MITOS Y MENTADAS
Los mexicanos estamos en todo, desafortunadamente no siempre por las mejores razones. Recientemente leí un artículo en The Economist sobre lo famosos que son los maratones en México. A diferencia de Nueva York, Boston, Berlín o Barcelona, no se debe a lo atractiva que resulta la ciudad para los visitantes ni por su buena comida o la amabilidad de los capitalinos, sino porque se hace trampa. El artículo inicia con una broma, avisa que el metro de la ciudad se llena y no es porque cierren las calles para el maratón sino porque muchos maratonistas toman un “pequeño” atajo en algunos trayectos. Inclusive ya tienen un nombre, se les llama los “corredores chocolates”. El año pasado 5 mil de los 28 mil maratonistas que terminaron fueron descalificados. Cientos más fueron expulsados a mitad de carrera.
A lo largo de la carrera los maratonistas portan un chip para ir marcando su trayecto en los puntos de control electrónicos. Además de tomar atajos, también le pagan a lo que llaman una “mula de babero” que corra más rápido que ellos y los sustituya en ciertas partes del trayecto. Los organizadores deben revisar el recorrido de los maratonistas para analizar si un corredor no tiene fluctuaciones sospechosas en las velocidades de su carrera. Según Javier Carvallo, organizador del maratón, para muchos mexicanos pagar la tarifa de entrada de 650 pesos “les da derecho a correr la carrera como quieran.” Y esto de hacer trampas en los maratones no solo es en México, un excandidato presidencial mexicano en 2007 fue descalificado del maratón en Berlín por hacer trampa.
Pero los maratones no es lo único en donde se reafirma la deshonestidad mexicana. En un reciente estudio sobre “honestidad cívica” (Junio 2019) científicos sociales hicieron un experimento en 355 ciudades de 40 países para evaluar la honestidad de las personas; dejaron 17 mil billeteras “perdidas” y registraron cuántas de ellas eran devueltas, algunas con dinero y otras vacías. Lo sorprendente del estudio fue que en la mayoría de los países cuando había dinero en la billetera las personas eran más propensas a devolverla: esto fue el caso en todos los países salvo en México y Perú. México acaba al fondo de la tabla.
Forbes también publicó un artículo sobre un reciente estudio de US Foods que develó que muchos repartidores de aplicaciones de comida admitieron (un 28%) haber robado “un bocado o dos” de los pedidos.
Más ejemplos: está en boga el robo de scooters (monopatines en Español) en la Ciudad de México. Según cifras a Julio de este año de la Procuraduría General de Justicia, en ocho meses fueron robadas 5,480 unidades de las empresas de monopatines. Lo más inverosímil es que luego se pueden encontrar de venta en Facebook o en otras redes sociales. Una de estas empresas con presencia en más de 20 ciudades en la región anunció que el robo era una de las razones por las que decidía cerrar operaciones en México.
Todos estos ejemplos demuestran que cuando hablamos de corrupción o deshonestidad no hablamos únicamente de políticos y funcionarios públicos, sino de un mal endémico en nuestra sociedad con raíces más profundas y mucho más generalizadas de lo que nos permitimos aceptar y mucho menos discutir. En los medios de comunicación únicamente escuchamos hablar de corrupción e impunidad, de políticos y funcionarios, no escuchamos nada sobre la cultura de la deshonestidad que podría ser la verdadera raíz del problema y eso incumbe a todos.