COLUMNA PLAZA DE ARMAS
Cervantes, el ultimo de nuestros ilustres
En memoria: Sabino
- A 13 años de la muerte de nuestro poeta
- La caballada está gorda: Luis Bernardo
- Llama Pancho Pérez a la unidad del PRI
- Las traiciones de Verónica Hernández
POR: SERGIO ARTURO VENEGAS RAMÍREZ
El maestro.
Ayer se cumplieron 13 años de la desaparición del último de nuestros ilustres, el poeta Francisco Cervantes Vidal, el único queretano recipiendario del “Xavier Villaurrutia”, máximo premio de literatura de México.
Era, en palabras de Hugo Gutiérrez Vega, el único lusitano nacido en Querétaro, porque tradujo y divulgó a Pessoa, recibiendo las más altas condecoraciones de los gobiernos de Portugal y Brasil.
Cervantes, fallecido a los 66 años, escribió poemas luminosos y, reconocido por Gabriel García Márquez, los libros mejor titulados: El sueño del juglar, Caballero a la medida, Materia del Tributo, Cantado para Nadie, Heridas que se alternan, La música no tiene quien la escuche y Los huesos peregrinos.
Temido por la derecha que lo expulsó y regresó a su tierra cuando ya venía de todo, don Francisco vivió sus últimos años en una modesta casa de las calles de Pasteur, propiedad de la Junta Vergara.
Antes, en 1986, el gobernador Mariano Palacios Alcocer le entregó el primer reconocimiento de su tierra: la medalla “Heriberto Frías”, en el Teatro de la República.
Además de poeta y traductor, Francisco Cervantes fue un gran creativo de la publicidad, con la que ganó carretadas de dinero, creando campañas para compañías vitivinícolas (“Como el viejo decía: si las cosas fueran fáciles cualquiera las haría”) y para aquella tarjeta de crédito “tan efectiva como el efectivo”.
Todo se lo gastó en mujeres y vino, presumía.
Por eso pasó estrecheces en la tercera y última edad, peleando una beca de Conaculta que le quitaron por no entregar a tiempo sus trabajos, pero disfrutando el calor de pocos, pero buenos amigos -como Miguel Bringas, Santiago Carbonell, Ignacio Padilla, Enrique Vallejo, Dora Guzmán, Roberto González y Diego Prieto- así como la admiración de sus alumnos que le cambiaban comida por palabras.
Nuestro jefe, lo convenció de volver a escribir en el periódico que dirigía entonces, apoyado en un amigo común, Miguel Bringas Rodríguez.
Ahí firmó sus últimos artículos, especialmente el de Cervantes por Cervantes, en los 400 años de El Quijote, en 2005 y Nostalgias Navideñas el 19 de diciembre de 2004, solo un mes antes de morir.
Una foto de aquella comida del convencimiento, en el restaurante Josecho, tomada por Jesús Ontiveros, sirvió para perpetuarlo en la estatua de William Nezme, colocada afuera del Museo de la Ciudad, en donde trabajó a su regreso. Hasta que Antonio Loyola Vera lo llevó al Centro Cultural Manuel Gómez Morín, que dirigía y le dio su nombre a la Biblioteca del Estado.
Lo convenció de aceptar tal homenaje el propio gobernador Ignacio Loyola Vera, sobre todo al responder positivamente a una pregunta fundamental: ¿Y el homenaje no podría venir acompañado de un chequesito?
Así se lo contó él poeta a mi padre.
Y el final. La noche del 23 de diciembre de 2004, justo a un mes de morir, le dijo: Ya no les voy a durar mucho.
Por eso, buscaría a sus dos hermanos y quizá hasta su primera mujer para arreglar viejos asuntos.
Anduvo despidiéndose el poeta.
A sus 66 años ya no esperaba nada. Ni siquiera el Honoris Causa que la UAQ le preparaba y del que nunca supo. Antes, en agosto de 2004, soltó: “Estudié Derecho en la Universidad Autónoma de Querétaro, pero no me titulé. Yo el único título que tengo es el de hijo de la chingada”.
Genio y figura
Pero ya no hubo tiempo para el homenaje. Como tampoco lo ha habido para darle su nombre a una calle, la actual Industrialización de Alamos, que el Ayuntamiento panista de Manuel González Valle aprobó. Ni tampoco para llevar parte de sus cenizas peregrinas, las depositadas en el templo de San Antonio, al Panteón de los Queretanos Ilustres.
No ha habido tiempo. Es que murió hace apenas 13 años, que se cumplieron este martes y aquí las cosas van lentas. Tanto que los últimos en ingresar fueron los Constituyentes queretanos del 17 y José Guadalupe Ramírez Álvarez, fallecido hace 32 años.
Algún día, pues.
Mientras tanto, Querétaro está en deuda y lo seguirá estando con Francisco de Paula Hugo Cervantes Vidal.
El último de nuestros ilustres.
-OÍDO EN EL 1810-
Predestinado.
Que la caballada del PAN está gorda, dijo el aspirante a la alcaldía capitalina Luis Bernardo Nava.
Muy buena.
-¡PREEEPAREN!-
Unidad.
Eso pidió este martes el precandidato del PRI a la presidencia municipal de Querétaro, Pancho Pérez Rojas, al presentar los documentos de las principales organizaciones a su favor.
El aspirante a la alcaldía y notario número dos de la ciudad, llegó acompañado de su esposa Lucero Loarca y de numerosos simpatizantes que coreaban el lema “Pancho, presidente”.
En un breve mensaje a los asistentes les ofreció recuperar la seguridad, la movilidad y la honradez en el Ayuntamiento de Querétaro.
Mucho le aplaudieron.
-¡AAAPUNTEN!-
Alerta tricolor.
Por cierto, hay quienes piensan lanzar una búsqueda para encontrar al presidente del comité directivo estatal del PRI, Juan José Ruiz y al delegado cuyo nombre no me he podido aprender. Están desaparecidos.
La última vez que los vieron fue en el Real de Minas.
Dicen.
-¡FUEGO!-
Las traiciones de Verónica.
La diputada panista Verónica Hernández pretende perfilarse para la reelección, aunque no se sabe por cuál partido ya que en las pasadas elecciones hizo alianza con el PRI, operando en contra del alcalde Rosendo Anaya y con el Panal en Huimilpan, en contra de Heinze.
Se desconoce cuáles sean sus méritos para repetir, puesto que se ignora trabajo alguno a favor de la gente.
¡Porca miseria!