LA APUESTA DE ECALA
En la facultad de Economía de la UNAM, un estudiante destacaba por encima de todos los demás, el joven economista en formación, que pareciera venía de buena clase social, pero que en algunos detalles —como el modo de hablar y sus participaciones le daban un extra— al catedrático Miguel de la Madrid Hurtado, docente de la materia de Análisis Socioeconómico de México y Tendencias Económicas, en el último año de la carrera. es abril de 1969.
—Así que díganos joven Salinas, ¿qué perspectiva le da a México por sobre las crecientes crisis que se están dando en Latinoamérica? ¿somos el resultado de una cadena de países? o ¿debemos abrirnos al mercado internacional?
Luego de hacer algunas muecas de análisis tratando de quedar bien con algunas compañeras de la clase, entre ellas la Ecónoma Margarita Arróyave, que después sería pieza clave de la política económica de México, el joven Carlos Salinas increpó:
«…¡El tema es concluyente Maestro! la apertura de la economía de nuestro país, solo será clara y con futuro, si desde ahora, se abren las fronteras para comercializar, por ejemplo, la pesca, que deje de ser un departamento y se convierta en una secretaría, lo mismo para el turismo y la agricultura.
Las ideas le parecieron fenomenales al catedrático, quien vio en ese joven economista, el futuro de un buen académico —dentro de la política—.
Al finalizar la clase, Miguel de la Madrid le pidió al joven Carlos Salinas, unos minutos.
—¡Carlos eres un economista ya formado! debes continuar con tu ejercicio académico, estoy en la posibilidad de lograr conseguirte una beca para la universidad de Harvard, solo tienes que cumplir una serie de requisitos, entre ellos el tener ya lista tu tesis.
—¡Ya la tengo lista mi tesis Mtro! producción y participación política en el campo de México, aunque me falta alinearla un poco en datos que aún no consigo.
—¡Te apoyo con los datos! pasa a mi despacho esta tarde y te explico lo de la beca.
En una tarjeta con su nombre, en donde se leía el puesto que ostentaba: Subdirector General de Crédito en el ministerio de Hacienda, a la vuelta le escribió:
«favor de dejarle pasar a mi despacho»
Cuando salió Carlos del salón, sus compañeros de universidad le cuestionaban de que habían hablado.
—¡Tengo una beca en Harvard!
Para finales de la administración de Miguel de La Madrid Hurtado 1982-1988, ya se tenía un plan bien alineado hacia políticas de neoliberalismo, la descentralización, la disminución de paraestatales —de 1155 a 423— todo gracias a las políticas del joven Carlos Salinas, Secretario de Planeación y Presupuesto, quien durante todo el sexenio estuvo en esa posición.
El joven Carlos, ya tenía en sí una serie de políticas antinflacionarias para evitar la caída máxima del peso ante el dólar, por la fractura de la bolsa de Nueva York, México de inmediato hizo uso de la Nacional Financiera, para evitar una pérdida de mayores consideraciones, logrando frenar la crisis internacional, pero no así la devaluación, que pasó del 55% de noviembre del 87 al 160% en diciembre.
—¡El crudo siempre nos ha salvado el pellejo presidente!
—¡No será por mucho tiempo! la confianza financiera la debemos colocar en otros rubros.
Le platicaba Miguel de la Madrid Hurtado al joven Carlos Salinas, una vez que se estaba por firmar el Pacto de Solidaridad Económica, en donde el gobierno federal instaba a todos los actores comerciales, económicos y productivos del país, para que entre todos se parara la inflación —generada por estos mismos sectores—.
¡Pero los sindicatos salieron a la calle y reprendieron la medida!
Ante este escenario Miguel de la Madrid, no dio mayores presupuestos a los sindicatos que participaron en los movimientos sociales — Educación, Pemex, Luz y Fuerza— y por arte de magia ¡pararon las revueltas!
Los inversionistas nacionales y extranjeros llevan a la debacle a la Bolsa Mexicana de Valores, al reventar las ventas, un día justo antes, de que se anunciara que el nuevo candidato a la presidencia sería el joven Carlos Salinas de Gortari, doctor en economía por Harvard —parecía tema de difícil coincidencia—.
Despacho de presidencia de la república, 3 de octubre de 1987.
Estando reunidos Miguel de la Madrid Hurtado —presidente de México— Jorge de la Vega Domínguez —presidente del PRI— y el Dr. Carlos Salinas de Gortari —secretario de programación y presupuesto— se distinguía la orden del día, por “asuntos del partido”
—Mira Jorge, ante la inminente oleada de participación de los nuevos órdenes de los órganos electorales, deseando que México necesita ya acercarse a los ejercicios electorales democráticos, debemos tener un candidato que solidifique la atención de los mexicanos, bajo un proyecto de particularidad, en la privatización y descentralización de los bienes federales.
—¡¿Cómo?!
—¡Sí licenciado! debemos tener un candidato de unidad, pero con perspectiva económica, que se dejan a un lado los abogados y entren estadistas.
La cara de Jorge era de asombro, en la línea de presidencia, ser Licenciado en Derecho era la consigna, no solo de tradición, sino de Logia.
—¿En quién ha pensado?
—¿Cómo que quién?… ¡pues en Carlos! aquí presente.
—¡Su servidor y amigo! — dijo Salinas.
Los ojos de asombro le hicieron una mueca de suspicacia al presidente, ante ver que no le había parecido correcta la propuesta.
—Convoca en la sede nacional del partido la asamblea extraordinaria, lleva a todos los sectores— le indicó el presidente.
Aún sorprendido Jorge de la Vega.
—¿no me das un abrazo? — le insistió el joven candidato presidencial.
Comiendo polvo, se levantó Jorge y le estrechó un abrazo, nada cordial, nada atento, de simple protocolo mecánico.
—Delante de un presidente y del próximo, esos abrazos no se dan— pensó De La Madrid.
Ante el comité nacional del PRI, la CTM, y la plana mayor de toda la prensa nacional, la presentación del nuevo candidato trataba de distraer la ruptura económica de México —sin precedentes— el más enojado de todos los ahí presentes, fue Jesús Silva Herzog, quien era el indicado —según su propio pensamiento— pero un pleito con Salinas, acerca de las políticas neoliberales que habían tenido delante del presidente, sustentó la toma de decisión de La Madrid, para bajarlo del carro.
Por segunda vez, desde 1946, el candidato del partido oficialista iba solo.
Jorge Díaz Serrano, viejo y cansado, símbolo de la más alta corrupción de PEMEX en todo su esplendor, que ya tenía cuentas pendientes con varios presidentes —a estas alturas ya estaba desaforado como senador desde julio de 1983 y permanecía en la cárcel por un fraude de 35 millones de dólares— le avisaban que anduviera con cuidado, porque se miraba una afrenta del candidato.
Por tales amagues, sus más cercanos —y pesados amigos— le apodaban: “el juan charrasqueado”
Él, suscrito a la tradición presidencial, de quedar bien con el que sale y el que entra, estaba seguro de que no habría daño alguno y se ufanaba de la cercanía a los dos y de su posible salida del enclaustramiento.
El rumor había salido en una cena en el Castillo de Chapultepec, en donde el candidato ofrecía un ágape a los embajadores en México, y uno de ellos —el de Suiza— le preguntaba ¿qué se haría con la alta corrupción de la empresa petrolera de México? a lo que el candidato solo respondió:
—¡vamos por los peces gordos!
A la vez de la candidatura del nuevo y seguro presidente, un grupo de priistas molestos con Miguel De La Madrid, fundaron el Frente Democrático Nacional —antecedente del PRD— y colocaron como candidato presidencial al hijo predilecto del Tata Cárdenas, el Ing. Cuauhtémoc Lázaro Cárdenas Solórzano.
El PAN haría lo propio y mostraba a un candidato sólido y altamente competitivo Manuel de Jesús Clouthier del Rincón, quien era uno de los empresarios de más prominencia en Sinaloa y que había perdido la gubernatura — en conteo cerradísimo— contra Francisco Labastida Ochoa.
En las épocas en que el PAN tomaba protagonismo nacional, con varios municipios ya ganados y en franca alternancia.
Así en un desangelado miércoles 6 de julio de 1988 —a media semana y muchas personas en sus trabajos— se llevaron a cabo las elecciones para presidente, en donde Manuel Bartlett Díaz, era el encargado de las votaciones.
Despacho de Presidencia, sala de embajadores, búnker de resultados de las elecciones presidenciales.
Cuando llego Barlett a la presencia de Miguel De La Madrid —otra vez en camisa remangada, sudado y preocupado— su cara lo decía todo:
—¡Ganó Cuauhtémoc!
El silencio no se hizo esperar, aunque los segundos parecían horas.
—¿Qué hacemos presidente?
No dijo nada, pensativo.
Como lo marca el artículo 87º. de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, y ante el Congreso de la Unión, siendo el primero de diciembre de 1988, Carlos Salinas de Gortari, toma posesión del cargo de presidente de la República, con el cierre del mensaje:
«… Constituimos una gran nación; mostrémosla con orgullo ante el mundo. Frente al desafío, demostremos una vez más en los hechos la grandeza mexicana.
Nuestra patria triunfará.
¡Viva México!»
10 de enero de 1989, en Ciudad Madero Tamaulipas.
El batallón de Elite denominado Jaguar Oro, tenía la consigna de arrestar al líder de la mafia petrolera, directamente por orden del nombre clave Diamante 1, quien indicaba de la seriedad de trasladar al objetivo vivo, sin daño alguno y de inmediato custodiar el bien inmueble.
El comandante clave Ramer Dos, tenía la consigna de dirigir tal operación, el cargamento con el que el objetivo estaba armado, era de consideración y se elegía esta maniobra como “altamente ofensiva” calibres y granadas de alto impacto, así como antiaéreos para derribar helicópteros y activaciones de fusiles de repetición de manufactura rusa estaban presentes.
El patio era amplio y se observaba vigía en cada uno de los ángulos, —otra elite militar bien formada por israelitas— todos ellos, capacitados para la guerra de oriente medio.
¡Mercenarios!
Al irse adentrando, descubrieron trampas de láser —tecnología solo encontrada en la Casa Blanca— que activaron las alarmas y el impacto de la intervención ¡se hizo presente!
Los disparos rayaban el aire de la madrugada del día, líneas de fuego se adentraban por todo el jardín, los equipos cóndores en paracaídas llegaron al blanco que previamente, inteligencia había designado, haciendo de sorpresa con los israelitas, quienes caían de un por uno.
… el ruido de los tiros despertó a los guardias del interior de la casa —militares rusos de izquierda también de elite— cuando ellos ya habían avanzado hacia el frente de tiro, los cóndores ya habían penetrado la residencia y estaban en el cuarto del objetivo.
¡La orden fue contundente!
—¡De pie! mantenga su mirada con la mía y con el cuerpo viendo hacia nosotros.
Le decían a un anciano que pareciera estaba dormido ¡con tres mujeres! mientras los cóndores llegaban y se apoderaban del lugar.
—¡las mujeres al piso y con las manos en la nuca!… ¡vamos!
De inmediato llamaron a Ramer Dos.
—¡Aquí cóndor uno a Ramer Dos!
—¡Adelante líder!
—¡El nido esta fracturado! tenemos al objetivo.
—¡Operación lineal! baja móvil de cóndores.
Un helicóptero de camuflaje negro, un impresionante Seahawk —de manufactura americana— se adentraba al patio de la gran residencia, para de inmediato subir a la presa.
Con el objetivo en su interior, con rumbo desconocido ¡se alzó retronando sus hélices que retumbaban el piso de la casa y sus alrededores!
Al irse elevando, se descubría ya con los rayos del sol, las bajas del enemigo y los cóndores que fallecieron en el cumplimiento de su deber.
Dentro de las entrañas de la nave le preguntaban al objetivo capturado:
—¡Nombre por favor!
—¡Joaquín Hernández Galicia!
—¡Somos la unidad cóndores del regimiento de fusileros paracaidistas! ¡usted está detenido en nombre de la nación! guarde por favor silencio y espere instrucciones.
La poderosa aeronave se perdió en el horizonte…