LA APUESTA DE ECALA
¡No pares Pincho!
Después de arrimarse al coche para limpiarle el vidrio, el señor le acercó de más la mano a la Fanny, acariciándola con uno de sus dedos y dándole una moneda de diez pesos.
«¡si te subes al carro te voy a dar cien pesos!»
¡Desde entonces no sabemos nada de Fanny!
Las oficinas que se ubican cerca de la avenida principal están atiborradas de trajeados ¡bien perfumados! peinados y comidos.
Entran en aquel edificio de vidrio y suben dentro de los elevadores… ¡creo a trabajar! aunque me pregunto: ¿qué hacen en realidad?
¡Tal vez suban costales! ¡o se dediquen a cosas importantes!
Un señor por las mañanas me da cincuenta pesos para que le cuide el carro ¡no sé de qué! aquí está lleno de polis ¡no habrá ratero que se acerque! solo asoman la cara ¡le meten unos plomazos! varios han muerto frente de aquel edificio.
El señor cuando sale me regala una botella de agua ¡es que el calor está duro a esas horas! Es amable y creo sabe mi nombre.
¡Pincho ven para acá! me dice, y yo voy.
Al terminar el día comienza el problema grande, debemos entregar la cuota a don Jerónimo, ¡doscientos pesos por día! si no lo juntas ¡te madrea!
¡mi amigo Eleazar ya no ve del golpe que recibió del don!
Hay dos maneras de arreglarlo: o le entregas el dinero, o te dejas manosear —¡tú decides! — te advertía.
¡en veces que no lo junto de veritas! …no crea que me gusta.
Don Jerónimo es un borracho que nos hace el favor de darnos permiso de lavar los cristales de los carros, también le decimos si vienen los polis y si podemos le decimos los nombres.
Hemos de ser como un montón de niños y niñas que le pagamos todos los días… ¡eso quiero ser cuando sea grande!
Ya que le pagamos, nos sobra para comprarnos en la tienda una leche y un pan, si nos ponemos “aguzados” les pedimos a las señoras y nos compran de más ¡así alcanza para el otro día!
El de la caja se hace wey y nos vende cervezas y cigarros ¡solo que más caros!
Ya que cenamos corremos un poco en los jardines del parque, nos tomamos la cerveza y fumamos… ¡somos todos unos señores! ahí nos gana el sueño.
Ya nos había dicho un amigo que con la mona se te iba el hambre, pero a mí no me gusta, me da nauseas, y a otro día ando todo tarugo.
¡hoy volvimos a ver al señor que se llevó a Fanny! y corrimos de inmediato con el Poli de la patrulla, muchos de nosotros le dijimos que allí iba:
—¡Poli!… poli ¡ese wey se llevó a la Fanny!
—¡No estén chingando mocosos o les voy a dar un madrazo!
—¡Es neta mi Poli!… ¡es ese wey!
El Poli, como le pasamos una feria — antes que a don Jerónimo— se bajó de la patrulla y le hizo la seña, el señor se hizo a un lado de la calle y se estacionó.
Dijimos: «¡ya chingamos lo agarraron!» todo corrimos a ver, pero el señor por la ventana le dio varios billetes al poli y se fue.
—¡les dije que no era pinches escuincles! solamente acusando a los buenos ciudadanos— nos dijo mientras se volteaba para subir a dormir a la patrulla ¡otra vez!
—¡no mames poli si todos sabemos que es él! — le gritábamos hasta que al loco del Fer le metió un coscorrón.
¡hoy es jueves y nos toca lo de los celulares!
Don Jerónimo nos ha dicho que cuando nos acerquemos a lavar los vidrios y veamos que están en sus teléfonos ¡se los arrebatemos y corramos al lado contrario del tráfico!
¡yo le quité uno a una mujer y le corrí como me dijeron!
—¡No pares Pincho!— me gritaron todos, y le di bien recio para el otro jardín ¡nadie me alcanzó.
En la noche don Jerónimo me felicitó y me dijo que me había ganado una feria, ¡tres billetes de a cien! y me perdonó lo del día… ¡salí ganón! les disparé panes y leche a mis cuates.
¡me sentía como esos niños ricos que van detrás en los coches! con sus lentes y sus peinados y sus teléfonos… ¡un día se los quitaré!
Cuando llueve es el tiempo que peor nos va —y sabemos lo que nos tocaría en la noche— ¡así que mejor nos hacemos los desaparecidos!
¡Nadie quiere que le laves el vidrio si está mojado! solo pedimos dinero estirando la mano y poniendo la cara de pendejo y haciendo la voz chillona ¡como si quisiéramos llorar! ¡nos sale re bien!
¡Aquí el poli si se ve cuate! como sabe que nos va a madrear don Jerónimo, nos sube a la patrulla y nos lleva a una casa, como llueve no sabemos dónde es, por eso estamos todos juntos.
Ahí nos baja y nos da de cenar.
—¡pidan lo que quieran a la señora! — y nos dan tacos de frijoles con crema y chicharrón… ¡ricos!
Cuando ya cenamos y vimos que es la hora, más o menos, de que don Jerónimo anduviera bien pedo o cruzado, nos regresa al parque, caminamos con cuidado para que no nos vea o nos oiga.
¡Esa vez ahora sí andaba bien borracho! ¡no despertaba ni hacia nada! solo roncaba y re juerte!
Entre varios de nosotros le esculcamos la ropa… —¡con cuidado weyes o nos mata si nos cacha! — le quitamos harta feria de sus bolsillos, cinco teléfonos, su cadena de oro… y el piche Fer ya que todos le habíamos dado baje ¡le puso sus patadas en el suelo!
¡Ni se quejó!
¡Al otro día temprano fuimos con el poli! le dijimos que teníamos harta feria para que ahora si agarrara al cabrón que se llevó a la Fanny.
¡No sé contar! pero si eran unos seis mil pesos, cinco teléfonos caros y una cadena de oro… ¡si era buen feria! todo lo que le habíamos bajado al pinche de don Jerónimo.
El poli nos dijo que sí y se quedó con todo —¡cuando lo vean me avisan y en chinga lo agarro! — nos prometió que lo haría.
—¿Lo juras por tu madrecita?
—¡Lo juro!
¡Ese don Jerónimo no regresó al edificio de vidrio! van varios días y no sabemos nada de él, no sabemos si se murió… ¡no lo habrá pateado tan fuerte! pero el cabrón se lo merecía.
Por las noches no sabíamos a quien darle la feria, así que nos la quedábamos y nos comprábamos más panes y más leche ¡hasta hartarnos!
¡ese día llegó mi jefecita a visitarme! yo andaba todo contento y alegre ¡junté más lana para darle a mi jefa! que de seguro andaba bien jodida, le enseñé a mis amigos, ella toda contenta me dijo:
«hijo, mira ven, me voy ir de la ciudá, me conseguí un hombre bueno que me quiere y no me pega, me trata bien y me dijo que me iba a hacer famosa allá en Veracruz, así que pues me vengo a despedir…»
¡yo me hice el juerte! ¡no lloré!
¡abracé bien duro a mi madrecita y le dije adiós! ¡tampoco iba a andar de chillón delante de mis amigos! por qué somo machos ¿qué no?
A mi jefecita le di toda mi lana que había juntado porque don Jerónimo no había aparecido, y pues no vaya a ser que volviera y nos pidiera la feria ¡así que todo lo que guardé se lo di!
¡Ella se fue con ese señor!
Pues andaba en la chillona ¡cuando vimos al señor que se llevó a la Fanny!
¡Corrimos con el poli a despertarlo! — ¡ándale que allí está¡¡se te va a pelar! — le gritábamos todos.
El Poli, como le pasamos una feria, se bajó de la patrulla y le hizo la seña, el señor se hizo a un lado de la calle y se estacionó.
¡Escuchamos dos balazos y todos corrimos!
El poli cayó de lado del carro y aceleró… ¡estaba muerto!
¿y nuestra lana? ¿y la
Fanny?
Cuando nos acercamos al poli tenía los ojos voltiados pa´ arriba, su lengua de fuera y se agarraba con las manos su pecho… ¡nos vio y se quedó tieso!
Después de arrimarse al coche para limpiarle el vidrio, el señor le acercó de más la mano a la Karla, acariciándola con uno de sus dedos y dándole una moneda de diez pesos.
«¡si te subes al carro te voy a dar cien pesos!»
¡Desde entonces no sabemos nada de Karla!
Fin