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Nacionalización de la banca

LA APUESTA DE ECALA

por Luis Núñez Salinas
25 septiembre, 2020
en Editoriales
Levantamiento a las 400 horas

 El recinto en donde se verían el pre­sidente José López Portillo, Agus­tín Legarreta director del Banco Nacional de México y el dueño de Bancomer, Manuel Espinosa Ygle­sias, daba mucho que desear. No era la flamante oficina de Espino­sa, allá en Carranza, en sus lujo­sos espacios de cristales y made­ras, una especie de mezcla entre lo vanguardista de las luminarias y el clásico de las maderas pulidas y es­tofadas de acrílicos transparentes.

Era más bien frío.

Las oficinas del Banco de Mé­xico, a pesar de lo suntuoso virrei­nal del edificio, en general al in­terior, gozaban de una triste mo­destia. Una mesa de caoba que ya venía dejando sus años, unos sillo­nes buenos y fuertes, pero ya des­gastados por el uso. ¡eso sí! una impecable alfombra guinda, unas paredes adornadas con piezas ar­tísticas de Rufino Tamayo, embar­gadas a algunos capos de la droga de los setentas y una que otra lám­para del Art Nouveau, le daba a lo ecléctico del lugar, un tono triste.

Tanto Espinosa de Bancomer, como Legarreta del Banco de Mé­xico, tenían varios meses analizan­do un rumor salido de las oficinas de propia presidencia: ¡nacionali­zar la banca!

¡Arriesgado truco presidencial! —si fuera verdad— debido a que el estado había malgastado todos sus recursos en hacer funcionar las empresas que expropiaron a parti­culares —en anteriores sexenios— y que, al existir volatibilidad en los bancos mundiales, trataron de res­catar la economía con el único bas­tión del capitalismo del siglo XIX: los bancos.

La noticia que ocasionó todo este enjambre del rumor de na­cionalizar la banca mexicana ra­dicaba en que la deuda externa es­taba en 86 mil millones de dólares y el Banco Mundial estaba a días de embargar a México como país.

—¡Ya todo es del estado ca­brón! — decía Manuel Espinosa, mientras se sentaba y esperaban la llegada de López Portillo.

—¡Calma mi Mane! verás que el presidente nos deja claro la pers­pectiva y de una vez por todas, ter­minamos con esta especulación, que está haciendo que los capita­les se vayan del país.

En esta plática estaban cuan­do llegó López Portillo, un hom­bre fornido y bien ejercitado, dis­ciplinado con su salud y en férreas condiciones físicas, es en mucho, el presidente más atlético y fuer­te que ha tenido México, casi un físico constructivista, saludarlo, era recibir un apretón de manos …¡que dolía! y una voz ronca que dejaba a más de uno helado.

—¿Qué pasó mi Manuelete? te miro muy espantado — mientras el presidente se arremangaba su camisa y mostraba una fuerte ca­dena de oro con incrustaciones de diamantes con su nombre, así se estilaba—.

—¡No está de más presiden­te…!

—¡Tú me puedes decir Pepe! ¿qué? ¿acaso ya no te acuerdas de nuestras partidas de dominó?

—¡De madre… dirás mi Pepe! — trató de colocar el chiste.

¡Risas!

—Mira Pepe, no voy a andar con rodeos, en mucho y cercano, me ha llegado el rumor de que de­seas nacionalizar los bancos o es­tatalizarlos ¡no sé! dime.

Mientras la plática se daba, López Portillo se acomodaba sus mancuernillas de la camisa, unos finos gemelos de porcelana china, traídos por una de sus hijas de su último viaje, debido que al arre­mangarse se le cayó uno.

A la vez le miraba de reojo a Le­garreta, tal vez acusándole de que no dijera nada a Manuel, con el fin de no echar al traste, la operación “Centenario 1920” que así se le de­nominó a la investigación manda­da hacer al presidente del Banco de México Miguel Mancera Agua­yo y que tenía como fin, establecer los siguientes pasos a dar, respec­to a la economía mexicana al cos­to que fuera, si el Banco Mundial quería embargar al país se iba a lle­var una sorpresa magna.

—¡Manuel hombre! ¿de qué te preocupas? nos está llevando la chingada la baja del precio del pe­tróleo y los intereses internaciona­les nos comen el mandado, ¿cómo crees en semejante cosa? ¿nacio­nalizar la banca? qué idiotez, ade­más sabemos de buenas fuentes que desea el Banco Mundial em­bargar al país completo.

—Pero Pepe las condiciones y las reformas que haces a la cons­titución percibimos ver que todo va por ese lado.

—¡Nada nada! Manuel ya no veas películas, no mames, ¡lo que sí nos puede sacar del atorón son que bajes esos pinches intereses que nos tiene ahorcados a todos los mexicanos!, se están sirvien­do con la cuchara grande ustedes los banqueros y la deuda aumenta gracias a sus informes continuos al Banco Mundial.

—¡Pero son por cuestiones in­ternacionales!

—¡No te hagas pendejo! baja los intereses cabrón o de verdad vas a ver un golpe bancario sin pre­cedentes, no colmen la paciencia de un presidente ¡no la colmen!

¡Dio un puñetazo a la mesa!

El 30 de agosto de 1982, ofici­nas de Banca Serfín.

La reunión de varios banque­ros de México, casi de manera se­creta —debido a que tenían varios días siendo seguidos por militares con camuflaje de civiles— logra­ron escabullirse a las oficinas de Banco Serfín. La reunión de una vez y por todas, tendría como esce­nario el último informe de gobier­no de López Portillo, al fin y pare­ciera, se vislumbraba una oportu­nidad para que no se diera la tan temida nacionalización.

El Banco Mundial había sido claro con los dueños de los ban­cos en México, serán la herramien­ta para lograr el embargo —que nunca se había dado en este tiem­po a deudores de fondo interna­cional— ¡embargar a México era un sueño de los bancos interna­cionales!

Después de deliberar amplia­mente las estrategias para lograr una paridad y frenar la crisis eco­nómica ocasionada por la caía del petróleo, que había hecho que el dólar pasara de 29 pesos a 49, se les ocurre llamar a presidencia para mostrarles todo el apoyo al mandatario.

Cuando les contestaron —una voz femenina agradable— les con­firmaron que por favor no fallaran al evento — el último informe— debido a que habría temas de je­rarquía máxima en lo referente a la banca en México, en específico, se haría un anuncio importante.

—¿Qué tan importante? – pre­guntaba Marín, del Banco Inter­nacional.

—¡Relevante Sr Marín!

Oficina central del Banco de México, mañana del 1º de sep­tiembre de 1982.

Cuando avisó a su secretaria particular, la Lic. María Eva Al­cántara acerca de su renuncia, el Mtro. Carlos Mancera Aguayo, no podía dar explicaciones al perso­nal, pero estaba consciente de lo que se venía.

Nacionalizar la banca era tal vez el error más grave que comete­ría López Portillo —o acierto para evitar el embargo del Banco Mun­dial— debido a que contribuía a un control del estado completo de los factores de mayor jerarquía en la productividad del país, por querer salvar una economía y cerrar las fronteras, con su famosa “econo­mía interna” solo lograría llevar a la debacle al país, pensaba.

Sería probable —decía Man­cera— que una devaluación ante el dólar se disparara, pero no creo que fuera cuestión propia solo por ello el tratar de nacionalizar, exis­ten factores internacionales.

Aquella mañana del 1º de sep­tiembre de 1982, todos los bancos sin excepción fueron capturados por el ejército y la fuerza públi­ca, a los banqueros se les prohibió ingresar a sacar sus cosas, fueron perseguidos hasta sus casas y cus­todiados —una vez que en el infor­me presidencial anunciara el con­trol del estado de la banca públi­ca— hacia sus oficinas, para que entregaran los libros contables a la federación.

Los banqueros recibieron tal vez el golpe histórico de toda una tradición del manejo de los recur­sos financieros, en siglos de exis­tencia en México. Había bancos que provenían inclusive, desde el virreinato mismo —los menos— y los más, desde las inversiones del siglo XIX, tanto a mediados como a finales.

Último informe de gobierno de López Portillo, 1º de septiem­bre de 1982.

“«…la banca extranjera, sus representantes, las organizacio­nes auxiliares de crédito y el Ban­co Obrero, no son sujetos de ex­propiación o afectación alguna. Los derechos de los trabajadores del sistema bancario serán respe­tados. El viejo anhelo de crear un sindicato bancario podrá fructifi­car, como ocurre en la mayor par­te de los países del mundo. La ban­ca seguirá funcionando normal­mente. Su administración sólo ha revertido a las manos de quien la concesionó: el Estado mexica­no…»

¡Los banqueros se fueron para atrás…!, se pararon y los imprope­rios no se dejaron de escuchar, pe­ro los aplausos de la concurrencia eran de mayor volumen.

Hubo paros cardiacos de los banqueros que escuchaban el in­forme, inmediata compra de dó­lares a nivel internacional los que pudieron y los que no, la ruina to­tal de un negocio, los que ni si­quiera fueron advertidos, aun­que el mayor encono, fue cuando se designó a burócratas, como di­rectores de los bancos, cuando ni siquiera sabían hacer un balance.

López Portillo continuó con su discurso:

«…la banca privada mexica­na ha pospuesto el interés nacio­nal y ha fomentado, propiciado y aun mecanizado la especulación y la fuga de capitales. En suma, na­cionalizamos la banca porque no es admisible que el instrumento domine o condicione el propósi­to, el Estado ya no estará acorra­lado por los grupos de presión…»

¡Más que molesto! Carlos Abe­drop Dávila, al ser cuestionado co­mo el presidente de la asociación de banqueros de México, rugió an­te López Portillo, en una entrevis­ta dada a todos los medios mexi­canos — que obviamente no salió a la luz pública—.

«…lo único que se nacionaliza es el elevado endeudamiento en dólares de la banca privada, sec­tor que no es un traidor sino pa­triota y solidario con los más altos intereses del país y de eso existen abundantes pruebas…»

Ya en la sala de sesiones le men­tó la madre a López Portillo desde su curul de invitado al último in­forme de gobierno, salió despavo­rido a sus oficinas que ya estaban tomadas por el ejército.

¡Nunca más volvió a México!

Ciudad de Washington D.C., Estados Unidos oficinas del Ban­co Mundial, al teléfono Alden W. Clausen, presidente del organis­mo, 1º de septiembre de 1982.

—Mr Alden, el presidente de México Nacionalizó los bancos del país… ¡todos!

—¡Fuck!

—Y acaba de expulsar a todos los banqueros, dándoles solo 48 horas para dejar la nación.

—Por favor agenda una cita con carácter de urgente con él.

—¡También yo fui expulsado del país!…

Fotos: Archivo

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Etiquetas: Agus­tín LegarretaBanco Nacional de MéxicoBancomerJosé López PortilloManuel Espinosa Ygle­sias
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