TABLERO
- Habla como militante distinguido en el PRI
- Critica pronunciamientos de López Obrador
- Charla con FOA para el libro en preparación
- “No busqué ser candidato sustituto” afirma
Señales: Narro, orador en acto de Colosio
Palabras mayores
Así definió el escritor y periodista Luis Spota aquella frase que en la liturgia del partido único pronunciaba el presidente de la República a su sucesor en el momento de la revelación. Eso, sin embargo, ya quedó en desuso desde Carlos Salinas de Gortari que lo vivió tres veces: cuando Miguel de la Madrid lo ungió y cuando él decidió por Luis Donaldo Colosio, asesinado hace 23 años, y luego por Ernesto Zedillo Ponce de León para reemplazarlo.
-Nos adivinó el pensamiento, le soltó Fidel Velázquez a Salinas la mañana del videodestape operado por Manlio Fabio Beltrones -”sonorense agraviado”- bajo la dirección técnica de José Córdoba Montoya, tras el autodescarte de Fernando Ortiz Arana como candidato sustituto.
De allá para acá todo cambió.
Ernesto Zedill, el autor de la sana distancia, le susurró las famosas palabras a Francisco Labastida, pero no llegó.
Y tampoco ha aplicado después.
El presidente Vicente Fox, del PAN, impulsó sin éxito a Santiago Creel, porque se le fue por la libre Felipe Calderón, quien ganó y seis años más tarde quiso hacer candidato a Ernesto Cordero y se le adelantó Josefina Vázquez Mota, finalmente derrotada por Enrique Peña Nieto, que hoy tiene a su partido en tercer lugar de las preferencias nacionales, según su propia encuesta, publicada aquí por El Armero Sergio Arturo Venegas Ramírez en las columnas del jueves y el viernes.
Nada de eso vio ya el creador de la tetralogía del poder, que incluye su novela “Palabras Mayores”, porque murió en 1985, con un PRI que empezaba a agotarse, como se vería en la elección de 1988 con el apretado triunfo de Salinas y la denuncia de fraude por parte de Cuauhtémoc Cárdenas por la caída del sistema.
Ya no estaba el autor de Casi el paraíso, La carcajada del gato, La Plaza, Murieron a mitad del Río, Más cornadas da el hambre y tantas novelas que leyeron el alma de ese México que, de muchas maneras, aquí sigue.
Por eso, aunque estén en tercer lugar de la sucesión 2018, los priístas –fieles a su origen e instalados aún en el poder federal- están ansiosos por conocer el nombre de su abanderado, porque, a decir verdad, el ex priísta Andrés Manuel López Obrador ya lidera la sucesión… como hace 12 y hace 6 años.
Así se entiende la excitación provocada por la designación de José Narro Robles como orador en el homenaje del jueves en honor de Luis Donaldo Colosio, lo que muchos han advertido como una posible señal.
El secretario de Salud, anunciado en el PRI no con su cargo en el gabinete, ojo, sino como “distinguido militante”, fue el tercer presidente de la Fundación Colosio en 1993, después de Mariano Palacios Alcocer y José Francisco Ruiz Massieu, además de colaborador del malogrado candidato presidencial.
Y es que el también ex rector de la UNAM es quien, según la última encuesta del gobierno federal, califica mejor en un escenario con Andrés Manuel López Obrador y Margarita Zavala como candidatos de Morena y el PAN, en el que, de todos modos, estos mantienen el primero y segundo lugar.
“Ya cambiará eso con las campañas” se consuelan los priístas.
En el careo, AMLO obtiene 29.60% de las preferencias, Margarita 24.35 y Narro 19.02 por ciento. El secretario de Salud es, de todos los aspirantes del PRI, el que más se le acerca a El Peje.
Por eso no resulta extraño que en su discurso haya respondido, sin mencionarlo, al líder de Morena, al hablar del desdén a las Fuerzas Armadas y a los que desprecian a las instituciones.
Así, José Narro Robles–de todos los presuntos quien tiene menos negativos- movió las quinielas como posible carta para el 2018, al cobijo de Colosio. Por lo pronto fue orador único en el homenaje.
“Lo otro… llegará en su momento” respondió a los reporteros que deseaban saber si ya le dijeron las que Luis Spota calificaba como palabras mayores.
La política es así.
-El Historietario-
Colosio.
Hoy Luis Donaldo es evocado como un político inmarcesible y se amplifica aquél discurso histórico del 6 marzo de 1994 –“yo veo un México con hambre y sed de justicia”- que tuvimos la oportunidad de escuchar en el Monumento de la Revolución, al lado de Mariano Palacios Alcocer.
Ese día creció el sonorense, que a decir verdad enfrentaba condiciones adversas y no tenía la atención de los medios, tras el estallido del EZLN en Chiapas, el activismo de Manuel Camacho Solís y el “no se hagan bolas” del presidente Carlos Salinas de Gortari.
Aquí mismo, en febrero de 1994, el dirigente nacional Fernando Ortiz Arana, dejó pasar la oportunidad de desmentir la sustitución del candidato que, decían, no crecía.
Lo recuerdo como si fuera hoy. El queretano desestimó la pregunta, a unos metros de Colosio, en el túnel de acceso a la cancha del PRI, en Guerrero 27 norte, hoy Museo de la Ciudad.
Al mes siguiente, Luis Donaldo fue asesinado y el nombre de Fernando apareció en los faxes como la carta para sucederlo, haciendo necesaria, se dijo, la intervención de Salinas para obligarlo a descartarse, lo que ocurrió minutos antes del videodestape de Zedillo.
Se lo pregunté a Fernando Ortiz Arana mucho tiempo después, frente a una copa de Cuervo 1810, el miércoles 25 de febrero de 2004, en El Mesón de Puerto Chico.
Este reportero, entonces director de El Sol de México, deseaba entrevistarlo ante la cercanía del décimo aniversario del magnicidio.”Entrevista no. Una plática de amigos. Comemos y charlamos”.
Y lo negó todo, como Sabina.
-Yo no podía ser candidato. Salinas, que lo decidiría, no me consideró. No la busqué. A cualquiera que estuviera en mi lugar lo hubieran mencionado. Era el cargo, no la persona. Y yo le debía el cargo a Salinas. Tiene razón Salinas, yo me descarté. No fui presionado.
Eso comentó y no quiso hablar más del caso Colosio. Sí de otros temas, como el de las dos elecciones que perdió ante Ignacio Loyola y Paco Garrido, o de los políticos nacionales y locales, incluido su hermano mayor, Pepe, con quien compitió en la primera. De Colosio, no, por lealtad a Salinas.
Entonces háblame para el libro que estoy escribiendo.
-¿Un libro? Tárdate, tárdate.
Eso y más compartimos aquella tarde en el magnífico mesón español, a unos pasos del Monumento a la Revolución, ahí donde Colosio hablo del México injusto y desigual.
Fernando, con toda la mar detrás, venía de su segunda derrota en Querétaro, de los liderazgos en todas las cámaras y del partido en el que -insólito- tomó protesta a dos candidatos presidenciales: Colosio y Zedillo.
Los comensales del Puerto Chico se acercaban a saludarlo. Tanto tiempo sin verlo, licenciado, lo extrañamos, le decían y lo abrazaban.
-Sergio Arturo me sacó de la casa. Él tiene la culpa de que haya salido.
Todos le hacían fiesta. Incluido el entonces subsecretario de Gobernación panista Humberto Aguilar Coronado. ¡Mi líder! Saluda a Fernando, con quien coincidió en San Lázaro.
¿Quién es éste gordito? Me pregunta en corto Fernando.
El subsecretario de Gobernación.
¿Actual?
Sí. Fue diputado contigo, pero por el PAN.
Mmm.
FOA se ve bien y se lo digo. “Soy tragón, pero hago mucho ejercicio”.
Y sí, lo es. Pide una charola de jamón serrano y otra de quesos, además de cabrito. Todo acompañado de Cuervo 1810, su tequila favorito.
Generoso, habló Fernando de todo y de todos. Se dice que Colosio iba a hacer cambios porque la campaña no prendía, insisto.
-Sí, lo sabía. No me consta que también en el partido. Nunca me lo dijo.
De eso y más conversamos aquella tarde del miércoles 25 de febrero de 2004. “¿Un libro? Tárdate, tárdate”.
Ya pasaron 13 años. Y ahí viene.
-JUGADA FINAL-
Priístas.
A los del comité directivo estatal del PRI de Juan José Ruiz que olvidaron hacer un acto por el 23 aniversario del asesinato de Luis Donaldo Colosio, un amnésico ¡JAQUE MATE!