VENENO PURO
El debate sobre la conducta de la mayoría absoluta dentro de sendas Cámaras del Legislativo, esto es de franco apoyo a “su” presidente con la conocida arenga “es un honor estar con Obrador” –ahorrándose el “López” para que sea más contundente e inconfundible-, recala en el imperativo de que la fracción de Morena y las de sus aliados, el desahuciado PES, sin registro, y el Partido del Trabajo que de no haberse coaligado al partido de Andrés hubiese quedado fuera, entienda que no son ellos “los mejores servidores del mandatario”, como suponen no pocos de ellos, y se conviertan en lo que en realidad son: representantes legítimos de los intereses del colectivo, del pueblo de México.
Por desgracia, si el presidencialismo a ultranza se vuelca, de nuevo, hacia los parlamentarios éstos carecerán de utilidad y más valdría suprimirlos para ahorrarse una tajada multimillonaria, mucho mayor a la obtenida por las inminentes rebajas de los salarios del presidente, ministros, diputados, senadores y, por supuesto, los secretarios de Estado; hay varios de éstos quienes ya hicieron cuentas y observan, pasmados, que ganarán menos de cuanto percibían antes de lanzarse a la carrera política, digamos actores, deportistas y personajes públicos ambiciosos.
Y como, de acuerdo a la Constitución, NINGÚN funcionario puede ganar más que el presidente los más afectados son, sin duda, los altos miembros de la Suprema Corte de Justicia y los integrantes de los órganos electorales cuya moral ha quedado por los suelos –de hecho así está desde 2006-, por lo cual en vez de pedir mantener sus emolumentos deberían clamar porque no se hagan auditorías y puedan salvar sus alteradas conciencias de un destino atroz, en la terrible oscuridad de las celdas.
En fin, no entiendo que debamos sostener a un Congreso, cuya insólita composición nos remite al “mayoriteo” priista que terminó en 1997 cuando el PRI quedó por debajo, en número de asientos, que sus oposiciones en conjunto, destinado a lanzar loas al presidente y a hacer las veces de lacayos formales en busca de ascender en sus respectivas carreras hacia los oasis de las gubernaturas o del gabinete. ¿Acaso Ricardo Monreal no desea dar el gran salto y Marcelo Ebrard, el canciller, no busca cumplir su sueño de dirigir a este país para prolongar el proyecto de Morena? Lo segundo no estaría mal.
Las ambiciones no son exclusivas, ni mucho menos, de quienes fueron derrotados el primero de julio del año pasado; van creciendo en los vencedores al ritmo de la importancia que cobra Andrés en todos los foros, sea negociando o de plano imponiendo directrices desde los últimos meses de peña en Palacio.
En esta línea, el senador Martí Batres, de Morena claro, se quejó de la intervención del presidente de la República en cuanto a la elección interna que le impidió reelegirse en la Mesa Directiva de la Cámara Alta. Si esto ocurre ahora no podemos marcar diferencias con el pasado atroz que nos alcanzó de nuevo.
Un congreso avasallado es tan inútil como un pajarito sin pico y enjaulado, casi muerto. No tiene sentido gastar en el mismo; basta con que se apliquen otras funciones para no perder el tiempo ni desperdiciarlo en largos dictámenes a resolver “en votación económica”. ¡Qué festejen la Navidad desde ahora! O que Andrés les pida quitarse sus ropajes de lacayos para hacer vivir la autonomía entre los poderes de la Unión.
La anécdota
¿Cuántas generaciones de mexicanos deberán pasar para lograr a hazaña de superar la implacable deuda pública que ya suma 10 billones 147 mil millones de pesos? A todas luces es impagable y los niños que están naciendo no traen un bolillo debajo del brazo sino aproximadamente 82 mil pesos per cápita de los empréstitos que se le adjudican inmoralmente a los mexicanos.
Hasta la era del felón miguel de la madrid, no podían contraerse deudas públicas si no se destinaban, específicamente, a la construcción de infraestructura básica; pero el Congreso presidencialista aprobó una iniciativa para que el mandatario se saltara a los propios legisladores y actuara sin restricciones, permisos ni vigilancias de ninguna naturaleza; como un jeque árabe, digo.
Las consecuencias: ahora el gobierno mexicano debe 10 billones 147 mil millones de pesos que aumentan a un ritmo mayor a los dos mil millones de pesos al día. Herencias del PRI que debieran declararse nulas de origen. Este es el tiro a dar, señor presidente.