LA APUESTA DE ECALA
Los Reyes Magos que llegaron del mar
Desde la perspectiva del Rey Herodes, no existía linaje alguno en la tierra, que no fuera el de él, así bajo esta enfermedad de su pensamiento, manda matar a la madre de Mariamne, a su hermano y a su padre, para demostrarle, a ella, que no existe para él mayor verdad que la de su espada.
Cercanos a su año 33 de reinado, uno de los fariseos, le vaticinó la llegada de un heredero a un Reino, como ya los profetas habían escrito, de nombre ¡Melquisedec!
Intrigado Herodes solicitó al Sumo Sacerdote, le ahondara más acerca del tema.
Desde los comienzos de nuestra historia – indicaba el Sumo Sacerdote- sabemos de la llegada de un Mesías, de un nuevo Rey, poderoso y heredero de un linaje, pero a su vez, sin mancha de Padre.
Este Rey tendrá su doble dignidad de sacerdote y rey, debido a su nombre “Rey de justicia”, debido a la ciudad que gobernaba, “Rey de Salem, es decir, rey de paz”, y también porque él “sin padre, sin madre, sin genealogía, sin principio ni final de su vida, pero parecido al Hijo de Dios permanecerá sacerdote para siempre”.
¡Herodes quedó atónito!… ¡fúrico!
El pensamiento bruto de un Rey como Herodes -sabio en la política, pero deslustrado en la fe- le llevó a la total locura, mandó asesinar a sus dos hijos, Aristóbulo y Alejandro, al saber la historia de Melquisedec.
La familia de Herodes -llena de tragedias y maldiciones- hizo que Roma fuera cauta en la relación con este reinado, debido a que a pesar de sus desenfrenos, Herodes había construido en 30 años, tantos edificios y conjuntos arquitectónicos en bien del imperio romano, como no se tenía memoria, siendo esto el principal motivo de permitirle todos sus excesos y beneplácitos…
¡Y el niño nació!
En la gruta iluminada de Sanías, el viejo hostero de Belén, ha llamado la atención de propios y extraños, el nacimiento de un hermoso Niño Varón, mismo que ha traído al valle, de las montañas y las grutas, visitantes de todas partes del mundo entonces conocido.
Algunos dicen que un ángel se les apareció y este les indicó el lugar del nacimiento del Mesías ¡que corrieran a visitarlo!
Otros más, que ya sabían del nacimiento.
¡María Fajó y puso sobre un pesebre paja y cobijas! y depositó al Niño, el parto fue indoloro y virginal, el calor lo daban los animales que acompañaban la escena, José estuvo al lado de María todo el tiempo.
Muchos de los que habían negado posada a José y María, han llegado al pesebre dentro de la gruta para ver al Niño -recordemos que para estos pueblos la hospitalidad es sagrada, y haber rechazado a una mujer en días de dar a luz, ha creado un gran cargo de conciencia en Belén-
¡El Niño es hermoso! su piel clara y sus grandes ojos negros, contrastan con la luz que sale de su piel.
María lo ha cuidado como marca la tradición de su tribu, la Ley les daba a las mujeres, una gran aspiración el tener hijos, era su máximo esplendor, el poder dar a luz.
El Señor le había dicho originalmente a Adán y Eva, “Fructificad y multiplicad”, la ley de Dios enseñaba que los niños eran una señal de la bendición de Dios: “Bendito el fruto de tu vientre”; “Tú mujer será como parra que lleva fruto a los lados de tu casa”, recordaba María al fajar al Niño.
¡Las profecías se han cumplido! ha nacido el Redentor, el Mesías, el Salvador, el Príncipe de Paz, el Profeta, el Rey de Reyes ¡el Hijo de Dios!
¡Todos los caminos conducen a Belén!, ya no más a Roma, la noticia ha corrido pronta, la gente está entusiasmada de la llegada del Mesías, del Emanuel.
A los oídos de Herodes el Grande, la noticia cae como tormenta, -Mi linaje corre peligro –piensa. Y envuelto en su locura, planea una idea desastrosa:
– Al no encontrar la ubicación exacta, ¡tendré que asesinar a todo hijo varón nacido en estas tierras!
En el puerto de Netanya ha desembarcado toda una corte real, tres Reyes Magos, Sabios y estudiosos de las estrellas, preguntan a la gente si saben del nacimiento que acontece a la región.
Cautos, algunos esclavos de ayuda, le dicen a Baltazar que es cierto, un Niño ha nacido en Belén de Judá, un pueblo pequeño a medio día de Jerusalén, y que deben ser cuidadosos, el cruel Herodes, Rey de esa zona, ha manifestado su total rechazo.
El desembarque ha tardado días, las provisiones y los animales deben descansar después de tan agitada travesía.
-¡Parece que el mismo Demonio quisiera que no llegáramos!- vaticinó Melchor, después fijo la mirada a su astrolabio, midió la estrella refulgente, y marcó en su mapa la ubicación.
-¡No estamos lejos!- dictó.
El Rey Melchor -hábil en la doma de corceles- aún recuerda la travesía marítima para salir de Tartesos; tres galeones, diseñados en astilleros fenicios, le dieron forma a la gran flotilla que tenía como destino Netanya, el puerto de mayor importancia comercial, y entrada al majestuoso reino de Herodes.
Melchor sabía que la travesía era difícil, después de zarpar de Tartesos, del extremo oriente de la Europa antigua, debían de bordear los territorios de diferentes reinados, principados y tierras inhóspitas.
A pesar de tener en sus manos el mapa de Pomponio Mela, quien enlistaba los reinos y las rutas de navegación, desde el reino de Tartésside hasta medio oriente, la realidad de los mares, no estaban especificadas en todo lo que vivirían estos tres reyes.
Los romanos eran celosos guardianes de este Mar, como el cancerbero, cuidaban cada uno de los rincones, por ello los tres Reyes, Melchor Gaspar y Baltazar, debían de ser cautelosos en su travesía.
Dos grandes patrullas marítimas romanas dominaban el Mar de Media Tierra (Mediterráneo), la Classis Mauretania y la Classis Syriaca.
La Classis Mauretania, diseñada por Ptolomeo hace 8 lustros, después de ser vencidos los pueblos Numidias, se incorporó un patrullaje al norte de África para evitar la sublevación de los reinos de Mauretania.
Fuertes Numidias africanos, acompañaban a las huestes romanas en estos patrullajes, encontrarse con ellos y no contar con las anuencias de navegación, o demostrar cualquier signo de rebeldía a Roma, podía costar el abordaje.
La Classis Syriaca (Escolta Siria) era el conjunto de la famosa armada romana, aguerridos batallones, en navíos diseñados por ellos mismos, que zarpaban de todo el mediterráneo, para patrullar cualquier navío que no estuviera registrado.
La Syriaca fue colocada en el Mediterráneo desde hace unos 10 lustros, se posó por órdenes de Marcus Vipsanius Agrippa, político, y gran navegador influyente de Roma, quien después de vencer a Marco Antonio y Cleopatra, dispuso que esta legión marítima, patrullara la zona para evitar levantamientos de los egipcios o ataques de bárbaros cartagineses.
El primer encuentro de la flotilla de los tres Reyes, fue en el puerto de Sóller, cercano a Tartésside, en las misteriosas Islas de Casitérides, cuando desembarcaban por provisiones.
El Optione del puerto, Cátudolo Duilio, al ver una flotilla tan grande y llena de animales, telas, perfumes e implementos de comercio, estimó el impuesto de navegación en 300 Quininos, (unas 220 monedas de oro), mismos que fueron pagados por el Visir de los Reyes, sin mueca alguna.
-Una flota de gran riqueza lleváis Ustedes- habló Duilio.
Sin ser recíproco el Visir, pagó las monedas, selló la cera con su anillo, recibió la tablilla del pago de los impuestos, -de igual manera sellada con el escudo de Roma- partió y no dejó rastro alguno de la presencia de la flota en esos puertos.
Las Islas de Casitérides, son tres islas que separan África de Europa, cercanas al reino de las Galias, eran famosas porque los piratas y bandidos cartagineses, ejecutaban ahí a sus prisioneros. Sirvió de guarida de ladrones por centurias, y a los romanos, les resultó sencillo postrar los puertos de navegación en estas estratégicas islas.
De este puerto, la siguiente ruta de navegación sería bordear las peligrosas tierras galas, famosas por sus pueblos bárbaros, quienes han resistido la ocupación de los romanos, de manera cruel y sangrienta. Verdaderos verdugos y piratas de esos mares. Sabían los Reyes que tendrían mucho de que preocuparse.
Pero los Reyes Melchor, Gaspar y Baltazar, han demostrado habilidad no solo en su sabiduría, sino en sus propias maniobras bélicas, por más de 3 mil años, han defendidos sus reinos en la zona de Tarsis, con efectividad de sus armas, hechas de bronce.
Siendo ellos mismos comerciantes del estaño, metal estimado altamente, y que le da la base al bronce, los Reyes saben que sus flotillas están a resguardo de sus guardias reales, hábiles guerreros que han demostrado su valentía, en la defensa de los reinos.
La noche cae, el borde cercano a las Galias deja ver algunos pequeños brillos, antorchas quizá de algunos pescadores, pequeñas fogatas tal vez, de algunos costeros que han sido vencidos por el cansancio.
Los tres Galeones pasan lento, cercanos a estas costas. Se ha pedido a la tripulación total silencio, no debiera de existir el mínimo centello, ni siquiera el de un fósforo, ya que esto podría alertar a los costas que vigilan las Galias.
Las velas han sido guardadas, se navega a remo, aunque el aire puede darles mayor celeridad con las velas izadas, esta misma velocidad les haría caer en las trampas famosas de los galos, para con ello, estos bandidos piratas, hacerse de las riquezas.
Melchor observa el cielo, el centello de la estrella no ha cesado, inclusive, al paso de la travesía, se vuelve de mayor intensidad.
Así pasa la noche, el encuentro con la mañana les hace ver que la distancia de las Galias ha pasado, las han dejado. Ahora se dirigen a la Isla de Ayax, ciudad famosa por la cultura romana.
Es un puerto vigilado de manera militar, sin descanso, se considera el centro del Mar Medio, ahí convergen infinidad de navíos comerciales y militares.
Aquí comienzan los patrullajes de la Classis Syriaca, romanos fuertemente armados en navíos veloces y a la vez potentes en el choque de naves, temidos por su ferocidad y agresividad, son romanos que nada tienen que perder.
Antiguos esclavos que obtienen su libertad, gracias al perdón del senado romano, y que han demostrado ser feroces combatientes, así como gladiadores de segunda mano, ex prisioneros y mercenarios, son quienes forman la tripulación de estas feroces embarcaciones, todo lo anterior sumado a un entrenamiento férreo, y bautizos de sangre en incontables batallas.
Encontrarse con ellos no causa preocupación a los Reyes, saben que están en regla todos sus navíos, que han pagado el impuesto romano de ruta y que solo el mar -a veces fiel y en otras tormentoso enemigo- es lo único que los separa de su destino.
En el puerto de Netanya ha desembarcado toda la corte real, tres Reyes Magos, Sabios y estudiosos de las estrellas, preguntan a la gente si saben del nacimiento que acontece a la región.
La distancia entre este puerto y Belén es larga, el Visir de inmediato hace arreglos para poder llevar en caravana, todo lo que desean estos Reyes, entregar al Mesías Nacido.
El sol es inadvertido anfitrión, cala de verdad, y los Reyes se ven de inmediato rodeados por centenares de esclavos y ayudas, que buscan formar parte de la caravana, majestuosa y sin final.
Se observa que todo lo que van bajando, está siendo auditado por roma. El pago del impuesto será alto.
Ya en una cabaña, los Tres Reyes, Melchor , Gaspar y Baltazar, toman los acuerdos para lograr encaminarse hacia la ciudad de Jerusalén, y rendir tributo a Herodes, y luego partir hacia Belén, ciudad pequeña, pero ya famosa por el nacimiento de este nuevo Rey.
A todas las personas que se encontraban, los Reyes le decían:
“¿Dónde está el Rey de los Judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”»
– ¡En Belén!, es el pueblo donde nació el Rey David – les respondía la gente.
La gente corrió pronta, la noticia de estos Reyes, ¿Serán los magos a los pertenecientes a la casta sacerdotal persa?, -¡No!- respondía Gaspar-
– Hemos venido siguiendo un destello en el cielo, probablemente una luz que nos designa el nacimiento del nuevo Rey de Reyes, hemos visto la conjunción de Júpiter y Saturno en el signo zodiacal de Piscis, y pensabamos que podía determinar con precisión el lugar.- Sentenció Gaspar.
-¿Nadie más ha llegado a adorarlo? – volvió a preguntar a las gentes de estas tierras.
Los Magos han llegado al presunto lugar del vaticinio, al palacio real de Jerusalén. Preguntan por el recién nacido «rey de los judíos. «El rey Herodes se sobresaltó y todo Jerusalén con él» (Mt 2,3)
En Jerusalén, la estrella ciertamente se había ocultado. Después del encuentro de los Magos con la palabra de la Escritura, la estrella les vuelve a brillar.
Se dirigen a Belén.
«Entraron en la casa, vieron al Niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron» (Mt 2,11).