- René Juárez, la prueba del pueblo sabio
- Una cena con el maestro Alberto Cortez
- Desfilar o no desfilar, he ahí la cuestión
- El programón: Gobernador en la Calle
De pobres, mascotas y carnitas queretanas
Hoy cuando los temas de discusión en México son el de la comparación presidencial de los pobres con las mascotas y la relación entre los tacos de carnitas y la caída de Tenochtitlán, este reportero recordó una bonita anécdota contada por René Juárez Cisneros a Mariano Palacios Alcocer y al que escribe hace más de 20 años en la mesa de un restaurante de Acapulco.
El ahora coordinador de los diputados federales del PRI, ex presidente del comité nacional de su partido y en ese momento candidato a gobernador de Guerrero, había sido promotor de Solidaridad y en tal carácter recorría todos los caminos de la Costa Chica y la Costa Grande a bordo de una flamante camioneta pickup.
Uno de esos días ardientes en el trayecto a un pueblo ubicado allá donde el aire da vuelta, con sal de mar, El Negro –como le dicen sus amigos- atropelló y mató a un puerquito que tuvo a mal atravesársele cuando iba encarrerado.
René bajó del vehículo y confirmó la muerte del animal, retirándose del lugar ante la ausencia del propietario.
Minutos después llegó a la comunidades en donde debería de entregar apoyos y al regresar por el mismo camino, angosto y polvoriento, único de la zona, encontrándose con que ya lo estaban esperando los lugareños, con un tronco impidiendo el paso en el preciso lugar en el que dejó tendido al marranillo.
A Juárez Cisneros no le quedó más remedio que dialogar con el afectado, quien le puso un alto precio al cochino que, cuentas claras amistades largas, nuestro amigo pagó, resignado, peso sobre peso.
Bueno, finalizó René, háganme el favor de echar el puerquito en la batea de la camioneta.
-¡No!, replicó el ejidatario, “pagaste almita; cuerpito se queda”.
Tiene razón López Obrado…
El pueblo es sabio.
-BLANCAS Y NEGRAS-
Yomi, yomi.
E
n Querétaro, en donde se venden las mejores carnitas del mundo, rechazamos la tesis de la senadora Jesusa Rodríguez, de Morena, de que al comer tacos de maciza o de buche con Juaniels, los Chiquilines o Jesús Ríos, estamos honrando la caída de Tenochtitlán. Bueno, somos tan incondicionales del consumo de ese manjar que tenemos como gobernador a un criador de puercos. ¡Alabaré, alabaré!
Es más, en la exposición de arte contemporáneo inaugurada la noche del miércoles en el MACQ hay un conjunto escultórico con cerdos humanizados, “Muerte digna”, de Jacquelín Sánchez. Ella, como su esposo el pintor Fernando Garrido, se inscribe en el surrealismo, al igual que muchos de nuestros políticos del PAN, PRI y Morena.
A propósito, en su libro “La zorra enferma”, Eduardo Lizalde, Premio Nacional de Poesía 1974, escribió: Aman los puercos/no puede haber más excelente prueba/de que el amor/no es cosa tan extraordinaria.
En lo personal no lo comparto, a pesar de que el presidente de la Cuarta Transformación nos dijo que las mascotas tienen sentimientos. Es más, ya hay quienes tienen como tales unos puerquitos enanos, muy bonitos, como aquellos que estaban en la cama y a los que muchos besitos les dio su mamá. Cri Cri dixit…
-EL HISTORIETARIO-
Juglar.
En un rincón del alma guarda este reportero la memoria de una espléndida cena con el cantautor argentino Alberto Cortez, fallecido ayer en Madrid, con quien gracias a la invitación del colega Andrés Estévez, junto con Fernando Venegas Ramírez, convivimos en el restaurante de la Plaza de Toros Santa María de Querétaro hace más de 10 años.
La noche se llenó de anécdotas con las gracejadas del empresario Nicolás González Rivas (qepd) y los vinos del contador José Luis Alvarado y un grupo de médicos que celebraba su día recetándose hartos ansiolíticos.
Estaba muy entusiasmado el autor de “Mi árbol y yo” porque iba a cantar el fin de semana con la Filarmónica dirigida por el maestro Guadalupe Flores, en el Auditorio Josefa Ortiz de Domínguez.
Quiero contarles un chiste de gallegos, soltó de pronto Nico, el dueño del coso. No, compadre, le atajó Estévez, mejor no.
Tanto insistió que Alberto pidió que lo dejaran contarlo.
-Este era un gallego. Su esposa, a punto de morir, quiso confesarle que el hijo tan querido no era de él. Ni tuyo, le respondió el gallego. ¿Cómo no, si yo lo parí? Es que cuando estábamos en el sanatorio y me pediste que cambiara al niño, lo cambié… por otro.
Si van a seguir contando chistes malos, avísenme para meterme debajo de la mesa, remató Cortez.
No cabes, alcanzó a replicar Nicolás. Debajo de una mesa cabe todo, hasta yo, acotó el cantante que ya andaba excedido de peso.
¡Ay, compadre! Exclamó Andrés Estévez, acuérdate de “el abuelo un día, allende ¡Galicia!” Alberto es argentino, sí, pero nieto de gallegos.
La cosa mejoró cuando llegó José Luis Alvarado con dos botellas del vino favorito del autor de “Callejero”. Y entonces el maestro sacó de su Equipaje algunos secretos de esos que el hombre se calle y que deberían salir cuando el hombre bebe agua, como ese de que vestía de negro por recomendación de la enorme Edith Piaf.
La visitó en su casa de París con la intención de que le grabara alguna de sus canciones, a propuesta de la disquera. Eso nunca ocurrió, pero la mujer de la Vida en Rosa le sugirió que, por su gran estatura, se vistiera como ella, pequeñita, de negro absoluto.
Le contó que así, como en su caso, la gente no se fijaría en el físico sino en la voz y en lo que cantara. El mismo consejo le había dado a su amante Yves Montand, quien añadió un pañuelo rojo al atuendo, como señal ideológica.
Y Alberto se vistió de luto para siempre.
Muchas revelaciones soltó esa noche de la Santa María.
Es que las cosas cambian.
¿Le sigues enviando una rosa cada día a Reneé?
-No, ya le compré un rosal.
¿Y el árbol de tu canción sigue lleno de nidos?
-No. Lo tiraron. Recordarás que dice “mi madre y yo lo plantamos en el límite del patio, donde termina la casa…” Ya iba a tumbar la barda del vecino.
¿Cómo era ese árbol?
-No daba frutos. Más bien sus hojas la utilizaban las viejas para hacer un te que provocaba abortos. “Eso mejor no lo cuentes, Alberto, menos por acá” le recomendó el autor de esta columna, recordando que esa canción era casi un himno para la familia, como en tiempos de Luis Echeverría. Era la favorita de “la compañera María Esther”.
Y, bueno, como para cerrar la noche, se acercó un grupo de médicos que celebraba su día en la mesa de al lado y pidieron fotos con el gran artista, a lo que éste accedió gustoso. Gracias maestro Facundo, le dijo uno, provocando la molestia de sus acompañantes.
No se preocupen, tranquilizó Cortés, agregando: Cabral y yo somos muy amigos y hemos hecho discos juntos.
Lo Cortés no quita lo Cabral. Así entre equívocos, recuerdos y brindis transcurrió la cena con el hombre que nos hablaba de que cuando un amigo se va, queda un espacio vacío que no lo puede llenar la llegada de otro amigo. La última vez que lo vimos fue en septiembre del año pasado en nuestro auditorio, invitado otra vez por Estévez. Con la salud mellada, pudo cantar sus principales éxitos aunque olvidaba las letras y no podía permanecer de pie. A mi Nena le causó gran pena.
Hace unos días le pregunté a Andrés por él y cuándo lo volvería a presentar. “Yo creo que nunca” respondió. Algo sabía o presentía. Y es que Cuando un amigo se va/ queda un tizón encendido/ que no se puede apagar/ ni con las aguas de un río.
¡Adiós, Alberto!
Nos quedan tus canciones.
-LA FRASE DE LA SEMANA-
Día del Trabajo.
“Desfile no es decisión mía, sino de la Alianza Sindical”. Lavada de manos de Francisco Domínguez que no quiere otra abucheada y correteada como la del 1 de mayo de 2016.
No marchen.
-JUGADA TRAS JUGADA-
Taquito.
Al MVZ Francisco Domínguez Servién que ante el incremento de la delincuencia en el estado pronto tendrá que cambiar el nombre de su programa y le pondrá Gobernador en la Calle, un porcino ¡JAQUE MATE!