EL JICOTE
Los informes se han convertido en ceremonias inútiles, absurdas, falsas y onerosas. No se trata de eliminarlas sino que cumplan con su propósito de informar sobre el estado de la administración, es decir, explicar cuáles son las grandes directrices políticas de cómo se ha gobernado, especialmente en cómo se ha dispuesto de la hacienda pública. De lo que se trata es de saber, por ejemplo, cuáles han sido los diagnósticos de los problemas y necesidades sociales; las alternativas de solución; las actividades, los responsables; el calendario; el papel de la participación social; los indicadores para evaluar los resultados. En fin, todo lo que nos permita exigir rendición de cuentas al gobierno. Nada de eso, los textos son redactados teniendo como gran ideólogo al marqués de Croix, que desde 1767 sostenía: “Los súbditos nacieron para callar y obedecer, y no para discutir y opinar en los altos asuntos del gobierno”. No es de extrañar que el informe del Gobernador tenga menos comentarios en los medios que un partido de los Gallos Blancos. Hace algunos años una asociación de periodistas me dio un premio, el Director de Comunicación del gobierno había manifestado que el gobernador José Calzada tenía el 98 por ciento de opiniones positivas en los medios. Cuando me tocó recibir el premio y tomar el micrófono, palabras más palabras menos, dije, que si se hiciera una encuesta sobre las religiones en Querétaro, más del dos por ciento se declararía ateo, libre pensador, no creyente. En otras palabras, el gobernador Calzada tenía más simpatías que Dios. Y sobre ese absurdo, resultado de la censura, autocensura, extorsión, publicidad, chayotismo, se tenía el cinismo de festejarlo. Por cierto, ya no me han dado ni un diploma ¡Qué gachos! No toda la responsabilidad de esta indiferencia y pasividad ante los informes recae en el poder público, nosotros, como sociedad, también tenemos una considerable culpa. No hemos logrado la formación de una masa crítica social, integrada por los partidos de oposición, la academia, los medios de comunicación, las organizaciones de la sociedad civil, los órganos empresariales. Todos sumando esfuerzos para estudiar el informe y cuestionar lo que ahí se dice. Varias son las tareas que incluyen la evaluación: recuperar la memoria; recordar las promesas; cotejarlas con la realidad. Revisar la puntualidad y precisión de su lenguaje. Escribía Octavio Paz: “No sabemos donde empieza el mal, si en las palabras o en las cosas, pero cuando las palabras se corrompen y los significados se vuelven inciertos el sentido de nuestros actos y de nuestras obras también es inseguro. Las cosas se apoyan en sus nombres y viceversa”. Un reciente ejemplo, el Señor Gobernador Francisco Domínguez, no tiene otros datos sino otro diccionario, donde la palabra “gratuidad” significa el cobro de dos pesos. ¡Sopas! Es necesario impulsar la capacidad de indignación de la opinión pública, estimular el escándalo contra las mentiras, medias verdades, omisiones, actos sospechosos. Donde el Gobernador ha tenido un éxito espectacular es en lo que decía Paul Valéry: “La política es el arte de impedir que la gente se meta en lo que sí le importa”. Lo menos que podemos hacer es no darle gusto, aunque, lo sentimos eso lo distraiga de sus ambiciones partidistas.