DESDE LOS BALCONES
Quienes hoy opinan contra el acuerdo alcanzado entre México y EU, en materia migratoria y arancelaria, durante sexenios enteros cerraron la boca, frente al desmantelamiento de las principales fuerzas productiva del país: llámese petróleo, ferrocarriles, carreteras, energía eléctrica y deuda, etc.
Sorprende que hasta gentes cercanas al nuevo gobierno de la 4ª Transformación, se manifiesten quisquillosos con argumentos tan falaces y fútiles, como eso de que el Presidente Trump, no es garantía de negociación y que por tanto no se puede confiar en ningún arreglo posible entre México y EU. Términos más, términos menos.
Si así ocurrieran las cosas de la diplomacia mundial y de la política internacional, ¿qué sentido tiene que el Presidente Norteamericano se reúna con la dirigencia de Corea del Norte, después de lo que se cruzaron ambas partes en su ríspida relación?
Las fatalidades en política internacional a ningún nivel cuentan, tampoco en lo nacional. Veamos sino los encuentros entre los dirigentes de Israel y los Palestinos, ayer, ahora y en el futuro; lo propio rige ahora con la guerra comercial entre EU y China, o entre EU y el gobierno de Venezuela, con todo y los asegunes que se quieran considerar.
La vida internacional es de negociación y más negociación, sáquese o no ventaja de la misma. La negociación diplomática y política es la condición fundamental de vivir y convivir en un sistema de contradicciones que constantemente cambian de forma y de contenido. No hay de otra.
¿Qué sentido tiene que los expresidentes de México, por lo menos los dos de derecha y el más reciente de ultraderecha, opinen sobre las dificultades y los arreglos del nuevo gobierno de AMLO, en defensa de la maltrecha y subsidiaria economía nacional a donde la condujeron sus oportunismos políticos internacionales con el capital mundial?
Pero lo más preocupante resulta el exceso de liberalismo al opinar de algunos funcionarios públicos actuales que compartieron ese pasado desastroso y hoy le ponen peros a este Acuerdo migratorio y arancelario que, si bien no es ninguna panacea social y política a ninguno de nuestros problemas estructurales, ya enfilados en la capitalización internacional, representa un arreglo transitorio, una tregua, para no hundir al país en la recesión abrupta que entrañarían los cobros arancelarios propuestos por una de las partes.
Ya se sabe que sobran estúpidos que apuestan al fracaso total del gobierno de AMLO, del modo que sea; también se da por descontado, que los actores de esta negociación, especialmente el titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores, por su desempeño maduro y de gran confianza, representa ya desde ahora un objetico a quebrar por el oportunismo interno y externo de la enfermiza política nuestra en que nos hemos movido casi desde el post Cardenismo, de manera ininterrumpida.
Por otra parte, ¿quién puede asegurar las condiciones, de todo tipo, que prevalecerán para transcurridos 45 o 90 días? ¿Quién puede asegurar que el gobierno mexicano permanezca inmovilizado, como si nada pudiera cambiar y a aportar al concierto mundial inmediato en que se halla inmerso, como parte del largo proceso del subdesarrollo de la región centroamericana de la que es parte fundamental el capitalismo norteamericano y no México, que no posee inversiones, ni empresas que capitalicen y exporten valor de esa zona?
El asunto es complejo, pero mejor sería que los nuestros, en su mayoría, no metieran su cuchara dándoselas de expertos y entendidos en todo, cuando en el pasado mediato e inmediato, se limitaron a aplaudir y soñar con millonarias corrientes de dólares que nos iban a dar una felicidad social jamás encontrada. ¿Tan pronto se les olvidó que esta realidad no vino con el Presidente Trump, ni surgió repentinamente por ocurrencias de alguien, sino que ha sido la constante histórica desde 1848 a la fecha, por lo menos? Con altas y bajas, y en esto último contando con gananciosos mexicanos que siguen asesorando a esos intereses. ¿Verdad que así fue y hoy ya no tanto; porque no queda mucha tela de donde cortar como hace 6, 12 y 18 años?