EL JICOTE
Todo pasa y la pandemia también pasará, pero la pregunta: ¿Después seremos los mismos o cambiaremos? Si cambiamos ¿Será para mejorar o para acentuar nuestros retrasos y defectos? Antes de reflexionar sobre el posible cambio de rutinas y valores culturales, reconozcamos a ese viejo barbón que se niega a pasar de moda, Carlos Marx, que sostiene que será la infraestructura, las condiciones económicas y materiales las que predominarán en el cambio de las conciencias. El panorama no es halagüeño, después de la pandemia el sector de la población que no tiene dinero ni para una canasta básica, pasará de 21 millones en 2018 a 31.7 millones al concluir el año. El desempleo prácticamente atropellará al país, el Seguro Social reportó nada más en el último trimestre la pérdida de 680 mil empleos. El producto interno bruto bajará de una manera preocupante, la única esperanza es que no sea más de un dígito. ¿Cuáles serán los efectos de este desplome de la economía del país? El golpe desbordará los lugares y sectores conocidos, como son las zonas rurales y a los campesinos, alcanzará a las zonas urbanas y a las clases medias, que tienen más educación y no se distinguen propiamente por aceptar resignados la fatalidad de la pérdida de sus estatus. Habrá más efervescencia política, más convulsiones sociales y, por supuesto, más violencia e inseguridad.
La Cuatro T avizora este tétrico panorama y se prepara para enfrentarlo en el discurso. El Presidente se pronuncia por no medir el progreso por el crecimiento económico, su famosa promesa de campaña de subirlo al 4% ya la tiró en su basurero, por cierto bastante choncho, de sus compromisos de campaña. Propone nuevas formas para medir el avance como el desarrollo espiritual. Dedica sus homilías mañaneras a convencernos de lo feliz que se es pobre como el Chavo del Ocho. Aburre la polémica, no hay nadie con dos dedos de frente y medio dedo de buena fe, que no sostenga que el crecimiento económico y el desarrollo humano, nivel y género de vida, son complementarios.
Por cierto, los que impulsan la idea de nuevos indicadores de gestión más humanos, sostienen la necesidad de defender el medio ambiente. El desprecio de López Obrador a la creación de fuentes de energía renovable, como el viento; la refinería Dos Bocas y el Tren Maya, no es política ni proyectos presidenciales que se puedan presumir como defensa del desarrollo sustentable.
Su otra respuesta ante el jinete del México bronco es militarizar al país. Nuestras fuerzas armadas, que en algún momento el Presidente les deslizó la sospecha de maquinar un golpe de Estado, ahora les da un papel protagónico; son fuerzas mil usos y el territorio nacional es el espacio de su poder. Ya me platicarán, dudo verlo, quién podrá en el futuro ser el valiente que saque a los militares de las calles y los regrese a los cuarteles.
Vivimos un annus horribilis, anhelamos el regreso a la normalidad. Ante estas cifras de pobreza y desempleo, y las respuestas de la 4T me invade el pesimismo. Sólo espero que en el futuro, al menos, estemos igual como cuando en el pasado estábamos peor.