Habría que preguntarse si los estudios que se ocupan del hombre, de la sociedad, adquieren el rango de ciencia. Así sería la respuesta de Lucien Febvre, en sus “Combates por la historia”, un texto para mí entrañable: “La historia es la ciencia del hombre. No lo olvidemos nunca. Ciencia del perpetuo cambio de las sociedades humanas, de su perpetuo y necesario reajuste a nuevas condiciones de existencia material, política, moral, religiosa, intelectual”. Tal vez no haya una Historia, sino historias, siempre buscándose como una suma de curiosidades, hurgando verdades sobre el pasado, hermanándose con otras disciplinas que escudriñan el presente para comprendernos mejor: La sociología, la economía política. Compte si se quiere. Marx por supuesto. Comprender y actuar. En la búsqueda de algo que no puede ser otra cosa que el bienestar de la comunidad. Quien ha leído a Maquiavelo lo sabe, fundador de la ciencia política moderna, que en la brevedad de “El Príncipe” nos ha dicho todo o casi todo acerca de cómo hay que gobernar.
En este sentido, ¿es preciso ser un ‘científico’ para gobernar bien? A juicio del señor de Macuspana, no. Pues para él, “gobernar no tiene ciencia”. ¿Lo habrá dicho porque no gobierna? ¿Por qué para este politólogo remiso que tardó tres lustros para obtener una licenciatura con un promedio penosamente mediocre, todo ha sido dar de qué hablar cada mañana palaciega en infatigable denuesto de adversarios imaginados o reales, extraviado en la necrópolis de un pretérito mal diagnosticado?
No, no es necesario ser ‘científico’, como lo califica la zalamería de Ackerman. Basta un toque de megalomanía, de retórica simplista, un poco de destreza para embaucar con ‘frases hechas’ robadas a otros demagogos: “Yo ya no me pertenezco”, “amor con amor se paga”… Arenga de plazuela. ¿Dónde hemos escuchado esto? Con el de Macuspana, no aplica la ciencia, pero sí el arte de la destrucción. Pues que, a la vista de todos, transformar es destruir lo que está a su alcance: instituciones republicanas, conquistas históricas como el laicismo, respeto al otro, a quien disiente. Pues que transformar es abusar del poder, escapar “con otros datos” hacia un mundo fantástico, donde no hay niños con cáncer, pandemia devastadora, feminicidios, violencia criminal… Sufrimiento que quedará impune. Así lo ha sentenciado la mayoría en los comicios de Coahuila e Hidalgo. Solo migajas para MORENA.
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Mi reconocimiento y aprecio al personal de la salud que ofrenda sus vidas por todos nosotros.