INGENIERÍA HUMANA
Adolescente de riesgo
Como máster en Pedagogía, C. Doctor en Educación, y en mi desempeño en el coaching sistémico familiar y académico, simple y sencillamente me tropiezo con papás en condiciones que lamentablemente rayan en la falta de cordura y de la más elemental lógica, por no decir sentido común. Ya que como padres sobreprotectores, desgraciadamente están criando a un adolescente de riesgo hacia dentro y fuera del núcleo social familiar.
Adolescencia
La Organización Mundial de la Salud define adolescencia como el periodo de vida comprendido entre los 10 y 19 años; durante esta etapa, el adolescente se transforma en un individuo maduro en sus dimensiones física, sexual, psicológica y social, y establece su propia identidad. La adolescencia puede ser un momento de grandes oportunidades para jóvenes, sin embargo, exige el compromiso de la familia para superar los peligros y vulnerabilidades propios de esta etapa y estimular el saludable crecimiento y desarrollo, con el fin de que el adolescente logre con éxito las tareas propias de esta etapa.
Vulnerabilidad
J. Petrie, F. Bunn y G. Byrne escribieron el artículo “Parenting programmes for preventing tobacco, alcohol or drugs misuse in children: a systematic review”, en el que señalan que la adolescencia es, después de la niñez, la segunda etapa más vulnerable del ciclo vital, donde se adquieren la mayoría de los hábitos que pueden tener consecuencias para la salud a largo plazo, originando conductas de riesgo, como el tabaquismo, sedentarismo, malnutrición, consumo de drogas adictivas o actividad sexual sin protección, las cuales tienen repercusiones biológicas y psicosociales negativas, como el embarazo, obesidad, complicaciones metabólicas, drogadicción, deserción escolar, pobreza e incluso causar invalidez o muerte, como los accidentes, suicidios y homicidios. Las conductas de riesgo pueden ser potencialmente prevenibles en la adolescencia temprana, sin embargo, se observa a nivel mundial una franca tendencia al aumento, siendo un motivo de preocupación para las autoridades de salud. La adolescencia es una etapa de gran importancia en términos de consolidar formas de vida que permitan mantener la salud y retrasar el daño.
Papel de la familia en la conducta de riesgo adolescente
C. Breinbauer y M. Maddaleno, en su modelo titulado “Jóvenes: opciones y cambios” y su aplicación en el diseño de intervenciones eficaces para los adolescentes, señalan que las condiciones y circunstancias que influyen en las conductas de los adolescentes y que afectan la salud física y mental constan de una serie de factores determinantes que pueden identificarse en cuatro niveles ecológicos: individual (personalidad, carácter), interpersonal (los modelos, familia), comunitario y de políticas públicas. La salud y bienestar del adolescente se ven influidas en gran medida por las oportunidades y calidad de experiencias que tiene en el ambiente familiar donde se desarrolla, jugando esta un rol esencial.
Socialización familiar
G. Schmit, en su artículo “Family dynamics around the adolescent”, cita que la familia juega un rol primordial en la prevención de conductas de riesgo, siendo el primer agente protector y facilitador del desarrollo sano en el adolescente, en cuyo interior se educa y su grado de funcionalidad permitirá que se convierta en una persona autónoma, capaz de enfrentarse e integrarse a la vida. En la familia, los padres y adultos significativos son fundamentales por la influencia que ejercen en el desarrollo de hábitos de vida, formas de expresar afectos, relacionarse con los demás, de resolver conflictos y de desarrollar conductas de autocuidado. Los estilos de crianza parental pueden tener un efecto positivo o negativo en la incidencia de conductas de riesgo adolescente, comprobándose que a mayor apoyo parental y control conductual hay menor consumo de drogas, autoagresión, violencia y depresión, entre otras.
Modelando a los hijos
La familia cumple varias funciones importantes en el desarrollo de sus miembros, modela sentimientos, ofrece patrones de conductas, pautas y normas de convivencia, un adecuado vínculo y funcionamiento familiar con disponibilidad de tiempo de los padres hacia los hijos, comunicación, rituales familiares, cohesión, adaptabilidad y actividades en conjunto se han descrito como factores que disminuyen significativamente las conductas de riesgo o predisponentes en el adolescente.
Génesis de la conducta de riesgo
Al respecto, son varios los investigadores que coinciden en que el proceso de socialización familiar se reconoce como uno de los factores determinantes en la génesis y mantenimiento de las conductas de riesgo, al constituirse en la base del desarrollo de las características individuales del adolescente, como su personalidad, autoconcepto, valores y habilidades de comunicación, entre otros. La falta de internalización de normas y resolución dialogada de conflictos en las relaciones interpersonales familiares dificulta la adaptación efectiva y aumenta la probabilidad de conductas autodestructivas y de riesgo en el adolescente.
Los cinco pilares básicos
R. Simpson, en su artículo titulado “Ser padres de adolescentes: Una síntesis de la investigación y una base para la acción”, recopila una serie de investigaciones que coinciden en demostrar que los padres son una fuerte influencia en el crecimiento saludable del adolescente, y menciona cinco pilares básicos del rol para ser padres de adolescentes: a) ofrecer amor y conexión; b) controlar la conducta y el bienestar del adolescente; c) aconsejar, incluyendo negociación y fijación de límites; d) ofrecer información y consulta para entender, interpretar y transitar por el mundo a través de un proceso de ejemplo y diálogo continuo; y e) proveer y abogar por recursos, incluyendo otros adultos a quienes les importe.
Educación bajo tensión
La familia durante la adolescencia se ve tensionada y enfrentada a una serie de situaciones complejas, donde cada uno de sus miembros contribuye al funcionamiento, manteniendo su identidad a través del ejercicio de roles, funciones y de las tareas necesarias del conjunto. Las familias empiezan a sentir un desequilibrio en la organización de las pautas previamente establecidas, teniendo que realizar una reacomodación en los estilos de crianza para otorgar al adolescente un entorno adecuado y saludable para su desarrollo.
Promesas y oportunidades
Por un lado, R. Florenzano en “El Adolescente y sus conductas de Riesgo”, y por otro, P. Cid-Monckton y L. Pedrao en “Factores familiares protectores y de riesgo relacionados al consumo de drogas en adolescentes”, coinciden en que la adolescencia se destaca por ser un momento de promesas y oportunidades, sin embargo, con bastante frecuencia es un periodo de graves consecuencias para la salud. Los problemas de salud del adolescente son predominantemente psicosociales, es decir, derivan de sus estilos de vida y conductas, los cuales son modelados primordialmente en el interior de la familia. Las conductas de riesgo son potencialmente prevenibles, lo que justifica la implementación de programas orientados a la disminución y promoción de la salud integral, con el fomento de estilos de vida saludables y que tengan un enfoque psicosocial y familiar.
Padres fríos
R. Aseltine, J. Doucet J. y E. Schilling, en el artículo titulado “Explaining the association between family structure and early intercourse in middle class adolescents”, que por cierto, se publica en el Journal Adolescent and Family Health, señalan que la presencia de una relación parental fría y negativa, apego inseguro, inflexibilidad, disciplina inconsistente y supervisión inadecuada, están vinculadas a familias que presentan conflicto familiar, ruptura matrimonial, violencia, monoparentalidad y menor nivel socioeconómico, los cuales son indicadores que aumentan el riesgo de desarrollar conductas de riesgo y problemas emocionales de los adolescentes, lo que revela la importancia de fortalecer el vínculo familiar.
Adolescentes agresivos
Difícilmente podemos separar al adolescente del riesgo de la agresión precoz. Desde luego que la agresividad no necesariamente implica violencia. Dentro de la agresividad, encontramos dos expresiones: agresividad adaptativa, entendida como una respuesta fisiológica esperable en determinados contextos; se trataría de una función de supervivencia, presente también en el reino animal. Y, la agresividad maladaptativa: se trata de una agresividad desinhibida o no regulable. La respuesta del sujeto no es proporcional al estímulo que la causa.
¿Sin motivo?
La agresividad maladaptativa es la que más preocupa a padres y educadores, puesto que surge sin una causa “aparente” y sin motivo alguno. Se trata de una manifestación en el adolescente debido a fallos internos de origen psicológico. De ahí que la agresividad maladaptativa sea la que más probabilidad tiene de desembocar en violencia.
Cerebro, agresividad y violencia
Acá, según los especialistas en conducta adolescente Josep Cornellà y Àlex Llusent, el cerebro durante la adolescencia está en un momento muy sensible a la influencia de su entorno, así como a la baja autoestima y a la ansiedad. La adolescencia es un duro camino para el que lo vive, repleto de cambios y confusiones que no hacen otra cosa que incrementar el malestar que ya de por sí viven los adolescentes. Es por ello que los adolescentes son más propensos en esta etapa a conductas agresivas. Sin embargo, lo realmente preocupante para los padres es que el comportamiento agresivo de su hijo pase a ser violento. Está aquí lo verdaderamente alarmante: la violencia.