SERENDIPIA
AMLO: ¿Aprender de Peña?
Si al presidente Andrés Manuel López Obrador se le presentara la posibilidad de aprender de su antecesor en la Silla del Águila, parafraseando a Fuentes, seguramente veríamos en su rostro curtido un gesto de repulsión y rechazo: ¿qué aprendizaje podría recibir de Peña?
Sin embargo, a pesar del desprestigio del gobierno anterior y a la forma en la que el PRI fue arrasado en la elección, hay cosas importantes que AMLO tendría que aprender de Peña, sobre todo en una esquina delicada de la administración pública: las decisiones tomadas al inicio, que irremediablemente volverán después convertidas en errores y costos políticos.
Desde que el nuevo gobierno comenzó a trabajar hace tres meses, entre otros temas tempestuosos uno logró cobrar forma y consistencia en medio de la tormenta: el despido de servidores públicos en distintas áreas de gobierno, y la designación de funcionarios sin experiencia, o vinculados a episodios de corrupción aún frescos, o aquellos que ocuparon sus cargos después de que la ley se modificó para que pudieran cubrir los requisitos.
Esa primera etapa, a punto de cruzar el umbral de los 90 días de gobierno, ha dejado tras de sí pistas y señales que pueden servir para sacar conclusiones.
Una, quizá la más importante, es que el despido de miles de empleados del gobierno federal no fue una operación quirúrgica, sino una guillotina que cercenó cabezas bajo un criterio reinante: despedir a casi todos los altos funcionarios y a una parte importante de los mandos medios, ante la sospecha de que pudieran servir al enemigo que recién abandonó el poder.
Esta purga mal aplicada ha metido en problemas a la joven administración de AMLO. El ejemplo más contundente es el administrador de Aduanas, Ricardo Peralta, quien despidió a varios funcionarios tras acosarlos preguntándoles si habían votado por el PRI –algunos lo filmaron y están por interponer demandas laborales–, y contrató a Jesús Torres Charles, un ex colaborador de los hermanos Moreira ligado a hechos de corrupción, destituido en días pasados.
Los panistas Fox y Calderón nunca pudieron atenuar una enfermedad mayor en sus gobiernos: las delegaciones de las secretarías en los estados, en manos de funcionarios ligados al PRI.
AMLO desapareció la figura de los delegados, lo que soluciona una parte del problema, pero aún persiste uno importante: La designación de funcionarios vinculados al peñismo que lograron infiltrarse o les abrieron la puerta para instalarse en puestos de primera importancia en el tema del sexenio: la corrupción.
Llama la atención que en la nueva Fiscalía General de la República se haya mantenido la estructura de funcionarios a cargo de la investigación de delitos federales de la antigua PGR, una instancia que se hizo responsable en el sexenio pasado de dos de los casos más escandalosos: el pago de supuestos sobornos a funcionarios de Pemex y la estafa
maestra.