EL CRISTALAZO
El episodio del espía descubierto
Si al episodio de Ricardo Anaya con una “cola” tan visible como el dragón de las fiestas chinas de triquitraque y jolgorio, le quitamos el componente humorístico, nos quedaremos nada más con la “chambonada” de un Centro de Investigación y Seguridad Nacional cuyo desempeño es chafa, chafísimo.
Tanto como para empujar al secretario de Gobernación, Alfonso Navarrete Prida a ofrecer explicaciones prolijas y detalladas de cómo se hicieron las cosas y cual fue la razón de hacerlas sin vulnerar los derechos de nadie, ni del pre candidato ni de ninguna otra persona.
El secretario de Gobernación invocó el decimonoveno artículo de la Ley de Seguridad Nacional, en cuyas líneas se dice lo siguiente, si alguien lo quiere leer completo, con el “pilón” del artículo 18.
“Artículo 18.- El Centro de Investigación y Seguridad Nacional, es un órgano administrativo desconcentrado de la Secretaría de Gobernación, con autonomía, técnica, operativa y de gasto, adscrito directamente al Titular de dicha Secretaría.
Artículo 19.- Son atribuciones del Centro:
I. Operar tareas de inteligencia como parte del sistema de seguridad nacional que contribuyan a preservar la integridad, estabilidad y permanencia del Estado Mexicano, a dar sustento a la gobernabilidad y a fortalecer el Estado de Derecho;
II. Procesar la información que generen sus operaciones, determinar su tendencia, valor, significado e interpretación especifica y formular las conclusiones que se deriven de las evaluaciones correspondientes, con el propósito de salvaguardar la seguridad del país;
III. Preparar estudios de carácter político, económico, social y demás que se relacionen con sus atribuciones, así́ como aquellos que sean necesarios para alertar sobre los riesgos y amenazas a la Seguridad Nacional;
Elaborar los lineamientos generales del plan estratégico y la Agenda Nacional de Riesgos;
IV. Proponer medidas de prevención, disuasión, contención y desactivación de riesgos y amenazas que pretendan vulnerar el territorio, la soberanía, las instituciones nacionales, la gobernabilidad democrática o el Estado de Derecho;
V. Establecer cooperación interinstitucional con las diversas dependencias de la Administración Pública Federal, autoridades federales, de las entidades federativas y municipales o delegacionales, en estricto apego a sus respectivos ámbitos de competencia con la finalidad de coadyuvar en la preservación de la integridad, estabilidad y permanencia del Estado Mexicano;
VI. Proponer al Consejo el establecimiento de sistemas de cooperación internacional, con el objeto de identificar posibles riesgos y amenazas a la soberanía y seguridad nacionales;
VII. Adquirir, administrar y desarrollar tecnología especializada para la investigación y difusión confiable de las comunicaciones del Gobierno Federal en materia de Seguridad Nacional, así́ como para la protección de esas comunicaciones y de la información que posea;
VIII. Operar la tecnología de comunicaciones especializadas, en cumplimiento de las atribuciones que tiene encomendadas o en apoyo de las instancias de gobierno que le solicite el Consejo;
IX. Prestar auxilio técnico a cualquiera de las instancias de gobierno representadas en el Consejo, conforme a los acuerdos que se adopten en su seno, y
X. Las demás que le confieran otras disposiciones jurídicas aplicables o le señale, en el ámbito de su competencia, el Consejo o el Secretario Ejecutivo”.
Como es obvio para nada se habla en esos artículos de la protección o seguimiento de los políticos en campaña o fuera de ella, excepto si esa tarea, tan mal desempeñada por el James Bond de Veracruz, cupiera en el preventivo inciso IV de lo ya referido.
Pero cómo sea el CISEN se ha vuelto materia de chunga y señalamiento y lo más grave para una institución de seguridad e inteligencia, es mostrar cuán insegura y poco inteligente es ella misma.
En este proceso electoral le ha ido como en feria: un candidato los pilla en pleno seguimiento y el otro, Andrés Manuel, los amenaza con la extinción.
VASCO
Esta columna no se desvela con la pasión por el fútbol. Es más, por ningún deporte. La devoción o es cosa suya, lo cual no obsta para apreciar la calidad de los buenos momentos deportivos. Hace muchos años vi a jugar a Pelé, a Tostao y los demás en la cancha de Guadalajara durante el mundial de 1970 y aquello fue como una epifanía.
Pero la historia de la Selección Nacional y su eterna plaga de roedores verdes, resulta hartante y la mitología de los “Directores Técnicos”, con poca técnica casi tofos ellos, es aburrimiento puro.
Pero de todos esos farsantes el peor ha sido Javier Aguirre a quien le dicen “El vasco” y quien ahora anda en líos con la justicia por estafador y truquero, en el arreglo de partidos en la liga española.
Desde los tiempos de Humberyto Mariles y la desmedida devoción nacional por `pelk y su caballo tuerto, he aprendido a desconfiazar de la mente san a en el cuerpo sano. Quien no es traficante es borracho perdido, como nuestros grandes “bofes”; o tahúr de apuestas chuecas en los partidos arreglados o comerciante de cocaína como Esteban Loaiza. Al menos de eso lo acusan en Estados Unidos.
Y ya no hablo de las acusaciones contra Rafael Márquez o algunos otros ejemplos de cómo las habas también se cuecen en estadios, piscinas o campos deportivos.