DESDE LOS BALCONES
A mi amigo Don Sergio Arturo Venegas Alarcón.
Los grandes toreros, que los ha habido, no todos; jamás fueron propensos a recibir El toro a puerta gayola, como los periodistas solemos hacerlo con nuestros encabezados; pero ahí va.
Esto que pasa en los toros, ancestral espectáculo, pasa en los gallos y en el boxeo, otro tanto en la política. Quien se lanza tirando golpes a las primeras de cambio, casi siempre, sino cae víctima de su propio agotamiento, generalmente lo noquean. Y en política es lo mismo, ejemplos sobran; pero esta vez no vamos a narrar eso, sino otra cosa.
A finales del siglo XIX, estaba en boga, en Alemania, la política económica del Canciller Bismarck, había muerto en ese trayecto de las tres últimas décadas de ese siglo, pero imperaba el maximalismo del gran hombre fuerte, recuérdese nomás el carácter decisivo que tuvo en varios países, de donde Marx era expulsado a instancias del Estado Prusiano, entre otros episodios que ilustran el poderío del naciente germanismo puesto en práctica en las tierras de Goethe y en el mundo entero.
En México, tuvo resonancia vasta esa política iniciada por el Canciller Bismarck que llevó al predominio y a la influencia a Prusia. Vestían como prusianos los generales mexicanos; la política ferroviaria, si bien fue concesionada a capitalistas y a empresas norteamericanas, la propia transformación de Norteamérica, por aquel entonces en crisis, se servía de las teorías revisionistas dentro y fuera de la II Internacional, ubicándonos ya en pleno siglo XX, para la formación de los trust ferroviarios, navieros y demás extensiones del mercado mundial.
Don Porfirio Díaz, a su manera, fue un precursor del Salinismo en México y de los tecnócratas en su conjunto en la fase del poder que alcanzaron y mantienen; por eso pueden objetar el PLAN DE DESARROLLO del actual gobierno del Presidente AMLO.
No existen, ni han existido planes económicos de desarrollo puros o perfectos. Existe la economía planificada, después de una Revolución, pero sus aciertos e insuficiencias se enmarcan dentro de la economía mundial, no de otra manera.
China existe como potencia mundial económica y de otro tipo, a partir de otra Revolución y las disidencias y los desacuerdos se dan y se han dado a partir del proceso en que una fuerza de clase venció a otra y se dispuso a emprender el rumbo del desarrollo a secas.
¿Qué significa el desarrollo económico en un solo país o en una zona determinada del mundo? Significa el dominio y el control social de todas las fuerzas productivas, incluida la fuerza de trabajo principalmente.
Eso fue lo que no hicieron ni don Porfirio Díaz, ni Salinas de Gortari y congéneres, que se decidieron por desmantelar las propias fuerzas productivas, mediando intercambios de crédito y especulaciones mil a expensas de la renta del petróleo, de las minas, de las vías ferrocarrileras y todo lo que pudiera significar capital especulativo valorizable, el que desde luego no disponíamos del mismo.
Don Porfirio, por los años finales de primer mandato ya próximo 1879-1880, otorgó concesiones a granel apostando a la comunicación ferroviaria, entonces en boga por el mundo, sin que México pudiera producir una tonelada de acero y menos pudiera fabricar rieles. El resto de la dictadura hizo y amplió lo propio, según consejos de Limantour y la influencia del grupo de científicos y amigos; dos esfera de poder distintas.
¿A qué le apostó el porfiriato? A la renta del suelo, a la acumulación originaria del capital y a los dividendos accionarios. A eso y a nada más; otro tanto hizo el salinismo y quienes le sucedieron a la fecha, pasando por las caricaturas del PANISMO que se hartaron de bailar en las playas y viajar por el mundo para postrarse, en sociedad, con las monarquías del franquismo insepulto y sus intereses bancarios.
A eso vino José Angel Gurría, “jefe” del OCDE, en crisis en Europa y en el mundo, a proclamar que tratar de recuperar el petróleo y la refinación del mismo, aunque sólo sea parcialmente y a cuenta gotas, es una apuesta segura para no “crecer”, como no sea al 1.5 % y no al 4%, como se propone en el plan de desarrollo de AMLO.
¿Qué quiere decir lo anterior? ¿En qué se cifra y se sostiene esa refutación al programa de desarrollo que hoy se propone para México?
Quiere decir, que es más importante seguir con la descapitalización interna a expensas de los capitales parasitarios depositados en los paraísos fiscales y en las bolsas mundiales, que optar por recuperarnos, a partir de la fuerza productiva del petróleo y su refinación. ¿Se imaginan invertir en una refinaría, cuando se puede especular y hacerse de carretadas de dinero a partir de importar torrentes de gasolina y después robársela?
Si ya están ahí los oleoductos y nos son ajenos, como propiedad social y como fuerzas productivas de valorización propia, ¿para qué intentar producir gasolinas y carburantes propios, en tanto esto pone un impase al capital mundial especulativo y sobre todo a sus socios “nacionales”, los nuevos Porfirio Díaz del México del año 2019-2024? Eso vino a aconsejarnos Miguel Angel Gurría, el nuevo canario de los grupos oligárquicos nuestros, en su destierro dorado y que nos visita de vez en cuando para encandilarnos.