MITOS Y MENTADAS
Propuesta concreta
Por décadas, los funcionarios públicos hemos sido el punching bag de la prensa, la academia, comentaristas y el hombre de la calle. Pareciera que nuestro país ha estado sistemáticamente en manos de una burocracia inepta. Muchos ven a los servidores públicos como inservibles públicos: no entienden nada, no saben cómo resolver problemas.
El rosario de quejas es largo: de la inseguridad a la desigualdad; de la deserción escolar a la falta de profesionalización de las policías y el bajo respeto a las leyes. Si bien todas son atendibles, esas críticas suelen carecer de un elemento: no vienen acompañadas de propuestas.
Permítanme entonces, a partir de mi experiencia tanto en México como en el extranjero, presentarles una que puede ser útil para encontrar caminos comunes.
La propuesta: 18 meses de servicio social obligatorio (con sistema militar) para inculcar valores, desarrollar disciplina y reducir brechas sociales; contribuiría a disminuir la discriminación y desarrollar empatía. A través de cursos especializados, ayudaría a crear caminos de oportunidad de trabajo para jóvenes. Sería una mezcla de Americorp y la Guardia Civil de los Estados Unidos.
Podría plantear que fuera un servicio militar obligatorio pero me temo que esto suscitaría sensibilidades. El servicio militar está cimentado en un aprendizaje férreo de disciplina (levantarse a las 5 de la mañana, limpiar y barrer, aprender a respetar, etc.) y desarrollo de competencias.
El servicio social obligatorio con sistema militar permitiría que, en un país dividido, recreemos empatía. Hoy los círculos sociales no se tocan, se excluyen. Los jóvenes de las Lomas de Chapultepec no tienen relación con jóvenes de Iztapalapa. Y ambos menos aún con jóvenes del campo. Es como si pertenecieran a planetas distintos en donde hablan el mismo lenguaje por casualidad o imposición escolar. El servicio obligatorio igualaría como sucede en otros países a que todos deberán coexistir en los procesos de formación; colaborarían para resolver retos comunes y harían las mismas actividades. Compartirían comedores y dormitorios, harían misiones solidarias viajando juntos en los mismos camiones. Servirían juntos la comida a otros. Jóvenes de clase baja, media o alta, ayudarían a los mismos ancianos y enfermos y atenderían las mismas emergencias a donde fueran enviados. Estarían cortados con la misma tijera y medidos con la misma regla. La experiencia conjunta los acercaría y modelaría. Para lograr que todos atiendan este entrenamiento, a los hijos de familias humildes se les daría una mensualidad que compensaría el hecho de no poder cooperar con el ingreso familiar.
Esto ayudaría también a reducir la discriminación. Rechazamos lo que desconocemos y asumimos lo distinto como peligroso y, como no convivimos, vemos en el que no es como nosotros a alguien que no pertenece. La encuesta nacional sobre discriminación dice: En México el 55% insulta a las personas en la calle por su color de piel.
Y hay más; un estudio reciente (2016) de Harvard explica cómo el entrenamiento básico del ejército de los EU convierte grupos diversos en equipos. Entre los hallazgos menciona que personas de diversos orígenes luchan por encontrar intereses comunes durante las primeras etapas de la formación de equipos y así alcanzar una verdadera integración. En Singapur, según estudios independientes han encontrado que el servicio militar es considerado la “piedra angular de su prosperidad”.
Estos serían algunos potenciales beneficios. ¿Ustedes qué opinan?