VENENO PURO
Ladrones de fantasmas
El escándalo del huachicoleo es, sin duda, el mayor ejemplo de alta corrupción en la historia reciente de México. No hay precedentes de algo similar lo que representa, además, una vergüenza para todos los medios informativos que no supieron dar cuenta de la gravedad de los hechos, como tampoco lo hicieron los expresidentes, comprometidos hasta el cuello, ni ninguno de los funcionarios, desde los distintos procuradores de la República hasta los directores de la privatizada Pemex más interesados en dotar de plataformas a Fox, Calderón, Salinas y Peña desde luego además de Gamboa Patrón y Manlio Fabio Beltrones entre otros pillastres de la vida nacional. Es el operativo terrorista de mayor calado que atenta aún contra la economía del país.
Todos están embarrados, no solo unos cuantos; y es menester subrayar que la persecución contra este fenómeno vergonzoso ha sido el arranque del combate a la corrupción prometida para iniciar la senda de la cuarta transformación. Por ello, claro, hemos atestiguado el absurdo de que algunos distinguidos miembros de la derecha, con sus consabidos testaferros y mercenarios incrustados en no pocas empresas de comunicación, griten al cielo pidiendo que se resuelva primero el desabasto de gasolinas antes de fulminar el robo de combustible que encareció el producto, en una nación petrolera bajo el sello de la más lacerante impunidad que recordemos.
¡NO! Es menester llegar a las últimas consecuencias y no permear el asunto combatiendo el delito y dejando a su aire a los delincuentes y criminales que posibilitaron el saqueo desmedido y brutal. ¿Cuántas manos están sucias? Ya mencionó López Obrador a sus predecesores como “omisos”, esto es que hicieron la vista gorda, como cúspides del robo multimillonario calculado en 66 mil millones de pesos al año. Las fugas no han sido sólo de gasolina y diesel sino también de capitales a su máxima capacidad; y esto NO puede quedar así.
Reza la ley que cualquier funcionario que tenga conocimiento de un delito, y más cuando se trata de uno de dimensiones espeluznantes, debe hacer las denuncias correspondientes para proceder judicialmente. No hacerlo implica una tremenda responsabilidad que debe ser castigada con la destitución del cargo y la consiguiente inhabilitación para ejercer funciones públicos. Esto es muy serio y no puede soslayarse porque está en juego, nada menos, la estabilidad de la administración en curso y la de México en su conjunto.
En este caso, hay muchos que tienen metida la mano en los bolsillos de otros, solapadores o negligentes, quienes fraguaron y construyeron una red infame de ladrones dispuestos a beneficiarse del hurto descarado al recurso, nuestro petróleo y nuestras gasolinas, más preciados para un conglomerado en desarrollo y necesitado de elementos para poder mirar al futuro sin dependencias respecto a las grandes potencias del orbe. ¿O es este el destino que nos impusieron los perversos del norte para mantenernos arrodillados?
El presidente López Obrador debe llegar al fondo; es el primer gran desafío a su gobierno y es deseable que pueda resolverlo sin medias tintas, llegando gasta lo más alto de la pirámide. Bien podría iniciar la escalada llamando a cuentas, a través de la PGR, al bandido Carlos Romero Deschamps, “líder” de los petroleros, hasta llegar al último peldaño en donde se arremolinan quienes forman ya la Conferencia de expresidentes sin pensiones.
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