DESDE LOS BALCONES
La preferencia y la práctica de los deportes, según sea el caso, revelan la psicología y la inteligencia práctica, según el deporte que juegues.
AMLO, según se sabe, es un “apasionado” del llamado rey de los deportes, el béisbol; no hay información de alguna otra afición, excepto que ES un profesional de la política.
Lo que se le ha visto en el campo de juego, es que se trata de un buen bateador y que alcanzaría arriba de 300 en puntaje de bateo. También se observa que es un buen fildeador y que, para el acierto en ambas cosas, se requiere buenos reflejos, excelente vista y mejor concentración. De nada valdría atrapar una pelota si no sabes a donde doblar, a qué corredor hay que impedirle que avance y hacer que los anotadores más probables no se roben las bases.
En la política es lo mismo, por eso AMLO mantiene un control y una calificación de los adversarios y aliados que representan más peligros, u ofrezcan mayor certidumbre favorable a su equipo.
Alguien me preguntaba, subestimando la calidad política del actual Presidente Andrés Manuel López Obrador. Mis respuestas a estas pretendidas infravaloraciones, entre otras, fueron las siguientes: ¿Acaso Vicente Guerrero, egresó de alguna Universidad? ¿O Miguel Hidalgo, se forjó todo de pies a cabeza, en el Colegio de San Nicolás? Hidalgo fue hijo de un “peón”, se dice que su padre fue administrador de la Hacienda de Corralejo, pero al fin y al cabo metido en una ranchería perdida y con esas vivencias del peonaje, lindante con el acasillamiento rural, debió permearse su sagacidad e intuición para relacionarse con las masas campesinas de aquel entonces, algunos de ellos devenidos en artesanos, otros en mineros, pero todos muy cercanos a la profunda huella que deja la vida campesina colonial de subsistencia.
Controvertí a mi interlocutor con otro ejemplo, para sentar la tesis que las cosas que forjan a los hombres sociales que van a desempeñar algún papel histórico, no siempre salen de las instituciones culturales de su tiempo y, a veces se desarrollan a contrapelo de las mismas.
Fue una controversia ocasional, una de tantas charlas que uno tiene y en las que uno no está atento a la puntuación, o a las comas de escrito alguno, como es la presente colaboración. ¿A qué nos referíamos, alusivamente, relacionando la charla con los acontecimientos actuales? A que mi amigo sostenía que AMLO no tiene todavía el control de la situación política toda del país.
En todos los tonos y en todos los medios más o menos se especula acerca de si AMLO tiene o no gran capacidad política. Yo sostengo que la tiene, de otro modo no habría llegado a donde llegó, cuestión que otros letrados e intelectuales de a cuartilla presumen poseer.
Y si lo anterior no fuera suficiente, bastaría ver el aplomo con que este martes pasado, compareció a la conferencia mañanera de todos los días explicando y desglosando a detalle la sencillez de los hechos que precedieron a la renuncia de Carlos Urzúa, a la Secretaría de Hacienda, y la forma como él respondiera al ex secretario de las finanzas nacionales y a su propuesta de renuncia para el sábado inmediato siguiente. “De una vez, para qué esperar.” En estos términos le dejo libre el camino para el Twiter donde Urzúa ataca y renuncia.
Sus adversarios, como él los llama, pueden especular todo lo que quieran. Él ocupa su espacio de manager político principal que está en el campo jugando y que es él quien ordena las jugadas de bateo libre o de “sacrificio”, como el argot se estila decir y hacer las cosas.
Hay otros indicios más traumáticos que ponen de relieve el gran poder de bateo político que tiene AMLO. A la gran mayoría de sus opositores no les gusta que se diga esto y menos reconocerlo; pero no se dan cuenta que hasta en los acontecimientos en que no interviene, luce con un picheo y un bateo dominador. Juega cualquier posición en el campo de la política y si no que lo diga el país. NO LA PRENSA, NO SUS ADVERSARIOS Y MENOS LOS PARLAMENTARIOS PLURINOMINALES, SI BIEN LES VA.