Frente a la creciente inseguridad, el decano de nuestros médicos, Esteban Paulín Cosío, desea que las autoridades atiendan bien tal enfermedad social y “que los queretanos no vivamos con este temor que ya es un signo de los últimos tiempos”.
Entrevistado por el periódico PLAZA DE ARMAS, el blog Diálogo Queretano y Radio Once, señala también el problema de la movilidad, el del tránsito, en la zona metropolitana y espera “vivamos en armonía, apoyándonos y que contemplemos un buen futuro para nuestro país y nuestro Querétaro”.
En ese contexto se refiere al papel de los medios de comunicación y hace votos porque sigan prosperando y orientándonos en cuanto a los conocimientos de nuestra vida de Querétaro.
Amigo de la mayoría de los gobernadores y médico de algunos de ellos, como Juan C. Gorráez, Manuel González Cosío y Antonio Calzada, el doctor Esteban Paulín Cosío reconoce sus aportaciones al desarrollo del estado.
Aquí continúa la entrevista.
MÉDICO DE GOBERNADORES
ANDRÉS GONZÁLEZ ARIAS: Me llama mucho la atención la frase que utilizó sobre los rayos X para “transparentar” a las personas, que sigue siendo un requerimiento pero para los gobernantes. Transparentar a los gobernantes es una exigencia y una necesidad. En ese sentido, por su profesión, que es la de Cristo, sanar a los enfermos, por su bonhomía con los queretanos y su cercanía con el poder público, usted ha tratado a casi todos los gobernadores de Querétaro. ¿Cuáles han sido sus amigos y cuáles no?
ESTEBAN PAULÍN COSÍO: Tuve cercanía con muchos de ellos. Cuando llegué en 1955 o fines de 54, estaba de gobernador el doctor Octavio Mondragón y tuve cercanía con él y su señora. A los pocos días de haber llegado nos invitó a comer a su casa, nos enseñó cuadros y tuvimos una relación muy satisfactoria y cercana. Después, a los pocos meses, tomó posesión el licenciado Juan Gorráez y fui su médico desde que llegó. Al final no pudo terminar su sexenio porque presentó una diberticulitis aguda. Lo tuve que llevar al hospital francés.
ANDRÉS: ¿Qué es esa enfermedad?
PAULÍN: Se forman unos globitos alrededor del intestino grueso, del colón. Él sufrió una inflamación y le provocó peritonitis y yo consideré que era necesaria la intervención de especialistas y lo llevé con el doctor Gustavo Baz y ya no pudo volver al poder. En el año 61 entró Manuel González de Cosío, que era primo de mi mamá. Me llevé mucho con él. Fui su médico y su amigo. Lo acompañé a sus giras. Era un hombre de mucho carisma y muy ejecutivo. Fue el que abrió la calle de Corregidora y, como ya dije, tuvo una gran participación en la detonación industrial de Querétaro. Hizo carreteras, etc. Y en ese tiempo llegó mucha gente a Querétaro. Después siguió Juventino Castro. También buen amigo, pero a él no lo atendí como médico, muy ocasionalmente, más bien lo estuvieron viendo René Martínez y Jaime Foyo, buenos amigos míos. Uno cirujano, el otro gastroenterólogo. Y Toño Calzada, entró en 76, era amigo de la infancia. Me llamaba seguido a Palacio de Gobierno, en Madero 70, y atendía también a Fernando y José Ortiz Arana.
PDA: ¿Y Camacho Guzmán?
Con Camacho Guzmán, bastante menos. Atendí a la señora Nadine. Mi papá es quien tuvo mucha relación con Camacho Guzmán. Eran muy amigos. Cuando menos en dos ocasiones nos invitó a Santa Adelaida a toda la familia a cenar. Hubo gran proximidad. Uno de mis hermanos, Ignacio, estuvo trabajando con él como secretario de Finanzas.
ANDRÉS: Don Rafael un hombre de mucho carácter. ¿Cómo lo recuerda Usted?
PAULÍN: De carácter muy fuerte, muy ejecutivo. Hizo muchas cosas buenas, el auditorio, el estadio y tantas otras cosas. Todos le tenían miedo.
ANDRÉS: Dr. Saber si usted trató a un hombre que nos deslumbró por su oratoria brillante y por su juventud, el licenciado Mariano Palacios Alcocer.
PAULÍN: ¡A cómo no! Recuerdo que él tenía unos 15 años o 16. Fui al Teatro de la República y él hizo referencia a un capítulo de la historia de México que me dejó verdaderamente sorprendido. Un muchacho jovencito. Ahí estaban sus papás en el lunetario y yo en un palco desde donde los advertí. Y al salir le di un abrazo, le dije a Samuel y Lucha, los felicito, este muchacho tiene un futuro muy brillante por esa oratoria tan excelente y así lo fue. En ese entonces, poco después, recuerdo que en las giras de Esther Zuno de Echeverría se lo llevaba.
EDMUNDO GONZÁLEZ LLACA: ¿Podrías hacer La definición de cómo era el queretano en tu época y de todos los casos que has visto hay alguno que especialmente haya sido un parteaguas en tu práctica médica?
PACIENTE INOLVIDABLE
PAULÍN: Puedo pensar en muchos casos, pero podría referirles el de un señor por quien tuve mucho afecto y mucho respeto, don Pepe Fernández de Cevallos, el papá de Diego. A él lo atendí por el año 61-62. Cuando llegó a mis manos, había sido atendido por otros doctores de una afección en el hígado. Ya lo habían operado pero le había reaparecido y tuve que hacerle laparotomía para drenarlo, pero le volvía a aparecer. Su origen amibiano, que había sido al principio, después se contaminó con otros gérmenes resistentes a las medicinas que había en aquél entonces. De modo que pasaba una semana y volvía otra vez con fiebre y tenía yo que identificar en dónde se había formado otra colección y tenía que hacerle otra punción o intervención. Y él, siempre recio y aguantando. Un día ya lo di por curado, ya estaba bien, pero pasado un tiempo regresa otra vez con fiebre y dolor. Entonces lo pasé para que lo viéramos con los rayos X y se vio que traía una nueva colección en un lugar profundo y le tuve que decir, don Pepe, quiero ver la posibilidad de poderlo puncionar, nada más que esto lo tengo que hacer a la vista. Entonces hablé con mi papá y lo pusimos detrás de la pantalla fluoroscópica. Estaba tan débil que dos de sus hijos lo sostenían. Entonces se apagó la luz, yo tenía los elementos, le puse un poco de anestesia local alrededor y con una aguja larga y gruesa comencé a introducirla con una jeringa grande. Y él estaba firme, aguantando. En cierto momento debe haber notado que estaba yo temblando y entonces me dice: ¡no tiemble médico! Y entonces sentí que el pistón de la jeringa se me iba para atrás. Prendan la luz. Yo no sabía si era sangre, que hubiera picado una gran arteria o que fuera pus, lo que finalmente fue, afortunadamente. Ya lo hicimos, le dije. Qué bien, qué bien. Pero ¡firme el hombre!, realmente un ejemplo.
SERGIO VENEGAS A.: ¿Cuál es su secreto para vivir casi un siglo y tan bien? El de don Manuel de la Llata, según contó, era no haberse casado, no beber ni fumar. Y vivió más de 100 años.
PAULÍN: Lo mío ha de ser cosa genética. Usted sabe que mi padre llegó a los 104 años. Hoy se cumplen dos de la muerte de mi esposa y, a diferencia de don Manuel, no fui enemigo de las copas.
VIVIR EN ARMONÍA
EDMUNDO: Un mensaje final a los queretanos.
PAULÍN: Recomendaciones a los jóvenes médicos, sobre todo que identifiquen muy bien la accesibilidad a la medicina de cada uno de sus pacientes, porque a veces se ofrece una medicina cara a personas de menos recursos y consecuentemente no se cumple y se deteriora la economía de los enfermos. El médico tiene que atender no solamente la enfermedad. Tiene uno que conocer al enfermo. No es lo mismo que alguien tenga un cáncer y pueda atenderse económicamente y otra que no y sino tiene seguridad social es difícil. Actuar con humanidad y con cariño, ese es mi mensaje para que su ejercicio sea verdaderamente eficaz. Ahora, para los queretanos, que haya confianza en la vida, que no vivamos con este temor que es ya un signo de los últimos tiempos. Que vivamos en armonía y apoyándonos y que contemplemos un buen futuro para nuestro país y nuestro Querétaro. Que pidamos a las autoridades atender bien las necesidades, como el tránsito. Me siento muy honrado con esta entrevista y deseo que los medios sigan prosperando y orientándonos en cuento a los conocimiento de nuestra vida de Querétaro.
PDA: Muchas gracias, doctor Paulín.
POR: SERGIO ARTURO VENEGAS ALARCÓN