Cuando el ser humano rompe su soledad y se encuentra con un extraño, es un momento de tensión de mi yo frente al otro yo; mi persona y el desconocido. Es el nacimiento de la relación social. La primera decisión que debemos tomar es si nuestra actitud será de desconfianza o de amabilidad; evaluamos si nuestros gestos serán de recelo o de cortesía. La primera reflexión de ese primer encuentro es nuestra dimensión física y la que le corresponde al otro, en otras palabras, medimos nuestros alcances corporales.
La suspicacia se concentra en las manos. Lo primero que de seguro observaban nuestros ancestros es si el extraño traía una piedra, un puñal o las colocaba en forma de puño. Ortega y Gasset informa que en lugares pacifistas como el Tibet, no se dan la mano, se gira la cabeza de lado, se tira una oreja y se saca la lengua. Como que si se prepararan para ser mimos. En la soledad del desierto, entre algunos pueblos árabes, encontrarse a alguien es todo un acontecimiento, el ritual del saludo puede durar hasta media hora. Entre los apaches el saludo incluye fumar la pipa de la paz. Diane Ackerman, afirma que en una tribu de África el saludo es poner la mano en la axila del otro, luego la frotan ahí, para recubrirse del olor del amigo. En la sociedad occidental esta acción sólo serviría para identificar la marca del desodorante.
En el Occidente la socialización ya no tiene dudas sobre la la posible agresión, así que se toma de la mano, se le aprieta, y es prueba de afecto si se le sacude. Los países con densidad de población fuerte, como lo es Japón, se evita la aspereza y se practican formas de saludo que den fluidez y amabilidad al encuentro. Resultan hasta melosos, el prójimo es: “La maravilla que está ahí”. Y yo, simplemente soy: “La miseria aquí presente”. Entre la agrupación de los Boys Scouts, me ilustra mi cuñado y fraterno amigo, Luis Levy Aguirre, se saludan con la mano izquierda, según esto era la mano en la que los miembros de una etnia portaban un escudo, al saludarse con esa mano se testimoniaba la confianza de que ante el interlocutor no podría haber ninguna agresión. Entre los judíos la palabra de saludo y de despedida es “Shalom”, que es un deseo de salud, armonía, paz interior, calma y tranquilidad.
El doctor Jesús Ramírez Hernández, doctor en Ciencias Médicas de la UNAM, advierte que las medidas tomadas con la emergencia sanitaria impulsan a un cuidado de la salud y es necesario replantear nuestras prioridades para equilibrar el bienestar físico y emocional. Los abrazos parecen en proceso de extinción. En suma, después del Corona virus, creo que nuestros patrones de comportamiento social los debemos replantear.
Quedará para el museo de antropología el saludo de barrio, darse la mano, apretarse, girarla y juntar las palmas, regresar a la posición original y volverse apretar la mano. Al terminar se necesitaría un frasco de gel. El saludo en la clase política era darse la mano, jalarse para darse un abrazo con palmadas en la espalda incluidas; separados volverse a dar la mano. Si los sorprende salubridad, esposa o algún otro pariente, después del saludo lo someterán a un proceso de sanitización. Yo, confieso, actualmente todavía no sé cómo saludar.