Las relaciones entre México y Estados Unidos han sido históricamente complejas, y han estado marcadas por la interdependencia, la complementariedad y la cooperación.
La migración es uno de los aspectos en los que se refleja la interdependencia. Cada día es mayor el número de connacionales que migran hacia Estados Unidos, así como el de estadounidenses que eligen como país de residencia a México. Mientras para las mexicanas y los mexicanos el vecino país del norte representa una oportunidad para mejorar su nivel de vida, para las y los estadounidenses nuestra nación resulta atractiva porque, entre otras posibilidades, les permite incrementar su poder adquisitivo. Este fenómeno bidireccional creciente influye en la cultura, la sociedad, la economía y la política de ambos territorios.
Por la cercanía e historia, en Estados Unidos reside la mayor comunidad de población de origen mexicano fuera del territorio nacional. El 63 por ciento de los 57 millones de personas latinas en ese país son de México, cifra que va en aumento. Tan sólo en lo que va del 2020, la cifra de compatriotas que migraron se incrementó en un 26 por ciento. Al mismo tiempo, 1,5 millones de estadounidenses viven en nuestra nación, y en los últimos años el grupo de jóvenes es el que más ha crecido, porque buena parte de éste decide quedarse en el país, luego de ingresar como estudiantes o turistas.
Más allá del ámbito demográfico, se observan factores que están modificando los patrones migratorios. El panorama actual para las y los mexicanos que residen en Estados Unidos ha cambiado. Las hijas y los hijos de connacionales que migraron sin estudios y que se emplearon principalmente en los sectores agrícola y de la construcción tienen hoy mayores oportunidades económicas y han alcanzado derechos sociales y políticos, y junto con sus familias han podido acceder a la educación superior, a tener un empleo formal y a recibir un salario justo, lo que les ha permitido incrementar su influencia económica y su participación político-electoral.
Por otro lado, los flujos turísticos son también un ejemplo del intercambio entre ambas naciones. México es el destino internacional más popular entre viajantes estadounidenses, y Estados Unidos es el país más visitado por paseantes del nuestro.
En el aspecto económico-comercial, la relación es tan interdependiente y sólida que sería muy difícil revertirla. El intercambio bilateral es hoy siete veces más grande que antes del TLCAN; diariamente se intercambian 1,7 millones de dólares en productos, y en 2019 México registró un superávit frente a Estados Unidos, nuestro principal socio comercial e inversionista. En lo que va de 2020 y en medio de la pandemia, nos convertimos en el primer socio comercial de la Unión Americana, desplazando a Canadá y a China. Destaca además la interdependencia en el comercio exterior agrícola y en el sector automotriz.
En Estados Unidos, cinco millones de empleos dependen del comercio con nuestro país, y para México, después de las exportaciones automotrices, las remesas provenientes de aquella nación constituyen la segunda fuente de divisas.
Al mismo tiempo, no existe en el mundo una frontera tan activa y permeable como la que comparten estos dos países. Los diez estados fronterizos representan en conjunto la cuarta economía mundial, y México es el primer destino de las exportaciones de California, Arizona y Texas, y el segundo mercado para otros veinte estados de la Unión Americana.
Ambos territorios coinciden en la necesidad de mejorar la seguridad en la frontera en temas vinculados a narcotráfico, lavado de dinero y tráfico de personas y de armas, y en 2019 acordaron fortalecer el Grupo de Alto Nivel de Seguridad México-Estados Unidos, a fin de atender los compromisos que genera esta problemática común.
En cuanto al marco jurídico binacional, la Cancillería registra 67 instrumentos bilaterales vigentes en diversas materias. Más allá de los temas educativos, ambientales, científicos y técnicos, cuya importancia no es menor en la relación, la cooperación en cuestiones de seguridad y defensa es vital para ambos países. Un ejemplo reciente de colaboración lo encontramos en los esquemas implementados para controlar los flujos de migrantes de Centroamérica que cruzaron territorio mexicano rumbo a Estados Unidos.
Finalmente, la vecindad y la creciente integración entre México y Estados Unidos, aunadas a la existencia de mecanismos bilaterales que facilitan y rigen el diálogo y la cooperación en los diversos temas de la agenda bilateral son de tal magnitud que, independientemente de los gobiernos en turno, exigen y seguirán demandando interacción y colaboración recíprocas y solidarias, en un plano de respeto cada vez mayor frente a los retos comunes y futuros.
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