EL CRISTALAZO
Ahora a debatir el debate
Ignoro hasta este momento cuántas culturas hay en el mundo.
No me refiero a esos vastos conjuntos de acumulación tradicional e idiosincrática de los pueblos; a sus manifestaciones creativas, a su arte, a su folclore (en sentido amplio); no
me refiero a las “culturas de ocasión”, a las pequeñeces sobre las cuales no tenemos hábito o costumbre, así a estas carencias se les llame erróneamente, “cultura”.
Y en estos días ya comenzamos a soportar la queja de los correctos: no tenemos una cultura del debate político.
Los grandes debates se dan en los parlamentos con la plena libertad del temperamento no con el encorsetado interrogatorio de preguntas ñoñas en voz de conductoras de televisión casi siempre restringidas, maquilladas y con pestañas postizas.
Por eso al registro de las actividades en el Poder Legislativo, se le llama Diario de los Debates y en México hay suficiente documentación para probarnos cómo en este país se han debatido y discutido las cosas hasta extremos de gravedad, como ocurrió cuando los diputados anti maderistas formaron aquel temible “cuadrilátero” de cuya ponzoñosa elocuencia no se salvó Don Panchito, hasta las consecuencias ya conocidas y trágicas.
Solo para la memoria recordemos a esos temibles polemistas descarnados: Nemesio García Naranjo, Querido Moheno, Francisco Olaguíbel y José María Lozano. Entonces si hay tradición del debate, como para hablar de una tradición (hubo quien terminara su polémica dándose un tiro sin bajar de la tribuna). Si no se ha hallado una forma de trasladar eso a los debates presidenciales, es otra cosa y se debe al exceso de control impulsado por la desconfianza y coronado en el INE.
Pero en materia de debates presidenciales o de candidatos a la presidencia, mejor dicho, los resultados son escuálidos pero no por falta de tradición política, sino por la cerrada legislación electoral y el terco afán de siempre: quedar bien mediante la fórmula infalible para no lograrlo: tratar de darles gusto a todos.
Y por el principio de la “equidad”. Todos participan en el espectáculo para la TV y el debate termina centrado en las protuberancias mamarias de una edecán cuya gentil cintura se balancea al paso de una urna de donde se sacan las preguntitas para los candidatos.
Un ridículo en todos sentidos, como ya se ha visto cuyo único resultado positivo ha sido un contrato en “Playboy” para la modelo.
Pero todo eso se debe a la mala legislación electoral, cuyo contenido casi completo es una vergüenza, sobre todo en cuanto se refiere a los medios de comunicación, la propaganda y la difusión; la organización de los debates (¿y por qué los debe organizar la autoridad electoral?) y tantas otras cosas, como el mismo financiamiento. Pero esas leyes tenemos y con ellas se debe jugar.
Sin embargo la solución nos llega de otra parte. O la aparente solución: un señor muy conspicuo, dueño de casi todas las verdades políticas de la vida mexicana, nos ha dicho: se deben organizar diez debates. Nunca nos dijo cómo, excepto por sus vagas recetas. Pero eso fue suficiente para cimbrar al Instituto, Nacional Electoral cuya capacidad de temblor lo hace altamente sísmico. Los consejeros parecen gelatinas: se mueven pero no avanzan.
Y aparecieron con el huevo de Juanelo:
“El Instituto Nacional Electoral (INE) analiza un nuevo formato mediante el cual los partidos políticos podrán contrastar el contenido de sus plataformas electorales en las próximas semanas, informó el consejero presidente, Lorenzo Córdova.
“En entrevista dijo que el INE, al igual que en su momento lo hizo su antecesor, el Instituto Federal Electoral (IFE), prepara la logística para los foros de discusión, a fin de que las fuerzas partidistas debatan sus propuestas de campaña y la ciudadanía las conozca.
“A mí me gustaría un debate en el que se haga énfasis en las plataformas de campaña y precisamente por eso vamos a estar organizando, en las próximas semanas, foros de discusión como los hacía en su momento el IFE. Estamos pensando nuevos formatos para discutir las plataformas electorales”, expresó al término de la sesión del Consejo General”.
Así pues estamos a punto de conocer la logística (nueva, porque si no es nueva no vale) para el contraste de las plataformas, lo cual es decirlo todo para no decir nada, pues el contenido de esos conjuntos programáticos y teóricos, supuestamente ideológicos de los partidos (denominados ampliamente como plataformas), resulta siempre un papasal de lugares comunes envueltos en el celofán de la demagogia.
La verdad, las declaraciones de principios de los partidos y sus documentos básicos, son evangelios mal escritos, convocatorias falsas, principios incumplidos y manchas de tinta en papales inservibles.
En México jamás se han contrastado las ideas (a veces resulta difícil si no las hay), como en ninguna parte, es cierto. Aquí alguien gana un debate –sin mayor trascendencia–, sólo con ponerle un “banquito” al oponente o cuando alguien impone su carisma y le dice al otro, “ya lo sabemos, eres un buen muchacho, pero nada más, como hicieron Fox y Fernández de Cevallos con Labastida y Zedillo.
Los debates no deberían ser organizados por el INE sino por Oscar de la Hoya o Don King, Parnassus o Luteroth. Serían más divertidos.