LA APUESTA DE ECALA
El inicio de la guerra
Al capitán Cortés aún le temblaban las piernas de lo que observó ¡el vómito que le provocó haber visto a los sacrificados! – una vez que le enseñaron la sangre para que la bebiera- dejó claro que estaba ante una civilización atrasada, llena de ritos insaciables de sed y salvajismo.
Pero que, a su vez, la belleza de lo visual, sus espacios monumentales, su sentido de la vida y su perspicacia – inclusive inocencia- de lo prohibido por sus tierras, le daban hasta cierto punto la razón.
¿cómo saber lo que está mal si nadie les ha dado la diferencia? se afanaba el capitán Cortés ante tal insigne moción… ¿qué saben de bueno y malo? sí de verdad se nota, que están convencidos de lo que hacen.
Los demás españoles que estaban fuera del palacio de Moctezuma ¡aún no daban crédito de lo visto!
Ni tardo ni perezoso, Cortés desenvaino su espada de su cintura y dando un letal zarpazo ¡partió en dos a quien le había llevado el vaso con la sangre del sacrificado…!
¡lo rebanó y la espada ni siquiera se atoró en la columna del desdichado!
¡los guerreros jaguares vieron cómo se dobló la víctima! ¡era el sacerdote del templo principal quien había caído…!
¡corrió Cortés como pudo hacia la salida y de inmediato a gritos pidió su caballo!
-¡vamos estúpidos! ¡mi monta!
¡los soldados españoles daban vueltas en sus corceles cerca de la ermita! – el gran camino para ingresar a la ciudad en medio del lago de agua dulce- tomaron rumbo hacia tierra…
¡Motecuhzoma quedó pasmado ante tales hechos!
-¡no eres tú mi Tloque Nahuaque! ¡mi señor de los tiempos y de la sabiduría! ¡tu no dañarías a tus hijos! ¡eres la flor de la noche y del perfume de la luna!
En la estampida de Cortés y sus soldados el polvo levantado daba la señal de que nunca regresarían…
En el campamento a las orillas del gran lago, 32 ballesteros y los arcabuceros tenían en la mira a cualquier que se acercara con la orden de disparar ¡no había santo y seña!
¡cualquier desconocido ameritaba una flecha en el corazón!
De los 16 caballos que tenía cortés, 8 habían muerto envenenados por los Tenochcas, los perros que desde cuba habían salido – siete contados- ¡ya solo quedaba el preferido de Cortés “manzo” era su nombre – un podenco andaluz de color café oscuro- los españoles contaban de la gran ciudad cosas inimaginables para la perspectiva europea.
-¡dentro del museo de Moctezuma vi a una persona pequeña que tenía sus brazos pegados a su cuerpo! como si de manera directa se lo hubieran hecho ¡tenía los pies juntos como un pez! y sabía platicar perfectamente su lengua, gozaba de una inteligencia suprema, debido a que profetizaba el día siguiente con altas expectativas de ser verdad…
Uno más – Francisco de Morla- quien había capitaneado las once carabelas desde cuba hasta la gran península, tenía los ojos desorbitados de aquella visita a la gran ciudad…
-¡vi como una mujer tenía pegados a su estómago dos niños! ¡pero estaban realmente unidos por la piel! … cómo un macabro sentido de que nunca se habían separado. El mayor de los hijos tendría unos doce años le cuento ¡y aún se amamantaba!… ¡el otro de unos cinco años ya solo extraía sangre en vez de calostro!… ¡no logro borrar la imagen de mi mente!… ¡la madre reía y enseñaba un hermoso rostro!… pero se le notaba cansada de aquella situación!… me acerqué y pregunté a señas a quienes les cuidaban y ellos a su entender me explicaban, que ya hace muchos años que la habían encontrado en una zona de un bosque pegado a las tierras de los chichimecas.
Los relatos eran interminables, lo abominable y lo espantoso se combinaban, porque a pesar de lo extraordinario de lo visto ¡en nada se asemejaba con los ritos de sacrificios! debido a que fue un espectáculo que helaban la sangre…
-¡vi como aún vivo y rugiendo del dolor! aquel guerrero perdió su corazón con la habilidad de quien lo sacrificaba… ¡quien lo hiciera de manera sencilla y rápida… como si lo hubiera ya hecho cientos de veces!… en la mano del que llaman sacerdote ¡no dejaba de latir el corazón!… ¡aún lo sueño!
¡La noche tomó por sorpresa a los españoles!
La gran ciudad sobre la laguna de agua dulce comenzaba un vaivén que hacia que la marea del lago arrullara las calles y los edificios… ¡no estaba fija! los fuertes vientos la movían de un lado hacia el otro… ¡lo que se miraba sólido y fortalecido! ¡ahora era movido suavemente por un juego de control hidráulico!
¡las luces de las velas encendidas hacían mirar a la ciudad como un gran destello en medio de la negra noche, el espejo del agua reflejaba los brillos y era un paladar exquisito a quien lo viera…
¡sueños y esperanzas se alzaban dentro de la tropa desvanecida del capitán Cortés!… ¡los metales que vieron en los presentes de Moctezuma -un disco de oro macizo y otro de plata- les dejaron la esperanza de lograr realizar un ataque y saquear la ciudad.
¡aunque lo sanguinario de los guerreros contrincantes y de sus tácticas de guerra aún deprendían la inseguridad en los europeos!
Moctezuma desde su palacio sabía que la presencia del señor de los vellos en el rostro -que desde su llegada se notó que no era un dios sino un enviado- estaba siendo perseguido y cercano por otros de su misma raza.
De buena fuente sabía Moctezuma de la presencia de casas flotantes en los mares de las tierras del caracol púrpura, el año 13 conejo marcaba esa presencia y los habían distinguido.
Sabía por medio de quienes escuchaban a los visitantes – diestros espías mexicas- que el capitán Cortés estaba siendo observado y que, a su vez, él era un escribano – algo así como un Tlacuino- y redactaba todo lo que veía…
-¿el señor del mar lejano estará narrando lo que sus ojos ven? ¿o solo escribirá lo que su rey desea saber?- pensaba Moctezuma.
De sabido y sobra Cortés estaba al tanto de que, si narraba todo lo sucedido, corría el riesgo de ser enjuiciado, debido a que quebrantaba infinidad de órdenes reales de su majestad ¡por el simple hecho de estar en esas tierras sin haber regresado!
¡Moctezuma también lo sabía!
El destrozo que hicieron los europeos a la gente común y de los comercios, así como dentro de sus propias casas fue desolador… ¡la gran ciudad sufre esa noche con la pérdida de hermanos!
¡Jóvenes decapitados! ¡doncellas abusadas y sacrificadas! ¡niños y ancianos saqueados y mutilados!… ¡pereciera que la orden había sido terminar con la población!
¡de a cientos los muertos cantaban las odas al Mictlán!
El azul profundo del lago de agua dulce y de agua salada se tiñó del violeta de la combinación de las aguas… ¡un rojo con olor a tierra se esparció por todo el gran espejo de agua!
¡todo ello tuvo que ser detenido por el propio Moctezuma!
¡los diestros señores jaguares hicieron lo suyo y también obtuvieron la sed de sus valentías! se hicieron de las pieles de algunos de los hombres del señor del vello en el rostro, sus cuerpos fueron usados para preparar el manjar de la tarde… ¡lo huesos fueron aventados a los pies de los europeos!
¡el tiempo había equilibrado la razón! ¡ahora estaban vistos que la guerra había comenzado!
¡no habría negociaciones! ¡un pacto se había roto! y se esperaba el alcance de los pueblos vecinos enemigos de Tenochtitlán, como los próximos aliados de los hombres provenientes de más allá del mar de caracolas púrpuras.
¡ya escuchaba Moctezuma los lamentos de sus enemigos implorando la clemencia!
¡lo visitantes no eran Tloque Nahuaque!… ¡no lo representaban… no lo parecían… ¡no eran los esperados!… ¡por lo sanguinarios de sus costumbres eran más bien aquellos nacidos de Quetzalcóatl…
¡los toltecas! – hombres sabios y cultos de la bóveda de las estrellas- adoraban a esta deidad como dios supremo, pero para Moctezuma no había otro más que su amado Tloque Nahuaque.
En La Española, dentro de uno de los cuartos del castillo del gobernador Diego Velázquez de Cuéllar, recibía al capitán Pánfilo de Narváez para hacerle una ligera y tenaz proposición…
El escritorio del gobernador se miraba impecable de hechuras, brillante y tenaz – a pesar del clima que pudría la madera en semanas- se miraba el recibidor como si estuvieran en la propia España… ¡vamos en Madrid!-¡dime Pánfilo! ¿cómo te has acostumbrado a estas tierras?
-¡ha sido sencillo gobernador! el clima es maravilloso, mis tormentos de mis mendrugos de salud, han sido envainado con el corazón de las doncellas nativas y he sido ya, inclusive, atraído a los dones del cacao y las hojas del humo.
-¡salud bellaco por tan gloriosa estadía!… me llama la intensión de hacerte una propuesta de la que estoy seguro saldrás victorioso…
-¡a la salud de su orden gobernador!
– Como sabes el traidor de Hernán Cortés ha salido a conquistar el dorado, un imperio dentro del continente que a distancia se mira, ¡no me interesa el oro y la plata que busca este cabrón! ¡sino la desobediencia a su majestad quien me ha solicitado de inmediato hacerlo presentar!
Pánfilo quedó atento a la orden – a sabiendas que no era del total agrado del capitán Cortés- pero sabía que desobedecer a su majestad es la pena capital asegurada.
-Iras con algunos hombres a su búsqueda… ¡no esta en lo fácil hacerte de las tierras!… ¡malestares por los animales!… ¡un calor de los mil infiernos!… y a la par ¡la ceguera de Hernán de conquistar el poder de estas tierras lo tienen enfermo… ¡te acompañarán Sancho Núñez de Barahona y Toro…
-¡pero señor gobernador de todos es sabido que Sancho es amigo de Cortés!
-¡en ello va la trampa!… Hernán creerá que Sancho es refuerzo – junto con todos ustedes- y cuando tengas el control y resguardo… ¡le apresarás! y terminarás con la vida de cuanto aquél se le ocurra ponerse de frente de tu espada…
-¡así se obrará gobernador!
-¡pero antes dime… si así lo deseas!… ¿qué pasó en la matanza de Caonao…? ¡mucho se habla de ti…!
-¿existe alguna queja del fraile Bartolomé de las Casas?… ¡puedo explicar el escenario…
El gobernador expuso un papiro de puño y letra del fraile, en donde se acusaba a Pánfilo de Narváez de haber hecho una matanza de cientos de indígenas Cohibas…
El capitán Pánfilo lo tomó y lo leyó… ¡en nada se inmutó!
-¡más se perdió en Lepanto!…
Recostándose en su asiento el gobernador fue claro:
-¡si me traes la cabeza de Cortés dentro de una vitrina…! ¡no sé! …a lo mejor obtendrías que estos escritos no pasaran de este escritorio…
-¡cuente con más gobernador!
Continuará…