SERENDIPIA
Dos escenas poco comunes en nuestras sociedades, ambas en Ciudad Universitaria: en la Hemeroteca Nacional, las mesas de madera atestadas por niños con bigote, estudiantes de preparatoria y universitarios que toman en sus manos los tomos rellenos de periódicos antiguos y hunden las narices en las noticias de hace unos años, o unas décadas, o más de un siglo.
A unos metros de ahí, en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo unos enjambres robustos de adolescentes y muchachos compiten por coexistir en el último día de la exhibición “Restablecer la memoria”, por medio de la cual el artista y activista Ai Weiwei recupera la memoria secuestrada, desmembrada o quizá mancillada por los estados, en momentos y episodios ocurridos en su país, China, y en el nuestro.
Octubre es un mes que remueve la conciencia y la memoria. El padre, joven o viejo, con conciencia plena de la matanza de Tlatelolco en 1968, contará a su hijo la gravedad y la importancia que este capítulo reviste en la historia de México, no sólo en el pasado, sino en el presente y el futuro.
La memoria social es un pájaro escurridizo. Si es difícil domesticar la propia, imperfecta y con los años fisurada por grietas, podemos imaginar lo complejo que debe ser para las sociedades preservarla en un estado que sea útil a generaciones presentes y futuras, en medio de diferencias políticas e ideológicas.
El trabajo artístico de Ai Weiwei restablece la memoria en retratos de los 43 normalistas desaparecidos, que se muestran magníficas y monumentales, como nunca las habíamos visto. Son bloques construidos por legos diseñados por estudiantes de arquitectura de la UNAM, que en la obra del artista recuperan la memoria de los estudiantes de Ayotzinapa.
Una recuperación histórica similar sucede en la hemeroteca. Entre los enjambres formados por adolescentes casi niños estos días han sido revisados con fruición los periódicos que dieron cuenta de la matanza del 2 de octubre.
La mayoría de los diarios fue censurada o se auto censuró. Pero los diarios de la época preservan como el polvo, el discurso oficial: Un mes y medio después, Fidel Velázquez, líder de los obreros, advertía que si los estudiantes continuaban protestando con violencia, tendrían como respuesta más violencia de las fuerzas del orden.
En el Museo, los visitantes escuchaban la explicación de los voluntarios y respondían preguntas. “¿Qué les dice Ayotzinapa?”, preguntó uno. “Imagínense que están en Guerrero y un grupo armado se los lleva”. “¿Así nomás por qué sí?”, preguntó uno de los chicos. “Es importante que entiendan que todos somos parte de un contexto de violencia”, dijo el voluntario.
Recuperar la memoria histórica de Tlatelolco en 1968 nos llevó más de cuatro décadas. La de Ayotzinapa tardará algunos años. Sólo al paso del tiempo la semilla del entendimiento de esos adolescentes casi niños ayudará a restablecer la memoria colectiva tan importante para aprender del pasado y avizorar el futuro.