la vida; unas, acribilladas en una oscura acción de la policía en Veracruz, y las segundas en un fuego cruzado entre marinos y narcotraficantes, en Tamaulipas. El papá está grave y la familia no tiene dinero para enterrar a las niñas y a su mamá.
Los mexicanos también estamos hartos de la corrupción política, de las oligarquías y de la impunidad que nos ha llevado a una situación más lastimera que la de un limbo donde las almas de los santos y los patriarcas antiguos se encontraban esperando la redención.
“¿Cuántos más tendrán que morir para que esta guerra se acabe?”, escribió Marielle Franco antes de ser asesinada, una pregunta que debería taladrarnos la cabeza a los mexicanos.
La guerra que ha matado a más de 250 mil personas se pactó en la Casa Blanca el 9 de noviembre de 2006, cuando el presidente electo Felipe Calderón le dijo a George G. Bush que no podía hacerlo solo. “Te necesito a bordo”, le dijo.
La sociedad de ambos países en la guerra del narco, financiada también por Estados Unidos, ha provocado un diluvio de sangre.
¿Cuántos niños han muerto en el fuego cruzado? Nunca lo sabremos. La guerra que declaró Calderón fracasó y el próximo gobierno, sea cual sea, debe liquidarla por una razón probada: la militarización ha producido más sangre. Las últimas muertes de Tamaulipas expresan mucho más que simples balas perdidas.