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La tardía indignación de los priistas

EL CRISTALAZO

por Rafael Cardona
20 julio, 2020
en Editoriales
El “fusil” tecnológico en la IV-T

 

Pusieron el grito en las alturas: ¿cómo es po­sible?, clamaron al cielo.

Vanesa Rubio, una economista de mu­chas o regulares luces, lo mismo da, aban­dona el Senado para irse del país en la balsa de un rescate académico antes del posible naufragio frente a la marejada por venir en las investigaciones del caso

Lozoya-Oderbrecht-Videgaray-Peña y asociados.

Y para colmo, su suplente Nancy Sánchez (como si hubiera sido designada apenas ayer y nadie supie­ra de sus andanzas “bonillescas”), oscilante se enca­mina a los brazos de Morena, con lo cual fractura la de por sí débil arboladura del bajel de contención en la Cámara Alta.

Pero ante la desesperación del grupo priista (como son tan pocos pueden sesionar dentro de un micro­bús con sana distancia), y en una exhibición de refle­jos tardíos, como el guardameta en vuelo con el balón ya en las redes, Miguel Ángel Osorio quiere resolver el entuerto por sus consecuencias sin darse cuenta có­mo él mismo fue una de las causas.

El problema del PRI dentro y fuera del Senado, no se presentó con esta fuga de la senadora Vanes­sa. Se dio cuando en el extremo de la docilidad todos los priistas aceptaron ocho cambios en la presiden­cia el Comité Ejecutivo Nacional durante el gobier­no de Peña, y sumisos bajaron la cerviz en la designa­ción de un extraño como candidato a la presidencia de la Republica, a quien entre otras cosas le pagaron con puestos en el Senado, uno de ellos para la evasi­va señora Rubio.

Y si las cosas no fueran lo suficientemente grotes­cas para el partido, el coordinador Osorio negocia una lealtad cuya inexistencia quedó probada desde la cer­canía de Nancy con Jaime Bonilla, uno de los más im­presentables engendros de la IV-T.

Mal van las cosas para quien esconde la cabeza por temor a una bala perdida o bien orientada, es igual. Osorio no puede negociar la lealtad de una senadora adoptada por el binomio Videgaray-Meade, porque él mismo esta demasiado ocupado en defenderse de las acusaciones inmobiliarias con cuya develación More­na lo amenaza a trasmano. Y para más, la “Operación Pavarotti” de Lozoya amenaza con salpicar a todos.

Los pecados sólo se les perdonan a los amigos. Y él no es amigo de la Santa Inquisición. Necesitaría apellidarse Bartlett o Sandoval para salir sin man­cha del pantano.

Mientras tanto en la sede nacional del PRI sola­mente vuelan los murciélagos. El abandono del par­tido es notable. Nadie hace nada y su presidente, Ale­jandro Moreno, ha extraviado el discurso. Sus escasas palabras jamás causan efecto.

El edificio simbólico del quehacer político por tan­tos años es hoy un cascarón vacío sin nada más allá de sus recuerdos. Memoria de los viejos tiempos en un patio donde las palomas decoran con guano el busto de Plutarco y la estatua de Donaldo.

Nada.

Eso pasa por olvidar a sus militantes, y preferir a los diletantes; hacer una agencia de recompensas personales más allá de los méritos del trabajo polí­tico. Los advenedizos lo usaron a veces como escale­ra de ascenso y en otras, como ahora, como puerta de emergencia para escapar del incendio.

Sea cual sea el destino de la senadora Nancy debie­ron anticipar sus movimientos y someterla o quitarla desde el inicio. Si se dedicaran a lo suyo, si hicieran un trabajo en lugar de planear la escapatoria, el PRI ten­dría futuro, pero en las actuales condiciones sus po­sibilidades son tan escasas como los desplegados de los intelectuales o los claxonazos de quienes juegan a la política desde la máquina de escribir o el volante de su automóvil con pancartas.

En las actuales condiciones y en cuanto a la coor­dinadora de Jaime Bonilla, el panorama es triste. A la senadora propietaria no la pueden retener por la sen­cilla razón de su extranjería. Y a la suplente, le supli­can lealtad sin habérsela exigido como requisito. Un oso por donde se le quiera ver.

Cualquier militante de tiempo atrás se pregunta­ría si vale tan poco un escaño en Reforma como pa­ra botarlo como cubrebocas viejo en el nombre de LA academia, así sea la escuela de economía de Londres o cualquiera de esas instituciones extranjeras a donde los mafiosos (“amlopuzo”, dijo), mandan a sus hijos.

Quizá la condición del Senado nunca ha estado tan devaluada como ahora. O la facha o el deprecio.

Posiblemente ni cuando Irma Serrano llegó a Xi­coténcatl.

Pero así es la vida. En Italia, la “Cicciolina” y en Mé­xico, Jesusa, la Secuestradora… o Vanessa.

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Etiquetas: economistaSENADOVanesa Rubio
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