DESDE LOS BALCONES
Está circulando a nivel nacional, una entrevista contada en dos visiones; la primera, que da el ex secretario de hacienda renunciante del gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador; donde se comporta como una especie menor de un Ives Limantour al revés, cuando en lugar de romper con el sistema feudal de la tierra, se cruzaron los contratos ferrocarrileros que a duras penas se terminarían de pagar, hasta bien pasado el Alemanismo y sin que México pudiera siquiera condicionar los fletes de sus minerales industriales exportados a granel por millones de toneladas sin siquiera valorizarlos.
Hoy los gasoductos juegan parecido rol a lo que aconteció con los ferrocarriles y el petróleo, por ello es interesante polemizar, en lo que se puede estar de acuerdo y en desacuerdo, con un hombre conservador y fuertemente arrastrado por el “mercado de las inversiones”, como si ese fuera el único mundo metafísico al margen de la historia económica de México, en un país que vive y se desarrolla atenazado por los ciclos económicos del imperialismo mundial y con sus fuerzas productivas apalancando el subdesarrollo y no el desarrollo.
Urzúa es un tecnócrata del espectro keynesiano a destiempo y en condiciones diferentes de cuando el famoso reformista inglés actuara como pieza clave del “Tratado de Versalles”, y sin que sus discípulos y seguidores puedan discriminar unas condiciones de otras, entre naciones participantes; esto es, países que tenían bajo su égida económica al más grande mercado colonial hasta entonces conocido, como fue Inglaterra, y el resto de los países signantes de aquel “Tratado de Versalles”, de donde emergieran las condiciones de la segunda hecatombe mundial con Alemania enfrente, principalmente contra Francia, después contra Inglaterra y, luego, englobando a Estados Unidos.
Don Carlos Urzúa, puede que sea un regular economista de academia y aunque fuera un completo y magnífico economista de la talla, por ejemplo, de un Leontiev, el de los input y los output de la economía, que tanto vuelo tuvo en la ONU, pero cuyos programas de desarrollo jamas fructificaron, por mucha ortodoxia de equilibrios matematicos que exhibiera.
Vayamos por partes. Dice Urzúa, entre otras cosas, que él no estuvo de acuerdo con frenar la construcción del aeropuerto, donde ya se había construido mucho y gastado otro tanto; y en seguida agrega; cierto, los terrenos aledaños estaban en manos de gente vinculada a la “administración anterior” y que un gobierno fuerte, como el de AMLO, “podría haberlos expropiado por razón de Estado.”
Nos detenemos en esta primera contradicción de fondo que asoma en la formación y la de formación teórica, por insuficiencia, que como economista tiene y platea don Carlos Urzúa.
¿Cómo es que el ex secretario de hacienda, sostiene que no se debe frenar la capitalización especulativa de los créditos públicos arrancados de sus matrices financieras a futuro, y en cambio sostenga que un gobierno expropie la renta de las tierras aledañas, expropiándolas, esto sí, ya revalorizadas por la misma obra aeroportuaria en cuestión y sin ulterior especulación inmobiliaria, como está formulado el plan privatizador de todo?
Defectuosamente planteado el problema, teórica y pragmáticamente, el señor Carlos Urzúa, sugiere, como viables, dos cuestiones irreconciliables: la doble especulación de los créditos públicos que se llevaron al mercado del crédito internacional, altamente especulativo, sin considerar los intereses de esa nueva deuda que, acaso, subrepujaría el valor que entrañarían los dineros de la supuesta expropiación de las tierras aledañas y que se propone debiera expropiar el gobierno de AMLO.
Lo anterior revela, a reserva de entrar en detalles, la debilidad teórica que como economista debiera tener un Secretario de Hacienda a la altura de las circunstancias internas y externas. A grandes rasgos queda planteado este sin sentido económico formulado por Urzúa.
Mejores y más recios economistas tuvo en su tiempo Austria, por ejemplo, antes y después de los conflictos armados a que nos hemos referido y que tienen su sustento en los enfoques revisionistas de la economía mundial.
Ya se sabe que estos “desacuerdos” del ex secretario de hacienda mexicano, se sustentan en una metafísica económica donde los “mercados de la inversión privada” son los ángeles guardianes de la especulación internacional del capital mundial, donde dice por ejemplo: “…cualquier empresa acudiendo al TLCAN, puede invocar la violación de una disposición donde se establece que los Estados no pueden de manera arbitraria y lesiva afectar los intereses de otros países.”
¿Otros países si pueden afectar el interés de México? ¿Quiere decir el ex secretario de hacienda, que los contratos leoninos no se dan, ni han tenido lugar nunca en las negociaciones internacionales? A continuación Urzúa, realiza toda una narrativa del empirismo económico, favorable y unilateral a esos intereses, como la circunstancia de que SEMPRA, la matriz de la otra empresa involucrada es estadunidense y en su consejo está nada más y nada menos que Nancy Pelosi. y prosigue su narrativa urzúa en los siguientes términos: “En el momento en que nosotros nos aventemos en pleito, Pelosi va a bloquear toda posible firma del T-MEX. Para mí, continúa afirmando Urzúa, este es un ejemplo muy claro de que la política pública debe estar basada en evidencias, no en deseos.”
El espacio en que estamos escribiendo, nos impide tratar exhaustivamente, punto por punto, las posturas pro mercados financieros y nada más, cómo si cediendo irrestrictamente a esos intereses sin límites, a nuestro país le favorecieran las condiciones mundiales.
En ningún momento se habla del costo y la servidumbre rentista internacional que se nos impone vía la obra de gasoductos pagados por la CFE, cuya fuerza productiva nunca será nuestra y, a cambio se dice lo deficitario que resultará el suministro de gas en algunas zonas, como Yucatán, comparablemente poco industrializado como sería el norte del país.
Los prejuicios tecnocráticos ideológicos de este economista a medias, navegando en dos aguas, entre los mercados financieros externos y la multiplicación ficticia de los intereses progresivos, por un lado, recesivos por otro, nos condena fatalmente a la esclavitud financiera y tecnológica para siempre, sin que se pueda levantar cabeza. Esta visto, que Urzúa jamás hubiera colaborado con Lázaro Cardenas y tampoco con Adolfo López Mateos. Ya volveremos sobre esta postura que tanto cautiva a la derecha y ultraderecha mexicana y del exterior.