COLUMNA INVITADA
El proceso de reconstrucción del PRI tendrá que pasar por dos vías fundamentales: la definición ideológica-programática del Partido; y la integración de una organización política autónoma, es decir, que tenga vida propia.
1. Por lo que se refiere a la definición ideológica-programática es de recordar que el PRI nació en su versión de PNR como el brazo político de la Revolución Mexicana y en su segunda etapa, como PRM, su propio nombre lo definía como el Partido de la Revolución Mexicana (PRM).
En su tercera transformación el nombre del Partido expresó el cambio que se dio al interior de la Revolución al pasar ésta a su etapa institucional. El Partido se identificaba como revolucionario e institucional, pero siempre sustentado en los principios fundamentales de la Revolución Mexicana: el nacionalismo revolucionario y la justicia social, lo que significaba una Nación soberana e independiente hacia afuera y una sociedad justa y equitativa hacia su interior.
Con el ascenso de la tecnocracia neoliberal a la dirección del Estado, lo que sucedió a partir de la década de los ochenta del siglo pasado, el PRI sufrió una crisis de identidad, en tanto sus documentos básicos seguían manteniendo los principios originales de la Revolución, pero en los hechos el Partido se alineó a los gobiernos tecnocráticos que dieron rienda suelta a los cánones neoliberales: la supremacía del mercado en la economía y la reducción del gobierno a su mínima expresión; lo que se tradujo en la privatización de las empresas estatales, la reprivatización de los bancos y la extranjerización de los mismos, la apertura indiscriminada de la economía a la inversión extranjera, el abandono de los programas sociales, etc.
Finalmente la ideología-programática de la Revolución que sustentaba el PRI, fue barrida por la fuerza de los hechos. La prueba más reciente de este viraje es la participación activa del priísmo en el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto en la firma del Pacto por México, cuyo contenido fueron las llamadas Reformas estructurales, que contravienen los principios originales.
La cuestión es entonces que el PRI cortó desde hace tiempo su vínculo ideológico-programático con la fuente original que le dio su razón de ser por mucho tiempo: la ideología de la Revolución Mexicana. Tómese en cuenta que ahora esa corriente ideológica la sustenta el Partido Morena de Andrés Manuel López Obrador; a ello obedece la referencia que hace de las tres transformaciones históricas de México: la Independencia, la Reforma y la Revolución. Justamente la raíz histórica que en otro tiempo el PRI invocaba como razón de su propia existencia. Era lo que le confería legitimidad, ser el partido histórico de la Revolución Mexicana.
Es de advertirse que el PRI de ahora es semejante, ideológicamente hablando, al PAN. Ambos son los autores desde los gobiernos que han encabezado del avance neoliberal en el país. Por tanto, esta situación plantea la necesidad de que el PRI en un acto de congruencia defina con toda claridad cuál es el marco conceptual que orienta su acción política. Algún comentarista cuestionaba si el espacio político de México da para dos partidos de corte neoliberal. En todo caso, el PRI habrá de precisar cuál es su diferencia, si es que la hay, con respecto a Acción Nacional. Ambos están catalogados como partidos de derecha.
2. En cuanto a la necesidad de integrar una organización política autónoma, es decir, que tenga vida propia, es sabido que el PRI en la etapa de ascenso de la Revolución mantenía una vinculación orgánica con el Estado, en tanto que a través suyo las clases populares mantenían un pacto de reciprocidad con ese Estado, el cual llevaba adelante una política social en favor de las masas y éstas en cambio conferían legitimidad política a ese Estado. Como consecuencia de la vinculación orgánica Estado-Partido, lo que de hecho se expresaba en el carácter hegemónico del Partido en la vida nacional, y en el marco del Régimen presidencialista que se estructuró a partir del cardenismo, el Presidente de la República se constituyó en el jefe nato del Partido.
Sin embargo, pasado el tiempo el compromiso social del Estado con las clases populares se fue diluyendo, ello significó que los sectores agrario, obrero y popular, que en otro tiempo conformaban la fuerza del Partido, se fueron convirtiendo en realidades simbólicas. Las bases de cada sector sufrieron hondas transformaciones por efecto del avance neoliberal en la economía del país.
No obstante, con el tiempo el Partido siguió manteniendo una relación de dependencia respecto al gobierno, la cual se ha conservado durante los gobiernos neoliberales. Baste recordar que en las presidencias de Ernesto Zedillo y en la de Enrique Peña Nieto, se cambió al presidente del CEN del PRI siete veces en cada caso. Y lo que ahora le reprochan al exPresidente Peña es que, afirman, secuestró al Partido y designó para competir por la Presidencia a un candidato externo que no logró ganar la voluntad del priísmo.
La dependencia del PRI respecto al gobierno, ha obstaculizado que éste se asuma como un partido para la competencia; se ha impuesto la condición de partido del poder, hecho para vencer electoralmente precisamente desde el poder, por lo mismo incapacitado para competir. Todavía hoy conserva gran parte de esa tradición.
Por lo anterior, si el PRI realmente quiere ser un partido que responda a la realidad actual, tiene que empezar por integrarse como partido autónomo, esto es, con vida propia, independiente del gobierno, ya sea el del Ejecutivo Federal o de los gobiernos estatales.