Bueno fuera que lo que estamos presenciando en la política nacional se tratara de un teatro, una telenovela, una comedia, un circo; serían espectáculos conocidos, este sainete es una especie de lucha campal de todos contra todos. Si no fuera por lo dramático que resulta la violación de la democracia, sus leyes y el saqueo de nuestros recursos, era para reírse. Quien se sienta libre de culpa que aviente el primer video.
«No somos iguales», repite y reitera el Presidente, tiene razón. Los de Morena envuelven el dinero en bolsas de papel estraza, los opositores en bolsas de plástico. Lo que en los opositores son sobornos en la 4T son donaciones voluntarias; la oposición, recibe dólares, la 4T, siempre nacionalista, pesitos mexicanos; lo que en los opositores es corrupción para ganar campañas electorales en la 4T son «aportaciones» a un movimiento social. Lo que en la oposición es el Señor Kors en la 4 T es el gobernador de Chiapas.
El Presidente utilizó a Lozoya como arma propagandística, de lo que se trataba era de forjar un espectáculo y provocar un gran escándalo. Lo que va muy de acuerdo con su estilo de liderazgo en el que rutinariamente mezcla diversión, mensajes de superación, frases bíblicas; reparto de culpas; en general manejo de emociones. Los videos garantizaban todo eso a través de imágenes; tomas clandestinas, personajes importantes. Todo provoca la clara sensación de tener en contacto con una realidad cruda y, por supuesto absolutamente verdadera. El manejo de cantidades fabulosas de dinero, en esta época de tantas carencias, le inocula al espectador la máxima indignación posible.
El Presidente no calculó los riesgos de esta estrategia ni su postura, antes como opositor y compatible con su condición de víctima, a la de ahora, con todo el poder y la corona de laurel en sus sienes, más verdugo y vengador que institucional y mesurado. Los opositores se subieron al potro desbocado del escándalo y difunden «otros datos». Han aprovechado para recordar el pasado, los videos de Bejarano, Imaz, Eva Cadena. Reciente es la denuncia de un ex tesorero del Sindicato Mexicano de Electricistas, quien dice que le entregó dos millones a López Obrador para que mantuviera el plantón de Reforma; la grabación donde supuestamente Julio Scherer, actual abogado de la Presidencia, presiona para que su tocayo eleve «la ayuda voluntaria». Finalmente, una bala de plata con intenciones de enterrar la cruzada de López Obrador contra la corrupción: su hermano recibiendo «aportaciones».
El escándalo radicaliza aún más la polarización, ya animada por el Presidente, el problema es que la inocencia y honradez que presumía. y base de la efectividad de la estrategia, queda desdibujada. ¿Dónde están los buenos y dónde los malos? El mundo deja de ser binario, la popis salpica a todos. El Presidente, con verdadera desvergüenza y descaro se quejaba: «Se ha difundido el video pero no mucho». Para actuar con congruencia López Obrador debería de impulsar la investigación de las denuncias en su contra y promueva la difusión de los videos. Vale dudar de que lo haga. Ante esta proliferación de sospechosos, nace un nuevo emporio: la industria de los brazaletes localizadores, con el lema: “Lozoya somos todos”.