EL JICOTE
No sé exactamente como llamarle: cretino, obtuso, rancio, romo, fascista, autoritario; simplemente dogmático e intolerante. Por ahí va el calificativo, o todos juntos. Si existe la reencarnación lo más probable es que en el pasado esta persona haya trabajado en la Santa Inquisición, en la Alemania Nazi de Hitler o con los fascistas de Mussolini. Se trata, no hay que olvidar su nombre, de: Max Aguilar y es Director General de Bibliotecas de la Cuarta Transformación. La historia, que parece sacada de la Edad Media, es la siguiente. La Secretaría de Educación publica una colección: “México lee”. Es un proyecto editorial muy importante pues sus obras se distribuyen en todas las bibliotecas públicas del país. La colección incluía libros de Enrique Krauze y Héctor Aguilar Camín, mismos que ya serán suprimidos. Max Aguilar defendió su decisión: “Hemos leído de esos dos autores y tenemos nuestra opinión sobre ellos; pero eso no es lo importante; lo importante son las insinuaciones sobre la inconveniencia de su carga ideológica”. Y ¡Zas! Que lo elimina. Si hay algo en lo que se deben distinguir las bibliotecas públicas es en la necesaria “conveniencia” de su pluralidad y universalidad. Hacer una censura por la ideología es algo más que un error es un crimen contra la esencia misma de estas instituciones. Algunos de los críticos de López Obrador lo acusan de ser un “Mesías tropical”, concretamente Krauze. Max Aguilar les concede la razón al erigir a la Cuarta Transformación en una religión y en la que es necesario preservar el dogma. Recordemos los antecedentes de esta barbarie. Desde que Gutenberg inventó la tecnología para imprimir y se pudieran realizar un número considerable de reproducciones, todos los grupos de poder se aplicaron a controlar semejante instrumento de información y propaganda. La Iglesia Católica fue pionera en esta tarea y se expedían licencias para imprimir, los llamados “imprimatur”, que significaba: “que se imprima”. De la misma forma, se hizo toda una lista de libros que los católicos no deberían de leer, so pena de excomunión. Bajo una gran esvástica ¿Prepara Max Aguilar una fogata como en la Alemania Nazi donde quemará los libros de Krauze y Aguilar Camín? Vigilado por un retrato de Stalin en su oficina ¿Está Aguilar preparando una lista libros de los heréticos que no distribuirá en sus bibliotecas por no coincidir con su mesías? Pensar en una biblioteca monotemática ideológicamente, es tan absurdo como concebir un arco iris de un solo color. López Obrador requiere de simpatizantes críticos no de fanáticos, menos aún insertos como altos funcionarios en su administración. ¿Cuál es la matriz de la censura? El fanatismo y un fanático no quiere pensar, no le interesa pensar; le da miedo dudar; le aterra que otros piensen y lo puedan convencer de algo contrario a sus dogmas. Un fanático es un idiota y un cobarde.