JUEGO PROFUNDO
Todos tenemos nombre y apellido. El nombre que tenemos es algo que fue escogido por nuestros padres para cada uno de nosotros; por lo cual, se convierte en algo muy íntimo y forma parte incluso de nuestra esencia y personalidad; es por eso que cuando conoces a alguien, después ya no puedes imaginártelo con otro nombre. Lionel Messi solo podía llamarse así, no puedes imaginártelo llamándose diferente, no podría llamarse por ejemplo: Federico Messi, no, definitivamente no cuadra.
El apellido es el gran complemento de nuestro nombre. El apellido nos otorga identidad, se transmite de generación en generación y te dice de dónde vienes. La costumbre de usar apellido surgió en China aproximadamente 2800 A.C., en Europa los primeros apellidos se remontan a la Edad Media y surgieron cuando la burguesía comenzó a acumular propiedades y se volvió muy necesario definir con precisión a que familia pertenecían. En ese entonces, solo los nobles tenían apellido y básicamente, era el nombre de la casa real a la cual pertenecían, por ejemplo: los Tudor, los Borbón, etc., el resto de la gente no tenía apellidos, simplemente tenían un nombre y con eso bastaba para identificarlos. Después, cuando la población fue creciendo, los nombres empezaron a repetirse y fue necesario asignar apellidos para poder identificarse. Hubo diferentes maneras para la asignación de los apellidos y en realidad fue muy sencillo y pragmático: se identificaba a la gente por su profesión (ejem: Pastor, Guerrero), por el lugar donde vivía (ejem: Arroyo, Montes) , por alguna característica física o de personalidad (ejem: Blanco, Delgado); pero, la forma más común de asignar apellidos fue por patronímica, esto consiste básicamente en identificar a las personas por ser “el hijo de”; por ejemplo, a los hijos de alguien llamado Gonzalo, el apellido asignado fue González, a los hijos de alguien llamado Fernando, su apellido seria Fernández y así sucesivamente. En Inglaterra por ejemplo, el hijo (son) de John pasó a llamarse Johnson, y el de Richard, Richardson. La unión de nuestro nombre y nuestro apellido nos identifica como únicos, y tal como mencione anteriormente, forman parte de nuestra esencia y personalidad.
La semana pasada, un director técnico anuncio su retiro y el apellido de dicho entrenador es icónico en el futbol mexicano: La Volpe. El anuncio de su retiro no dejo indiferente a nadie y es que él ha sido un entrenador polarizante, con él no hay término medio: o lo quieres o lo odias, para muestra un botón, nuestros dos mejores futbolistas de la historia, uno le desprecia y el otro le quiere: Hugo Sánchez y Rafa Márquez respectivamente. Ricardo La Volpe en su etapa de jugador se desempeñó como portero, jugó con Banfield y después en San Lorenzo de Almagro, fue además el portero suplente en la Argentina Campeona del Mundo en el 78 de la mano de Menotti; llego a México un año después para defender la portería del Atlante y termino su carrera como futbolista en el Oaxtepec, donde también inicio su carrera como entrenador. Al inicio de su carrera en el banquillo, dirigió equipos de medio pelo en busca de la salvación, lo cual logro en cada uno de esos equipos, Oaxtepec, Puebla y Querétaro se cuentan entre esos conjuntos. Aunque ya se empezaba a visualizar su estilo de jugar en esos equipos, no fue hasta en la temporada 92-93 con el Atlante Campeón, donde explota su forma de entender el futbol, y es ahí justo donde nace el “LaVolpismo”: Un estilo de juego que prioriza la posesión de la pelota de manera estética cuando ataca y que achica los espacios cuando defiende; un estilo que obliga a los once jugadores a tener pelota dominada incluso cuando es presionado. La Volpe procuraba un futbol donde las formas importaban, no solo el fin.
Entre el amplio catálogo de entrenadores que existen y existieron en el futbol, hay métodos, formas y estilos variados de entender este deporte y de transmitirlo (cosa nada fácil). Hay algunos entrenadores que son resultadistas con un estilo de juego donde el fin supera las formas, también hay entrenadores psicólogos que abrazan y cobijan al jugador e intentan sacar lo mejor de ellos desde ese ángulo mental basado en la confianza, hay otros que son motivadores explosivos que intentan sacar lo mejor de los jugadores en base a emociones, hay otros que son carismáticos y empáticos y tratan de sacar lo mejor de los jugadores en base a la forma de conducir y unir el grupo, y también hay entrenadores que son estrategas y esos son los que tratan de sacar lo mejor de los jugadores desde la técnica y la táctica, y La Volpe es uno de esos.
Se puede decir que la técnica es casi siempre innata y esta se puede pulir y mejorar, y La Volpe es un experto en eso, especialmente en los jugadores jóvenes: fue un técnico que encontraba y pulía el talento como pocos. La táctica es otra cosa, y esta no es más que la idea, la forma de entender el futbol del entrenador aplicado a los movimientos de los jugadores, tanto individual como grupal. Y cuando eso existe, perdura, se imita y se le critica, se le puede considerar escuela. Y La Volpe sin duda deja una escuela y un estilo.
Como mencione antes, los apellidos nos dan identidad, y como definición, la identidad es un conjunto de características propias de una persona o un grupo que permiten distinguirlos del resto. También mencione que los apellidos se heredan; y La Volpe ha cumplido con ambas. Ha dado estilo e identidad a sus equipos y les ha heredado su apellido, no por nada se recuerda al Atlante de La Volpe, que fue líder general de la temporada cuando ascendió y campeón en la siguiente. No por nada se recuerda al Atlas de La Volpe con ese juego virtuoso, preciso y lleno de velocidad, no por nada se recuerda el Toluca de La Volpe con buen juego, records y contundencia, y por último, no por nada se recuerda a la Selección de La Volpe que paso caminando al mundial y que nos dio uno de los mejores funcionamientos colectivos en confederaciones 2006. Lograr formas y resultados es algo casi imposible de encontrar; solo por mencionarlo, hay casos excepcionales de este tipo de situaciones, donde el entrenador logra los resultados con su forma de entender el balón, el mejor ejemplo de ello es Pep Guardiola, donde con su forma virtuosa de entender el futbol, llevo a la gloria a su equipo y al final también heredo su apellido a su equipo: El Barça de Guardiola. Para La Volpe obviamente no todo fue color de rosa, sus problemas extra cancha, el no llevar al mejor futbolista mexicano al mundial de 2006, sus problemas con la prensa y los fracasos con Boca y otros equipos en México son una mina de oro para sus detractores, y también es cierto que no están alejados de la realidad en sus críticas: en un mundo globalizado y voraz, los resultados lo son todo, y a pesar de lo extremadamente difícil de conjugar los resultados con las buenas formas, Ricardo Antonio La Volpe el menos tuvo el valor de intentarlo a su modo.
Como mencione al inicio de esta columna, el apellido patronímico designa linaje y herencia. Entre los griegos y romanos, se decía que el nombre de una persona derivado del padre u otro antecesor masculino, denotaba en estos las cualidades de tales y los equipos a los cuales el argentino heredo su apellido son un claro ejemplo. Le duela a quien le duela, La Volpe dejó escuela y ha sido uno de los mejores entrenadores de la historia reciente en el futbol mexicano. Está claro que la gente siempre va a medir la importancia y grandeza de un entrenador en base al número de títulos y trofeos, y de manera oficial Ricardo Antonio La Volpe Quarchioni tiene solo uno, pero definitivamente su legado, su herencia va más allá del número de campeonatos. Al tiempo.
Para cerrar, me quedo con esta frase de Pep Guardiola sobre La Volpe:
“Ricardo La Volpe, argentino y seleccionador mexicano, ha escogido que su defensa salga jugando, no que empiece jugando. Obliga a salir jugando, que no es otra cosa que jugadores y pelota avancen juntos, al mismo tiempo. Si lo hace uno solo no hay premio, no vale. Han de hacerlo juntos, ellos y la pelota”
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