- La Diva del cine mexicano protestó por una fotografía
- Nos habló La Doña del país, los pintores y del amor
- Filmó su primera película con Jorge Negrete en Bernal
- Diego Rivera, su enamorado, la pintó de cuerpo entero
“Habla María”.
Y sí, era la inconfundible voz de la Doña, fallecida hoy hace 20 años, justo -misterios de la vida- en el día de su nacimiento. Era ella, sin ninguna duda, la protagonista de 47 películas, a partir de “El Peñón de las Ánimas” filmada en Bernal, Querétaro en 1942.
La máxima figura del cine mexicano quería hablar con el dueño de El Sol de México, Mario Vázquez Raña. Era muy temprano. Aún no llegaba a su oficina y la comunicaron con el jefe de información.
“Yo soy María -se quejó- no esa calaca que publican ustedes hoy en su periódico”.
En efecto, la fotografía principal de la sección de espectáculos a cargo de Mario Riaño era sumamente desfavorable y la tenía furiosa.
Señora, alcanzó a decirle este servidor, le ofrezco una disculpa y reparar el daño con la publicación de mejores imágenes suyas, en donde se ve tan bella como es.
-Estoy muy molesta.
Lo entiendo, pero Usted es un mito…
Sí, reviró, soy un mito, sí, pero un mito que come, siente y se enoja.
Insistimos en resarcirla con fotos de su archivo personal, escogidas por ella en una entrevista exclusiva para todos los diarios de la Organización Editorial Mexicana, más de 60 en ese 1984.
Yo no necesito entrevistas. Entreviste mejor a Antoine Tzapoff, propuso-ordenó.
¿A quién?
-A Antoine Tzapoff, un pintor francés al que estoy promoviendo. Ya es famoso en Europa. Entrevístelo y si me gusta, le doy la entrevista.
Tzapof fue el último esposo de María Félix. Hablamos con él en la casa de la Doña en Polanco.
Y le agradó a la señora que todavía exigió de ribete la cobertura periodística de la inauguración de una muestra pictórica en la Casa Morada de insurgentes, ya desaparecida.
Imposible negarse.
Cubrió la entonces mejor periodista de El Sol de México, Elena Gallegos, más tarde y hasta el año pasado coordinadora de información de La Jornada.
La estrella sonorense y ya universal llegó al restaurante acompañada de Jacobo Zabludovsky y Carlos Monsiváis.
¿A su edad, le preguntó un reportero, qué significa el sexo?
“La oportunidad, respondió, de contestar preguntas estúpidas”.
Por supuesto que el reportaje de Elena le encantó también y entonces sí, tal vez olvidaría lo de la foto de la calaca y hablaría con nosotros, pero…”¿Qué me va a preguntar? ¿De qué signo del zodiaco soy?” ¿Cuántos maridos he tenido?
-Eso lo sabemos todos, señora. ¿Cómo ve a su país?
-Torcido, con este presidente (De la Madrid). ¿Cómo quiere que lo vea? Nomás mire cómo está el Centro, es un zoco.
Por aquellos tiempos se comentaba una obra de teatro de Carlos Fuentes, “Orquídeas a La Luz de luna”, en donde la caricaturizaba junto con Dolores Del Río. “No, explicó, en vida de Dolores acordamos no hablar de eso. Es un tipo despreciable”.
Luego le llamaría “mujerujo”.
Llamó la atención del reportero un autorretrato de Diego Rivera en la sala de la casa de María, en Hegel 610, pero más todavía la ausencia del famoso cuadro que le pintó a ella, de cuerpo completo y vestida de blanco.
-Ya no lo tengo, respondió sin darle importancia. A uno de mis maridos (Alex Berger) no le gustaba.
(Ahora sabemos que se lo regaló a Juan Gabriel y luego se quedó con la obra César Duarte, ex gobernador de Chihuahua).
Pero conserva aquí un autorretrato de Rivera, le dijimos.
“Sí. Yo no fui fan de El Sapo. Él era mi fan. Estaba enamorado de mi”.
Y también es amiga de Rufino Tamayo y de su esposa Olga…
“Tampoco me gusta Rufino. Es más, déjeme decirle que Tamayo no pinta. La verdadera autora de sus cuadros es Olga. La imagino ordenándole que se hincara y firmara”.
Una carcajada cristalina rubricó el comentario. Era María Félix en persona. Eternamente bella y desafiante, como la Doña Bárbara de Rómulo Gellegos, personaje que encarnó en 1943 nunca más abandonaría.
Después de ese diálogo tuvimos otros por la vía telefónica. El último en diciembre de 1984 porque se iría una temporada a París, como cada año.
A su regreso, en la primavera de 1985, nos veríamos.
Ella, Doña Bárbara, La mujer sin alma, La devoradora, La mujer de todos, La diosa arrodillada, Maclovia, Doña Diabla, La Cucaracha, Juana Gallo, La Bandida, La Valentina, La Generala y la María a la que Pedro Infante confundió con la Virgen en Tizoc, murió en un día como hoy, el lunes 8 de abril de 2002.
Junto a su ataúd, en el homenaje de Bellas Artes, montaron guardia el presidente Vicente Fox y el jefe del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, los irreconciliables, como lo publicaron al día siguiente las primeras planas de todos los diarios nacionales, incluido El Sol de México, dirigido por este reportero que tuvo el privilegio de conocer y entrevistar a La Doña, el mayor mito del cine mexicano, pero un mito que comía, sentía y se enojaba, como aquella mañana en la que llamó al periódico para protestar por una foto porque ella no era esa calaca. Era la mujer de la que se enamoraron Jorge Negrete, Diego Rivera, Agustín Lara y muchos otros.
Era María Bonita.