LA APUESTA DE ECALA
Para el Rey de Nápoles y Sicilia —Calo Di Borbone— que en poco sería también Carlos III de España, pasaba por su cabeza una idea que le quitaba el sueño:
Lograr una reforma educativa a las órdenes regulares, en donde la base de todo fuera ir a la corona misma, es decir, ya no habría colegios o corporaciones, el poder regresaría centralistamente a España y todo el reino, cabría en esta idea un rey omnipotente.
Todas y cada una de aquellas órdenes religiosas en España y ultramarinos, estaría sujeta a este cambio, de tal forma que había una serie de materias que tendrían que adaptarse, por ejemplo, para la Compañía Jesuita los temas de química, física y biología tendrían que quitarse de la currícula escolar, y todos aquellos interesados en estas materias deberían de hacer estudios posteriores para aprenderlas.
Cabe destacar que estas materias eran las que lograban ser atractivas a los formandos —sacerdotes en etapa de seminario— que les diferenciaban de otras currículas de órdenes como los franciscanos —dedicados a las misiones en específico— o a los intelectuales dominicos y agustinos, todos ellos de gran calidad y estudio, pero que sin duda la compañía jesuita convertía en aspiracional su sacerdocio —y pensamiento—.
El Rey Carlos III aplicó la reforma —llamada borbónica, que existía desde hace varias décadas con Felipe V, pero no se aplicaba del todo— que de base lograba sobresalir la económica —un libre comercio observado por el rey— administrar desde la corona todos los procesos de mando y ejecución a detalle, el cambio político de los mandos, con ello se incluía a la milicia, que ahora no tendría intermediarios y sería un supremo: El Rey.
Un temor constante se establecía en el Rey, que sus subordinados no ejecutaran bien las reformas —porque en años no lo habían hecho— y que a él la historia le daría la dignidad de ser quien lo hiciera, a puño y sangre.
Por ello las órdenes religiosas regulares recibieron sendas misivas que con lujo de detalle se les ordenaba cumplir, debido a que venía sellada por la corona, eso era justo inminente, que se acompañara por la sanción, no solo la ejecución.
Cuando a la Nueva España llegó la orden, la reforma a quien más lastimaba era a la Compañía de Jesús, a quienes les daba un cambio de más de dos terceras partes en sus programas académicos.
Situación que les molestó bastante.
Pero ¿qué hizo que el Rey Carlos III se ensañara con la orden de los jesuitas en extremo? los religiosos mantenían un acercamiento con el Papa Clemente XIV —quien fue le primer Papa franciscano en la historia, quien se iba a llamar Sixto Sexto, pero los cardenales no lo dejaron por la mofa que traería este nombre—.
Los jesuitas y el Papa mantenían una cercana relación por los constantes informes enviados a los territorios pontificios acerca de los abusos de los peninsulares en la llamada Nueva España, el comercio explotado, las minas, la esclavitud y todas aquellos usos y costumbres erróneos de los representantes de la corona ¿los autores? los jesuitas.
La guerra contra los levantamientos en Paraguay —1750— tenían a la corona en un desliz de lograr una colonia se independizara lo cual fue parado de facto, pero los jesuitas fueron manchados con acusaciones acerca de su infiltración con los indígenas, inclusive apoyarlos económicamente.
Puebla, Colegio de San Jerónimo.
El aún niño Francisco Javier Clavijero, un adolescente ilustrado en las lenguas indígenas y de una compostura académica por encima de sus compañeros, deseaba ingresar al colegio para formarse como fraile de la Compañía de Jesús.
La entrevista con el director del colegio el fraile Barbine, le indicaría si lograba acreditar su aceptación, o dejarían el lugar para alguien más diestro, debido a que la compañía buscaba las mentes más brillantes de aquellos territorios.
—Joven Clavijero me asombran los resultados de sus pruebas, a quien la ciudad tiene como fama de ser solo un revoltoso chiquillo que se junta con los naturales, violentando con eso su estadía en varios ayuntamientos, cierto que su padre un grande de la corona, pero no existe motivo alguno para aceptarle, debido a que aquí no congeniamos con ideas fuera de la línea.
El nerviosismo del muchacho no se hizo esperar.
—¿Esto lo tomo como que no seré aceptado?
—Si no encuentro defensa alguna a esta interioridad, no serás aceptado.
—No deseo informarme acera de los desvaríos que esta compañía ha visto desarrollando, estando en contra de varios bandos de la zona, como el de cambiar los programas de estudio, el de dotar a los naturales de menos participación en reuniones, a punto inclusive de excluirlos de las tomas del ayuntamiento… no es menester de mi persona aclarar que los sucesos de varias revueltas de la región ustedes han defendido a los naturales y les han dado inclusive cobijo en sus conventos…
Barbine solo se tomaba su mentón y lo acariciaba.
En todo momento el joven Clavijero dejó aclarada la buena información de la que gozaba, que su relación con los naturales era de aceptarlos por iguales, de hacer bien notado el abuso de los peninsulares y criollos con las clases de los africanos avecindados en la zona, que estaba cercano a la excelsitud de ser un hijo atendido y amado en su entorno de familia.
—¿Qué opina de los naturales de esta zona y del interés de ellos de ser sacerdotes?
—Es un interés legítimo.
—No echaremos a la corona encima, seguro lo sabrán de inmediato.
—No será por lo único que den dolores de cabeza sus mercedes a su excelentísimo Rey.
Las primeras materias que el joven Clavijero tomó fueron las teológicas, el ciclo de humanidades, la filosofía fue su pasión y desarrolló varias técnicas pedagógicas para facilitar la comprensión del tema a los naturales.
Su calidad de comprensión de temas complicados le llevó que —aún siendo formando— fuera el encargado de la materia de filosofía avanzada, en donde la explicación de temas contemporáneos era su pasión.
Salón de Clase, Colegio de Santo Tomás de Aquino, Nueva Galicia.
El joven maestro de tez morena y barbas cerradas, que se le miraba aún no rebasaba los veinticinco años, a los formandos jesuitas les llamaba la atención —les hacían pensar que fuera un divertido tunante haciéndose pasar por el catedrático— dio por terminado cualquier vacile al referirse con acercamiento la idea del ser humano y su igualdad con Jesús.
«… es como nosotros, sentía lo mismo, comía y se alimentaba como el igual, no existe disertación alguna que deje a un lado su parte humana, veía y reía como nosotros y se entristecía como uno más, su misericordia nace de la comprensión de nosotros con la pronta altitud de un conocimiento no ganado, sino aprendido, ser el hijo de Dios le daba solo un entendimiento de la caridad de su padre, más no recibió lección alguna de igualdad, él la vive en su totalidad por la amorosa maestra que le formó: María Santísima…»
Todos se quedaron pasmados ante tal elocuencia.
El pardillo José Manuel —atento a la fama de ser quisquilloso con los formadores— comprendió que el catedrático le rebasaba en mucho por su calidad de preparación, así que serpenteó la pregunta:
—En sí aceptar a Jesús como un igual es sencillo, la parte de gramática de saberse reconocido por los siglos como nuestro Señor Jesús es clara, pero dígame Usted sabedor de lo propio ¿un indígena es igual a nosotros?
—Sí — respondió al veneno con premura— pero no queda solo en eso, no será lo anatómico obligado para pensar que somos de identidad igual a nuestro corpóreo ¡eso hasta un asno lo sabe! lo relevante es que la capacidad de lo bruto de algunos de ustedes en nada se asemeja a la inteligencia y sabiduría de los naturales, no claro los pardillos recelosos que se creen paridos por un ente romano se sentirán excluidos, pero a viveza de hacerles compañía por muchos años, solo me resta decir que son iguales a nosotros en el todo y en el cómo.
Tragó saliva el preguntante.
—Por ello y su disertación, quiero aclarar que entonces un natural es igual a Nuestro Señor Jesús?
—¡Sí señor así lo pienso!
—¡Blasfemia!
El grupo gritó a coro.
Palacio del Rey, Madrid, entrevista entre prior de la Compañía de Jesús y el Rey Carlos III
El palacio que recién había perdido todas las esculturas de la cornisa —por órdenes de Carlos III— le daba cabida a un reporte por parte de los jesuitas a su majestad, quien atiborrado de problemas yacía en lograr un simple chispazo de ocurrencia para correr a la orden del reino.
La cita era con el prior de la orden, paro solo acudieron representantes, lo que se tomó como una afrenta.
—Delante de su Majestad el Rey Carlos III de España y de reinos ultramarinos, se abre la sesión para lograr acercar la voz del que menos comprende, a su excelentísima y serenísima, dador de toda sabiduría y riqueza de dotes, que los reinos de Nápoles y Sicilia gozan de sus respiros, que los mares respetan a su levante y la arrogancia de las noches se postran delante de su frente ante tal majestuosidad…
Después de la presentación se acercaron los jesuitas al escucha del Rey.
—Sin que se sepa de acusación alguna, que, de simple voluntad y libertad de decisión, nuestras ordenanzas jesuitas se dignen a hablar ante nuestra Majestad el Rey Carlos III.
En ningún momento el rey especulaba palabra alguna, sus mentores y marqueses eran quienes llevaban la sesión, él apoltronado en su trono solo escuchaba.
—¡Que se dignen presentarse ante tal majestad!
Una vez se hicieron los generales, los jesuitas solo respondían preguntas, como en un juicio.
—¿Qué nos digan si es de suyo saber que la orden pasa por una reforma académica de fondo?
—Que sí que lo sabemos.
—¿Qué es de su conocimiento que nos digan si fueron avisados de tal reforma en tiempo prudente?
—Que sí que lo sabemos— asentían también con la cabeza sin levantar los ojos.
—¿Qué sea de su conocimiento que están de acuerdo con tal reforma y que no especulan contrariedad alguna?
—¡Que no! que deseamos entablar un diálogo con esto… — fueron interrumpidos—.
—¿Qué sea de su conocimiento que están de acuerdo con tal reforma y que no especulan contrariedad alguna?
Un silencio se hizo en la sala de audiencias.
—¿Qué sea de su conocimiento que están de acuerdo con tal reforma y que no especulan contrariedad alguna?
Comprendieron de inmediato lo que se tendría que contestar.
—Que sí que lo sabemos.
—Que quede en foja concreta que estáis de acuerdo.
—Delante de su Majestad el Rey Carlos III de España y de reinos…
Así terminó la sesión.
Salón de Clase, Colegio de Santo Tomás de Aquino, Nueva Galicia, algunos años después.
Ya el joven Clavijero tenía al colegio en pro de una evolución hacia la comprensión filosófica de los quehaceres de la orden en la Nueva España, desde su particular punto de vista del documento Ratio Studiorum, dejaba claro inclusive algunos errores en la filosofía Aristotélica de moda.
Pero la certeza era la recuperación de los diálogos de la ciencia, que a diario ejecutaba en su salón de clase y que tenía por más, admiradores propios como el director del colegio.
«que se escuche por allá los rincones de mayor cercanía de los iguales, que la física y la biología sean la base de lo natural, no de un universo externo a estas tierras, que dejemos claro que el Rey propio es solo uno igual a nosotros, que de nada le diferencia de un nativo o de un lobo o de un mestizo, el Rey por iguales a todos y cada uno de sus seres vivos de su reino…»
Los vítores en cada clase no se dejaban de escuchar.
«¿qué es lo antiguo? ¿una fase de lo ecléctico solamente? o ¿tendremos como parte histórica una responsabilidad de conjuntar lo moderno con lo corriente? a la mayoría de los ibéricos les repudia la idea de que los nativos son iguales a nosotros, inclusive he visto criollos que se dicen diferentes a los iguales, pero ¿qué diferencia habría entre iguales que morir por una espada? los dos sangrarían y se desvanecerían, de nadie se sabe salvado de vida por el color de su piel, no en esta modernidad… y ahora el Rey desea que nos distingamos de un clamor único, que todo gire en el sol —refiriéndose a la cercanía del rey con el rey de Francia— con un pensamiento abatido por completo por Galileo Galilei… »
La audiencia se extasiaba con tal discurso.
Audiencia de Regaño y Rúbrica para el alumno sobresaliente Francisco Javier Clavijero, Rectoría del Colegio de San Idelfonso, Puebla.
—¿Qué vaya que el alumno sobresaliente inducido por la pasión de su mente ha dejado claro que el Rey debe ser reducido a un igual que cualquiera de quien aquí le fuere? ¡conteste por favor joven!
—Que en ello fuera que por igual a nosotros lo será, solo que haya sido parido por un ser biológicamente diferente a nuestras madres y concebido por otro diferente de padre.
—Suficiente ¡se ordena la expulsión del colegio de por vida!
Continuará…