ENERGÍA Y MEDIO AMBIENTE
La ética de los desarrolladores inmobiliarios
En una metrópoli como la de Querétaro, resulta ilustrativo señalar que el desarrollo urbano va de la mano con las empresas operadoras, sin embargo, muchas dejan que decir por su comportamiento ético con relación a sus clientes y de cara a la sociedad local.
Esto es así, por que en los últimos años hemos visto el arribo de nuevas empresas inmobiliarias ante la creciente urbanización producto de la movilidad de migrantes que llegan a ésta metrópoli y adquieren casas o terrenos.
Bajo éste escenario, hemos presenciado situaciones como las que enseguida describimos:
-Venta de casas en fraccionamientos que no tienen disponibilidad de agua potable en el mediano plazo. Responsabilidad de la que no absorben dichas empresas.
– Venta de casas en fraccionamientos que representan riesgo por deslaves o fracturas, así como, de inundaciones
– Venta de casas en fraccionamientos que se ubican en pendientes igual o mayores a 20%, lo que es ilegal.
– Ventas de casas en fraccionamientos que no contaron con las autorizaciones ambientales correspondientes
– Ventas de casas y lotes en parques industriales que no cumplen con disposiciones ambientales y que provocarán impactos negativos como la invasión en cauces federales
– Ventas de casas, departamentos o condominios que no previeron el impacto vial
A todo ello, hay que decir que falto la ética por parte de los desarrolladores para vender inmuebles con vicios o ilegalidades.
Pero resulta que la transgresión ética se torna más grave en la medida que dichos proyectos residenciales e industriales, en la lógica de la especulación inmobiliaria y de obtención de la máxima ganancia, están dispuestos a trastocar la ley y, sobre todo, la calidad ambiental sin asumir ningún costo, es decir, que todo ello lo trasladan al comprador y los habitantes locales.
En la administración casi saliente del municipio de Querétaro, se ha visto de todo, cambios de uso del suelo y autorizaciones de construcción en zonas de preservación agrícola o ecológica, en sitios de alto riesgo donde existían bordos de regulación para el control de avenidas de aguas en tormentas; sitios en los que existía un alto valor biológico de especies o la perdida de vegetación como los garambullos de los cuales dependían familias; paisajes contaminados; menos captura de CO2; mayores escurrimientos por la urbanización que repercuten en inundaciones en las partes bajas; mayor contaminación atmosférica, que impiden tener como antes, vistas del cielo azul; expulsión de fauna nativa como el tlacuache que ahora deambula por los fraccionamientos.
La calidad de vida y en consecuencia ambiental, que estamos perdiendo a manos de los desarrolladores, no es una cuestión trivial, por el contrario, es algo fundamental y valioso, no obstante, las empresas desarrolladoras no muestran empacho en tirar todo en aras de la ganancia, sin importar engañar a los compradores y degradar la calidad de vida de los ciudadanos locales. Simplemente no tienen asomo alguno de una pizca de ética.
Recientemente, se ha discutido el caso del fraccionamiento Altozano, a un costado de la última joya ambiental de la metrópoli, es decir Peña Colorada. Ahí justo en esa zona la empresa desarrolladora ahora pretende ampliarse. Y nos preguntamos lo siguiente: ¿es más valioso depredar zonas ecológicas vitales para vender casas a ingenuos compradores que ignoran esto y muchas cosas más? ¿cómo es posible que existan empresas que estén dispuestas a sacrificar a la presente y futuras generaciones de una calidad ambiental y de vida? ¿cuál es su responsabilidad social de estas empresas?
Pero mi querido lector, déjenme decirles que la ciudad es de todos, no de unas cuantas empresas, y también, hay que informales que, si vienen a invertir, son bienvenidos, pero no para menoscabar la calidad de vida, no para depredar, ni abusar, ni transgredir la ley, ni realizar actos fraudulentos, ni a enriquecerse a costa de nuestro patrimonio ambiental. Y deben saber que encontraran una resistencia de los ciudadanos, que hemos invertido para tener una buena calidad de vida, para conservar las zonas ecológicas, para vivir sin riesgos, para hacer de la ciudad un sitio vivible.
Seguramente si hubiera una calificadora que integrará todos estos aspectos y variables, Altozano y otras más quedarían reprobados. Me parece que sería del todo recomendable obligar legalmente a los agentes inmobiliarios, bajo la premisa del derecho a la información, que tuvieran en sus portales electrónicos, medios escritos y notificación formal, para sus compradores, la información técnica y ética sobre todos estos aspectos que hemos señalado.
LA CIUDAD ES DE TODOS