DEL ZÓCALO A LOS PINOS
Oaxaca no merece ser tratada así
Hace algunos años, un muy distinguido periodista y analista político vino a la Ciudad de Oaxaca de Juárez; ya conversando o mejor dicho, él ponderando la belleza de nuestra ciudad me preguntó ¿cómo definirías a tu Estado?; sin pensarlo le respondí “Oaxaca es un Estado donde la normalidad democrática es el conflicto”; y en efecto, los oaxaqueños disputamos como si en ello nos fuera la vida por una mojonera, un camino, una cancha de basket, la ubicación de un monumento, qué nombre ponerle a una calle, dónde construir un mercado, el amor de una mujer; y ya no se diga por las buenas y malas razones y sin razones políticas. Alguna vez, un gobernador aseguró que “el índice de agostadero era cómo de veinte mil políticos por hectárea”, seguramente transcurridos algunos lustros la proporción ha aumentado; quienes quieren dibujarnos de la mejor manera aseguran que “hasta el quesillo enredamos”.
Oaxaca podría ser por si sola un país de cualquier lugar del mundo; su integración multicultural se ve reflejada en el sincretismo de la convivencia en ocho regiones que albergan más de 16 etnias, cada una con su historia, costumbres, lengua, creencias únicas; es el Estado con mayor biodiversidad de México, recuerdo un estudio realizado por mi amigo Cuauhtémoc González sobre la palma camedor, que la ubicaba como única en el mundo; se registran en nuestro Estado 1431 especies de vertebrados de las cuales 736 son aves; por si no lo tenían registrado, Oaxaca supera en especies de aves a los Estados Unidos; también está considerado nuestro Estado como el de mayor complejidad geológica de México, la flora y la fauna en su conjunto es la más rica del país; en número de municipios también, con mucho superamos la media nacional y los usos y costumbres aún vigentes son motivo de estudio internacional; y así podríamos seguir ponderando la belleza mágica de nuestros cielos, montañas, valles, culturas, visiones y tradiciones.
En contraste, en nuestro Estado, aún se manifiestan los rezagos sociales que provocan desigualdad y pobreza lo que en no pocas ocasiones ha provocado confrontación y violencia; el reclamo a través de manifestaciones, marchas, consignas, plantones es casi permanente; por consecuencia lógica el centro de tales expresiones lo es la Capital del Estado; la única, señorial, majestuosa Oaxaca de Juárez, “la tierra donde nací y en donde están mis amores” diría el trovador; la Ciudad de mis ancestros y donde no tengo duda, reposaran nuestros restos independientemente del lugar donde nos sorprenda la veleidosa parca; la misma donde abrevamos en su Universidad Autónoma Benito Juárez los conocimientos para transitar por los campus de la otra Universidad, la de la vida; ella es, permanente inspiración desde los tiempos en que recorríamos sus cañaverales hasta cuando transitando durante cinco años, seis meses, dos días, diez y seis horas, veinticuatro minutos por mi Gulag, volver a recorrer sus calles era razón para sacar la casta frente a la intolerancia.
Oaxaca, en náhuatl “en la punta del huaje”; fundada por los Aztecas enviados por el Emperador Ahuízolt, allá por el año de 1486; declarada por Cedula Real en 1532 de Carlos I “Muy noble y leal Ciudad”; llamada hasta 1821 Antequera y al día de hoy a juicio de la UNESCO Patrimonio de la Humanidad; la misma donde en sus valles y sus plazas conviven como en ningún lugar de Latinoamérica las manifestaciones de dos épocas, la prehispánica y la colonia; Monte Alban, Mitla, Zaachila, La Soledad, San Felipe Neri, el Carmen Alto y Bajo, San José, la Sangre de Cristo y qué decir de Santo Domingo considerado de los más bellos del mundo por el arte que alberga son testimonio de ello; el arte culinario es otra de las riquezas, a la que hay que agregar, al día de hoy la generación de músicos, compositores, actores que honran su estirpe; en la que destacan con singular vehemencia los Creadores Gráficos, cuyas obras son reconocidas en todo el planeta y de los que me abstengo de mencionar nombres por temor a cometer una omisión; es Oaxaca donde se le canta al amor y al desamor. Por todo ello y más mucho más hay que considerar, como la síntesis de nuestras identidades, de nuestras culturas, de nuestra historia a la GUELAGUETZA; encuentro que nos une y hermana lo mismo cual si se tratara de Tirios y Troyanos, Montescos y Capuletos; por lo qué nadie tiene derecho alguno de atentar contra ella.
Es el Oaxaca donde una tarde, según me narró mi inolvidable Pepe Jara, sentados en el pretil de una fuente en el Hotel de Árbol, Álvaro Carrillo al escuchar el canto de los pájaros tomó las guitarra y compuso “Cada muchos años la suerte es conmigo, como la tuve ahora yo la esperaré, y aunque pase el tiempo, como no te olvido, cada muchos años yo te buscaré, no sé si es una maldición que a nadie pueda darle yo, mi roto corazón, sí es hoy la noche del adiós permite que te diga mi canción, mi pobre voz, yo sé que tú me encontraras y como pobre piedra del camino me verás, pero comprenderás tu error, y entonces, cantaremos para ti los pájaros y yo”.
Sin embargo y es fundamental, reconocer el carácter de los oaxaqueños, su vocación política y democrática evidenciada desde las luchas de la Independencia, la Reforma, la Revolución hasta el Movimiento Estudiantil del 68 y el 70 del siglo pasado, que dio surgimiento al movimiento guerrillero, a la COCEI, la COCEO; y en la época actual, el MULT, el Movimiento Magisterial y muchas más Organizaciones Sociales de muy variados orígenes e intereses.
Es en ese contexto, es como hemos aprendido a convivir; nadie en su sano juicio puede oponerse a las justas reivindicaciones; es parte de una normalidad democrática, en la que se valen y hasta aseguraría son validos y necesarios tender puentes para el acuerdo político; pero ni el Estado, ni los movimientos sociales, deben confundir la tolerancia con la complicidad, la negociación política con la rendición incondicional; es tiempo de desterrar los acuerdos en los sótanos; Estado y Organizaciones deben transparentar ante la sociedad demandas y concesiones.
Y sobre todo los oaxaqueños demandamos a quienes hoy agreden a nuestro Estado, a nuestra Ciudad respeto a sus orígenes que son los de todos y nos dan identidad.
Oaxaca no merece la agresión de que está siendo objeto.
¡Es viernes “hoy toca”! diría Germán Dehesa.
¿Alguien puede asegurar que esto ya esta decidido?.