INGENIERÍA HUMANA
LA RESILENCIA DEL MEXICANO
Como mexicano ante la adversidad, al igual que muchos de mis lectores y amigos, siempre buscamos la solución a los problemas generados por nosotros mismos, así como aquellos provocados por verdaderos sociópatas y gandayas, hipócritamente mal llamados como delincuentes de cuello blanco, cuando en realidad son la verdadera escoria que va más allá del excremento de cualquier sociedad. Todos los que, como dice el dicho “no nos quebramos”, cada vez que nos caemos, o nos tiran, nos ponemos de pie con la cabeza en alto, asumimos una conducta propia de los triunfadores, llamada resiliencia. Tal es caso de las personas que han luchado por mantener este espacio cultural llamado Plaza de Armas, el periódico de Querétaro. Gracias.
Resiliencia.- La resiliencia tiene que ver con el temperamento desarrollado por los seres humanos como potencial de su actuación social. Cuando éste está construido sobre la vinculación segura a un hogar paterno apacible, el niño se torna capaz de movilizarse en busca de su protección personal.
El concepto de resiliencia es tomado de la Física en la que la define como “elasticidad” semejante a la mostrada por los cuerpos que vuelven a su estado inicial después de estar sometidos a presión.
Temperamento humano.- la investigadora Myriam Anzola en su trabajo “La Resiliencia como Factor de Protección” cita a B. Cyrulnik, quien en su libro “Los Patitos Feos: La Resiliencia: Una infancia infeliz no determina la vida”, hace la siguiente anotación:
“El día en que los discursos culturales dejen de seguir considerando a las víctimas como cómplices del agresor o como reos del destino, el sentimiento de haber sido magullado será más leve. Cuando los profesionales se vuelvan menos incrédulos, menos guasones, o menos proclives a la moralización, los heridos emprenderán sus procesos de reparación con una rapidez mucho mayor a la que se observa en la actualidad”.
Rabia o placer por vivir.- Anzola señala que está claro que si el temperamento ha sido desorganizado por un hogar con padres infelices e insatisfechos, si encima de ello la cultura los arremete más aún, y la sociedad abandona a los que considera no tienen un destino acorde a sus fines, los que han recibido un trauma tendrán un porvenir sin ninguna esperanza. El temperamento que exhibe la resiliencia aduce de acuerdo a Cyrulnik, a un “afecto de vitalidad una disposición elemental ante las cosas del mundo, ante la rabia o el placer de vivir”.
Sumisión.- En apariencia hay quienes superan el trauma y se adaptan a su entorno bajo un marco de sumisión, de renuncia a sí mismos, de seducción del agresor, pero estas no son consideradas respuestas resilientes. La búsqueda del desarrollo de la resiliencia sólo debe ir en provecho del desarrollo personal de quien la requiere, no en la de la satisfacción de los esquemas deseables de comportamiento de un grupo particular.
Puesta en marcha.- La puesta en marcha de un proceso de resiliencia debe ser continuo.
La acogida tras la agresión es el primer paso, luego debería existir una cooperación institucional y familiar de resonancia afectiva. Requiere de un proceso que a fuerza de acciones y palabras genuinas de acogida, apoyo y acompañamiento inscriben el desarrollo de un sujeto en un medio y una cultura. Por tanto, como señala Cyrulnik, “no es el niño el resiliente sino su evolución y proceso de su propia historia”.
La resiliencia como factor de desarrollo cognitivo.- Anzola en su artículo “La Resiliencia como Factor de Protección”, por cierto publicado en la Revista EDUCERE en el año 2003, menciona que si bien es cierto que hay valores positivos intrínsecos a la vida en la pobreza económica, también es cierto que ella ofrece serias limitaciones culturales y de información que hacen muy difícil el acceso al mundo del conocimiento general y a la racionalidad científica en particular. Los resultados con respecto a las investigaciones sobre la resiliencia nos han demostrado que la muestra estudiada expresa una gran necesidad de recibir afecto manifiesta en 9 de los 10 casos (90 %). Por otra parte un 70 % de la muestra, aspira con vehemencia una mejora económica. En menor medida, tiene necesidad de reivindicación moral ya que los sujetos se sienten responsables de los fracasos experimentados, esta culpa induce desde su juicio, a una compensación a la familia ofreciéndole logros tangibles.
La familia monoparental, una realidad.- Dentro de las investigaciones sobre la resiliencia en los menores de edad, demuestra que aquellos que lograron desarrollar la resiliencia, no necesariamente requerían de la presencia del padre, pero definitivamente sí de la presencia de alguien que les proporcionó insumos para forjar una personalidad esperanzada en recibir nuevas oportunidades de desarrollo. En este sentido es necesario erradicar el paradigma de la familia biparental estable como requisito de desarrollo integral de la personalidad de los hijos, ya que la realidad nos dice que hay modelos familiares diversos; de familias monoparentales, reconstituidas, adoptivas, etc., que pueden ofrecer escenarios de bienestar.
El reto.- Anzola señala enfáticamente que el reto es que no sólo sean de bienestar sino de desarrollo, ya que la crianza de los hijos es definitivamente una tarea educativa. Como expresamos al comienzo del trabajo, es común que los padres tengan teorías implícitas y preconcepciones sobre sus hijos, en este sentido creemos que la familia debería ser un centro de gestión de los proyectos de vida personales y compartidos de sus miembros, y no un espacio de gestación de la satisfacción de aspiraciones ajenas a las propias de los hijos.
Ser resilientes.- La resiliencia implica algo más que la mera posibilidad de sobrevivir a un suplicio horrible, atravesarlo o eludirlo. No todos los que sobreviven a estas situaciones son resilientes; algunos quedan atrapados en la condición de víctimas, relamiéndose las heridas e impedidos de crecer por la ira y la culpa. Las fortalezas de cada uno nos permiten superarnos, hacernos cargo de nuestras vidas, amar y desarrollar una experiencia plena. La resiliencia se ve fortalecida cuando nos abrimos a nuevas experiencias y actuamos de forma independiente con los demás. Para ser resiliente, no basta con sobrevivir de manera autónoma, es preciso convertirse en un ser humano moral, incluso oblativo que consigue hacer el bien a su alrededor, para los americanos suponer ser “socialmente correcto”.
Resiliencia para Premio Nobel.- Siendo una adolescente de 16 años, la paquistaní Malala Yousafzai tuvo el carácter y la valentía de enfrentarse no sólo a sus mayores, sino a toda una tradición y una cultura totalmente arraigadas en su propio pueblo, para defender su derecho y el de todas las niñas a estudiar. En Malala tenemos un excelente ejemplo de constancia, valentía y claridad de objetivos, que la llevó al éxito, aunque para ello se vio sometida a una realidad avasallante. Sin embargo, Malala, siendo apenas una adolescente, supo y pudo enfrentarla exitosamente. Sin lugar a dudas, su aún corta vida es un ejemplo explícito de resiliencia que le valió ganar el Premio Nobel de la Paz en 2014.
Albert Einstein es otro ejemplo de una persona resiliente. El gran científico alemán es uno de los más sorprendentes ejemplos de resiliencia. Algunas reseñas históricas de su biografía reflejan que Albert Einstein no aprendió a hablar hasta que tenía casi 4 años y a la edad de 15 años algunos de sus profesores decían que “no llegaría a nada en la vida”. Se ha escrito que hasta algunos de sus maestros llegaron a pensar que podría haber algo de “retraso” en su desarrollo mental.
Amor y resiliencia.- Einstein en una hermosa carta que le legó a su hija Lieserl Einstein, le escribió:
“Hay una fuerza extremadamente poderosa para la que hasta ahora la ciencia no ha encontrado una explicación formal. Es una fuerza que incluye y gobierna a todas las otras, y que incluso está detrás de cualquier fenómeno que opera en el universo e incluso aún no haya sido identificado por nosotros. Esta fuerza universal es el AMOR.
Cuando los científicos buscaban una teoría unificada del universo olvidaron la más invisible y poderosa de las fuerzas. El Amor es Luz, dado que ilumina a quien lo da y lo recibe. El Amor es gravedad, porque hace que unas personas se sientan atraídas por otras. El Amor es potencia, porque multiplica lo mejor que tenemos, y permite que la humanidad no se extinga en su ciego egoísmo. El amor revela y desvela. Por amor se vive y se muere. El Amor es Dios, y Dios es Amor.” Albert Einstein obtuvo el Premio Nobel en Física en el año 1921.