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La captura de “El Marro”

ESTRICTAMENTE PERSONAL

por Raymundo Riva Palacio
3 agosto, 2020
en Editoriales
El reguilete de Lozoya
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Fuerzas Especiales del Ejército finalmen­te capturaron a José Antonio Yépez, apo­dado El Marro, el elusivo y violento jefe del Cártel de Santa Rosa de Lima, que comenzó como una banda criminal que robaba combustibles y se expandió a otros delitos. El anuncio de la detención lo hizo a primera hora Diego Sinhue Rodríguez, gobernador de Gua­najuato, en donde operaba y se dio la aprehen­sión, en un acto de oportunismo aplaudido por los gobernadores panistas. Rodríguez lleva me­ses obstruyendo las tareas de las fuerzas federa­les, y la medalla que se colgó parece más un in­tento de ocultamiento de su ineficiencia e in­capacidad, y de su extraño manejo en temas de delincuencia organizada.

La captura fue pese al gobernador e, incluso, en contra de él, ante la tolerancia o el encubri­miento de actos irregulares y opacos de su fiscal Carlos Zamarripa, que han beneficiado a miem­bros del crimen organizado, producido choques con diversos funcionarios del gobierno federal y un enfrentamiento absurdo y estéril con el secre­tario de la Defensa, general Luis Cresencio San­doval, quien no se ha subido al pleito.

El operativo de la captura en Apaseo el Alto, que está en un sándwich entre Celaya, el terru­ño guanajuatense de El Marro, y Querétaro, fue ejecutado en tierra por los comandos especia­les del Ejército, que tuvieron apoyo con la inte­ligencia y drones de la Marina, a la que al inicio de esta administración se le había encargado la responsabilidad de acabar con el Cártel de San­ta Rosa de Lima. Oficialmente, el gobierno fe­deral reconoció el apoyo del gobierno de Guana­juato –participaron fiscales estatales-, lo que se entiende como un gesto político, aunque no co­rresponda plenamente con la realidad.

Guanajuato es el estado más violento del país. Rodríguez inició la gubernatura en septiembre de 2018, y desde entonces la seguridad en el es­tado se ha deteriorado. En el periodo enero-ju­lio de 2019, de acuerdo con la consultoría TRe­search, el número de homicidios dolosos en Guanajuato sumaba mil 980, que lo tenían en el lugar número uno de violencia en el país. En el mismo periodo de este año, la cifra se disparó a dos mil 536, con lo cual se separó significati­vamente de otras entidades que enfrentan el fe­nómeno de la inseguridad.

La seguridad se le escapó de las manos al go­bernador, quien ha rechazado todas las opciones que le han planteado el gobierno federal como alternativas para luchar contra el crimen orga­nizado. Rodríguez ha defendido de una manera inexplicable al fiscal Zamarripa, y al secretario de Seguridad Pública, Alvar Cabeza de Vaca, quien para efectos prácticos del combate a criminales, no existe. La defensa del gobernador parece es­tar más en el ámbito político que en la búsque­da de mejorar la seguridad de los guanajuaten­ses, lo que ha llevado a una distorsión de la re­lación con la Federación en esa materia y a una notable falta de cooperación.

Si tan sólo fuera por resultados, los números de homicidios dolosos, serían suficientes para un relevo del gabinete de seguridad, pero lo que ha dicho el gobernador al gobierno federal cada vez que se lo han planteado, es que su equipo es­tá trabajando muy bien. Las estadísticas lo des­mienten, pero hay algo adicional, que tiene que ver directamente con el fiscal Zamarripa. El úl­timo ejemplo fue cuando el Ejército detuvo a la madre de El Marro en junio pasado, que fue li­berada una semana después por falta de elemen­tos para vincularla a proceso.

La molestia en el gobierno federal es que en el momento en que envió Zamarripa el expediente al juez, lo turnó por delitos por los cuales podrían alcanzar la libertad, y presentado de una forma que podían denunciar torturas en el operativo, como finalmente sucedió. Rodríguez y Zamarri­pa transfirieron de esa forma la responsabilidad de la liberación al Poder Judicial, y resaltaron las fallas del operativo del Ejército.

Casi un mes después de ello, el presidente An­drés Manuel López Obrador visitó Guanajuato y sostuvo un encuentro público con Rodríguez, registrado en los medios como un “limar aspe­rezas” y el compromiso para “dejar de echarse culpas”. El acto político no se corresponde con la realidad, porque el gobernador insiste en obs­truir el trabajo de las fuerzas federales.

Desde el gobierno federal le han llegado a plantear que si quiere, no cese a sus dos colabo­radores, en particular a Zamarripa, sino que los rote y refresque su gabinete de seguridad, pero se ha negado. Le han llegado a proponer que el gobierno federal transfiere a Zamarripa a otro cargo igual en otra entidad para protegerlo, si es lo que le preocupa al gobernador, quien ha prestado oído sordos a cualquier opción que le presenten.

La captura de El Marro le inyectó un poco de oxígeno y le abrió márgenes políticos, pero se­rán efímeros. La detención no fue producto de su trabajo coordinado con la Federación, sino del que llevan a cabo las fuerzas federales, y que de manera inercial generará reacciones violen­tas por parte de los subalternos del jefe del Cár­tel de Santa Rosa de Lima o peor, la toma de con­trol de la plaza por parte del Cártel Jalisco Nue­va Generación, con quien luchaba por el negocio derivado del robo de combustible.

El descabezamiento de la banda criminal guanajuatense no llevará a la paz ni al restable­cimiento de la seguridad, sino a un repunte en la violencia mientras se reacomodan las fuerzas criminales en el estado. Con las cabezas en se­guridad que tiene Rodríguez para enfrentarlo, el pronóstico es negativo para Guanajuato, mien­tras el gobernador mantenga su lógica de protec­ción y encubrimiento de sus funcionarios y siga en la negación del fracaso de sus estrategias de seguridad. Su mejor opción sería trabajar coor­dinadamente con el gobierno federal, pero el go­bernador está enredado en la terquedad, aunque Guanajuato esté en llamas.

rrivapalacio@ejecentral.com.mx

twitter: @rivapa

Etiquetas: El MarroFuerzas Especiales del EjércitoGUANAJUATOJosé Antonio Yépez

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