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Los intelectuales y la política

ENTRE LÍNEAS

por Gregorio Morales Avilés
29 julio, 2020
en Editoriales
Los intelectuales y la política

 

En medio de los escándalos mediáticos amplificados por las detenciones de Duarte y de Lozoya, aparece un desple­gado en el periódico Reforma, pagado por un grupo de intelectuales en el que exhiben una serie de argumentos que es necesario dis­cutir, tanto por la oportunidad del momento de su publicación como por su contenido.

¿Quiénes son estos intelectuales? No lo escri­bo entre comillas sino con respeto, entre ellos se encuentran varios amigos míos: Isabel Turrent, Enrique Krauze, Soledad Loaeza, Jean Meyer y Enrique Serna. A otros les tengo un gran reco­nocimiento por sus aportaciones al desarrollo de la democracia y al análisis político, como Jo­sé Woldenberg, Héctor Aguilar Camín, Roger Bartra, María Marván, Jesús Reyes Heroles y Gabriel Zaid. De Julio Frenk recuerdo con mu­cho cariño su libro Triptofanito. También están algunos que no son de mi agrado, pero guardo respeto por sus ideas.

Desde que estudié latín en la secundaria me ha gustado esta frase de Aristóteles: “Amicus Plato, sed magis amica veritas”, Platón es mi amigo, pero más amiga mía es la verdad. Aun­que sean amigos a quienes aprecio y respeto, al­gunos que escriben el desplegado, las ideas son siempre debatibles. Eso es honrar la amistad y la honestidad intelectual.

Primera afirmación: “Sin que la mayoría de los mexicanos votáramos por ellos y violando la Constitución, Morena y sus aliados lograron que una minoría de votos se convirtiera en ma­yoría de escaños en el Congreso.” Al parecer no se acepta el triunfo legítimo e indiscutible de Morena, quienes votaron por este partido son tan mexicanos como los firmantes del desple­gado, la mayoría de Morena en ambas cáma­ras es legal y legítima. Sin ponernos a analizar la ley orgánica de ambas cámaras, las cláusulas de gobernabilidad siempre han sido aplicadas por otros partidos en el poder y así ha sucedido siempre, es lo que han hecho el PRI y el PAN his­tóricamente, ¿Por qué no escriben eso, hones­tamente, siquiera como mención al margen, en el desplegado? Si se viola la Constitución ¿Por qué no han sugerido a los partidos de oposición que establezcan una controversia constitucio­nal? ¿Ser mayoría es una irregularidad demo­crática? Es pregunta.

Segunda afirmación: “Hay una asfixia del pluralismo, en aras de someter al Poder Legis­lativo a los dictados de Ejecutivo”. ¿Había plu­ralismo en los 71 años en que el PRI fue parti­do hegemónico? ¿No se hicieron cosas absur­das, ilegales e indignantes de sometimiento del Congreso al ejecutivo durante el priato? ¿Hu­bo pluralismo cuando se compraron votos pa­ra obtener mayoría, por ejemplo, en la reforma energética? ¿Cuando llegó el PAN al poder, se caracterizó por el pluralismo y el respeto a las propuestas de la izquierda? ¿Qué se quiere de­cir con “asfixia”, se está ahogando el pluralismo? ¿El que prevalezcan las posiciones y propues­tas del partido mayoritario es asfixiar el plura­lismo? ¿No es signo de pluralismo el desplega­do que ellos mismo hacen? Los firmantes saben historia y saben de los robos electorales desde la primera elección del candidato del PNR, en 1929, Pascual Ortiz Rubio contra Vasconcelos, hasta el uso ilegal de sobornos de Odebrecht por Peña Nieto, esa elección debió ser anulada, la detención de Lozoya confirmará esta aseve­ración. Las elecciones de Calderón y Salinas han sido sumamente cuestionadas. ¿Son estos robos electorales de la presidencia comparables con la aprobación de leyes de una propuesta ideo­lógica hecha por una mayoría legislativa que les desagrada? Un efecto de la democracia es que la mayoría impone su ideología, por eso votaron los ciudadanos mayoritariamente por una co­rriente ideológica.

Tercera afirmación: “El presidente de la Re­pública ha ido concentrando el poder en detri­mento de los demás poderes del Estado y de los estados de la Federación. Al hacerlo ha destrui­do o deteriorado la administración pública y las instituciones constitucionales”. Lo que sigue en el desplegado es para ejemplificar esta afirma­ción, aduciendo un desprecio hacia las institu­ciones autónomas y hacia el movimiento de las mujeres que luchan por la igualdad. ¿Qué decir de la concentración del poder presidencial? Es­tamos en un régimen presidencialista, el ejecu­tivo es jefe de estado y jefe de gobierno, con una gran cantidad de atribuciones establecidas en la Constitución. Para hacer cambios, que es el mandato por el que fue electo, se necesita poder. No podría hacer ningún cambio significativo sin fuerza y sin el apoyo del congreso. ¿No hizo lo mismo Plutarco Elías Calles, Cárdenas, Eche­verría, López Portillo, Salinas, Zedillo, Calderón o Peña? ¿Fue mejor la debilidad de un ejecuti­vo como Fox, en donde los Estados adquirieron mayor poder financiero, hecho que generó casos de corrupción gigantesca como los que se die­ron en Veracruz, Coahuila, Chihuahua, Tamau­lipas, Nayarit, Puebla, Sonora o Quintana Roo? ¿O la estafa maestra con una red muy compleja donde participaron entidades federales, estata­les o autónomas?

Con respecto a las entidades autónomas, mu­chas de ellas se crearon como instituciones fa­chada, para encubrir la opaca realidad. Desde la creación misma de la CNDH por Carlos Salinas, que no le dieron atribuciones para tener compe­tencia en asuntos político-electorales, ni labora­les, hasta el INAI y el propio IFE-INE que, salvo honrosas excepciones, han dejado pasar casos evidentes de violaciones de derechos constitu­cionales para los que fueron creadas. ¿Qué sa­bemos de los sobornos de Odebrecht? ¿Qué hay de justicia en FOBAPROA? ¿Por qué no inda­gó adecuada y acuciosamente el INE los gastos de campaña de Peña Nieto? La lista de omisio­nes es larga.

Cuarta afirmación: Decir que se ha utiliza­do el manejo de la pandemia para la demoli­ción del estado y el control del poder me parece una exageración ideológica. Comparativamen­te con otros estados, lo que es característico de los gobiernos es que prácticamente nadie es­taba preparado y la gran mayoría de los países han improvisado medidas con diversos grados de error y éxito. Salvo algunas excepciones, las respuestas a la pandemia han sido erráticas y descontroladas en todo el mundo. No es pro­pio de México, cada país ha actuado de acuer­do con un gran número de variables: procesos de toma de decisiones, recursos propios de in­vestigación, estado anterior de los sistemas de salud y de la economía, distinto peso de los gru­pos de interés y de presión, etc. esto mismo se ha reflejado en los estados de la República. Pe­ro de ahí a decir que se está demoliendo el esta­do, es hacerle el caldo gordo a las organizacio­nes anti AMLO o a los grupos de gobernadores que buscan sacar raja política de la pandemia. Y eso para mí, en un intelectual, es deshonesto. La función del intelectual es buscar la verdad.

A premisas deficientes, se siguen conclusio­nes equivocadas, es la lógica. No hay destrucción del estado, ni deterioro de la democracia, la ca­lidad democrática es la misma con los avances y retrocesos que han caracterizado al proceso político mexicano. No porque ahora es una co­rriente de izquierda la protagonista la calidad democrática es mejor o peor que antes.

La discusión acerca de la izquierda o la dere­cha en México es compleja y prolija, pero nece­saria. Ahí es donde debe entrar la claridad aca­démica de la investigación de los intelectuales. No para descalificar o tomar partido. ¿A qué grupo o bloque buscan unirse? Un intelectual deja de serlo cuando se aleja de la objetividad y busca participar en bloques, o toma partido, eso obliga a alejarse de la verdad objetiva. Las ideas y los argumentos son el cuerpo del estudio, la in­vestigación y el rigor de sus fuentes son y deben ser los argumentos esenciales de las posturas de los intelectuales. El desplegado no muestra eso, es un diagnóstico parcial con desviaciones ha­cia la derecha, no es objetivo, ni oportuno. To­mar partido por un frente electoral anti AMLO es una postura impropia de cualquier estudio­so que se considere intelectual. Suena mal que los intelectuales descalifiquen al ejecutivo en los momentos en que son extraditados César Duar­te y Emilio Lozoya, falló el timing, son acadé­micos, no políticos. Saltan a la palestra política y se equivocan en el modo y la hora de hacerlo.

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Etiquetas: DuarteLozoyareforma
Gregorio Morales Avilés

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