EL CRISTALAZO
Mundo sin fin en el tiempo circular
La literatura latinoamericana, ya sea del luminoso siglo de Carpentier, los imágenes complejas de Lezama Lima; las almas fugitivas de Rulfo o el tiempo de regreso sobre sus pasos de García Márquez, tiene mucho de genial invención pero también de extraña crónica de nuestros días.
Hoy los mexicanos emprendemos un largo viaje cuyo fin o destino ni siquiera se atisba todavía, pues la jornada no ha empezado, es apenas una insinuación remota y cierta, pero cercana y dudosa, para seguir con estos juegos del tiempo y el espacio desdoblados.
Hace unos años Luis Echeverría acusaba a los empresarios de fomentar (¿patrocinar?) el terrorismo. Hoy, Andrés Manuel López los acusa de golpistas en la promoción (¿patrocinio?) de fraudes electorales y de secuestrar del poder público, para mandar sin siquiera poder mandar (¿?).
El tiempo gira, la rueda da vueltas y todos seguimos en el mismo lugar, inmóviles y desplazados.
Leamos lo de ayer y lo de hoy. El ayer presente, el hoy remoto.
Echeverría. 1 de septiembre de 1974:
“…Golpes de Estado en algunos países latinoamericanos han sido precedidos por las campañas de rumores que se originan en algunos círculos empresarialesirresponsableso que fomentan estos actos de terrorismo para suscitar la confusión.
“Nosotros hemos dicho que no podemos seguir un esquema, para nuestro desarrollo, meramente desarrollista, sin un espíritu de justicia social; que frente a los chistes de mal gusto, frente a los rumores y frente a muchos de estos impulsos que tratan de fomentar el terrorismo, quede eso bien claro.
“Otros que se dicen de izquierda tratan de sembrar la confusión con la finalidad de que mediante la represión haya una polarización de fuerzas socialesen que también llevan agua a su molino. La maniobra, de unos y otros, está muy clara. Estamos, pues, apercibidos…”
Hoy, ayer, en plena campaña electoral, López se trenza contra los barones del capital, los nuevos encapuchados de Chipinque:
“…Expresó que los de la mafia del poder pensaron (sitio oficial AMLO) que en campaña iban a poder tirar la piedra y esconder la mano, apoyar a los candidatos que no quieren el cambio, aportar dinero, difamar con guerra sucia y que no se les podía señalar, porque son los que mueven los hilos, son los que mandan y ni siquiera mandan.
“Son tan ingratos que ellos cuando les convenía apoyaron a Peña y ahora son los que más han ninguneado a Peña Nieto, lo convirtieron, porque así son de siniestros, lo convirtieron en el payaso de las cachetadas”, expresó al señalar que no tiene enemigos, ni quiere tenerlos, lo que tiene son adversarios.
“Sobre que antes del debate, era amor y paz, pero después del debate es más crítico, López Obrador externó que no tiene un doble discurso, no tiene una doble moral, no es como sus adversarios que su doctrina es la hipocresía, “yo le llamo las cosas por su nombre, que son una mafia de poder”.
“…No quiso generalizar, pero “algunos de los que avalan el documento de Consejo Mexicano de Negocios han impedido el que haya una auténtica democracia en el país, han ayudado en los fraudes electorales del 2006, quieren repetir lo mismo. En el 2006, firmaban por lo menos sus mensajes, ahora es pura guerra sucia.
“Indicó que hay empresarios que se dedican a financiar mensajes, documentales en contra del candidato de la coalición “Juntos haremos historia…”
“Expuso que hay un grupo que se opone a que le vaya bien al país y por eso no quieren que haya un cambio de régimen, no quieren dejar de robar y no quieren perder el privilegio de mandar.”
Una tibia mañana del agosto en el año 2006.
El Zócalo de la ciudad de México está colmado por la invasión de un asentamiento temporal de hombres y mujeres precariamente traídos de los Estados para el muy efímero empleo de protestar por un fraude electoral. La plaza es, de algún modo, hermosa y bullente en la prolija variedad de los toldos de plástico y las tiendas de campaña y las banderas de orgullo y militancia del Partido de la Revolución Democrática. La estética del fanatismo.
Casi en la desembocadura de la Calle Madero, se alza una estructura alta, simple; de madera, como la silueta de una guillotina, con las fotografías de los conductores de la principal empresa de la televisión del país. El logotipo de Televisa (naranja, azul y amarillo) ; ese ojo diseñado por Ramírez Vásquez, resulta incómodo, fuera de lugar. Tiene una mancha negra, como de furiosa brocha.
Los conductores son condenados, zaheridos. La manta vengadora los acusa de complicidad en el fraude. Y les pregunta hiriente: ¿Tercer grado?; ni de primaria, ¡cabrones!
Más allá hay otra manta de ingenio mordaz y soez: ¡Señora Hinojosa, ¿por qué parió esa pinche cosa?
Pero el tiempo da vueltas. Televisa pone nuevamente al aire la emisión de análisis político “Tercer grado”, y el primer huésped es Andrés Manuel. El candidato acude modoso y bien portado. El tiempo ha cambiado.
–Buenas noches.
–Buenas noches, se escucha en el luminoso estudio.
Pero cuando el tiempo pasa los hombres cambian. Las mujeres también. “O tempora o mores”, decían los latinos. Vaya cosa.
Tatiana Clouthier, quien mucho lloró la muerte de su padre, el ex candidato presidencial panista, ex dirigente de la Coparmex, antes de irrumpir vehemente en las lides políticas, fallecido en un mortal accidente de inmortal sospecha carretera, hoy riñe en un equipo adverso al nuevo presidente del mismo sindicato patronal de su genitor, Gustavo de Hoyos, quien dice, no podemos permitir las acusaciones y groserías y pendencias de Andrés Manuel. Y Tatiana es ahora vocera del candidato puntero.
Vaya cosa.
Como ahora trabaja en ese equipo el hombre bajo cuya presidencia el PAN logró su segunda presidencia republicana, Manuel Espino, furibundo derechista, “yunquista” y todo lo demás; hombre de confianza en la nueva conformación del mosaico de las conveniencias. Tal el siempre acomodaticio Germán Martínez.
Dos ex presidentes de Acción Nacional, uno vencedor y retribuido con la expulsión por haber herido al ampuloso Felipe Calderón en la hora buena del reparto de prebendas, posiciones, puestos y dineros, y otro, echado, de manera vergonzosa, por su inepto desempeño en las acciones electorales.
Todo cabe en el futuro, especialmente el pasado.
Quizás no quepan ni la vergüenza pasada, ni el decoro de ayer, si hubiera habido tal; ni la pretérita congruencia, ni la ideología de antaño, ni la dignidad evadida, ni el sello, la raíz, la distinción, el linaje o cuanto haya por añorar. No caben por inexistentes, porque nunca fueron, porque todo es el juego de los disfraces, las máscaras y las apariencias.
Eso es la política, como alguna vez dijo el cardenal Mazarino:
“Nunca hables mal del partido que tenga más seguidores, aunque tu no seas uno de ellos.”
Vaya cosa.
Y en la búsqueda de la entraña, así se quiera hallarla en la epidermis del apresuramiento, René Juárez Cisneros, como relevista en la presidencia del PRI, llega a la campaña de José Antonio Meade quien revela, sincero o ingenuo, su autoría en la salida de Enrique Ochoa y trata de atajar los rumores con la divulgación de una gozosa fotografía de Aurelio Nuño en feliz compañía del moreno guerrerense cuya cepa y raigambre desentona con los nuevos “itamitas” enquistados en el equipo del tercer lugar cuya esperanza es un gol de ultimo minuto o dos o tres, pues el partido avanza con la claridad de los americanista contra el puma.
Pero mientras la “lucha de clases” se reedita en una versión de caricatura y los “morenos” no parecen despeinarse en el juego y rejuego de la denuncia y acusación de los empresarios, ni se le caen plumas al gallo, el país se despierta con gasolinas de veinte pesos por litro, lo cual le será sumado a las desventuras del señor José Antonio Meade, a quien le han colgado sin justicia plena, la paternidad del gasolinazo, cuya repetición impedirá el hombre de todas las soluciones sin solución alguna, don Andrés Manuel, cuya vara mágica podrá contra todos y contra todo porque suyos son el poder y la gloria y para eso fueron sembrados, durante años, todos los árboles de la inconformidad, la denuncia, la mendacidad, el desencanto, la inconformidad social, la rabia y el desprecio hasta formar un bosque de irritación incontenible.
Y mientras, el gobierno jugaba al golf. Vaya cosa.