SERENDIPIA
La segunda vida de Hawking
Stephen Hawking fue un niño de la pos guerra, una mente brillante y un científico aislado, en parte, por la enfermedad a la que sobrevivió cinco décadas, que deslumbró al mundo con sus investigaciones y llegó también a ser una celebridad, con todas las implicaciones de serlo.
Fue un hombre dedicado casi por completo a la ciencia, su compañera, a la que dedicó más horas que a cualquier otra actividad y le significó publicar libros que marcaron una época, premios importantes y la puerta al conocimiento que le permitió responder las preguntas del universo y nuestra existencia.
A los 21 años, Hawking recibió la noticia de que parecía una enfermedad grave y que moriría dos años después. Logró sobrevivir 54 con la ayuda invaluable de su primera esposa, Jane Wilde, a quien conoció en la fiesta de año nuevo de 1963, poco antes de que le fuera diagnosticada una enfermedad neuronal que lo fue dejando inmóvil.
Hawking dependió del cuidado de Jane, con quien procreó tres hijos. Se divorciaron en 1990 y en sus memorias ella contó que su matrimonio de 25 años fue agotador. Al principio, ella debía mantener a sus tres hijos callados todo el tiempo para que Hawking estuviera sentado horas en silencio resolviendo una teoría.
Gracias a eso el físico británico pudo dedicarse por completo a sus estudios sobre el universo, pero Jane y los niños no tuvieron la misma suerte. Cuando llegó la fama y Hawking era una estrella, la casa se llenaba de periodistas, cámaras y sets televisivos instalados en todas partes. Cuenta Jane: “quedábamos arrinconados como si no tuviéramos derecho a vivir con alguien de su inteligencia”.
Hawking puede encarnar el conflicto de las paradojas de época. Lo único que le importaba era la ciencia, y el mundo y sus habitantes nos beneficiamos de su trabajo extraordinario: y mientras eso le llenaba a Hawking la casa de cámaras que lo lanzaban al estrellato y convertían, como decía Jane, a ese hombre con cuerpo de sobreviviente de guerra y necesidades de niño en una celebridad, su mundo personal se desmoronaba.
Como la propia Jane ha dicho, en la tragedia personal de Hawking, que sufrió severos maltratos de una enfermera con la que se casó, también tienen parte de responsabilidad las autoridades y la ausencia de políticas públicas para mejorar la calidad de vida y garantizar los derechos de las personas.
Durante muchos años, Jane cargó sola el trabajo de hacerse cargo de su marido, de la limpieza de la casa y la atención de los tres niños, y después, cuando se reencontraron y ella ya lo había perdonado, le ayudó a sanar las heridas que le había dejado su segunda esposa, la enfermera, en el alma y en el cuerpo debilitado que fue a parar al hospital cubierto de moretones, heridas y quemaduras.
La última paradoja de época es que Hawking vivió esta segunda vida, por mucho tiempo, en medio de una ola de fama y rodeado de gente, sin que nadie lo advirtiera.