ENCUENTRO CIUDADANO
El período conocido como salinismo, tuvo dos vertientes, la de Carlos, el hermano menor, cara política reformista y la de Raúl, el hermano incómodo, operador financiero embrollado con intereses oscuros tanto en negocios con recursos públicos, como privados. El empeño caciquil del salinato devino en sueños transexenales, que sobrevendrían en el intento de la reelección del propio Carlos Salinas, pero ese sueño fue frenado por el sustituto que el salinismo había impuesto y calculaba que sería dócil, el novato Ernesto Zedillo, quién tocó el resorte clave para apaciguar a Carlos, encarcelar a su hermano Raúl. Éste fue acusado de diversos delitos entre los que destacaban el tráfico de influencias, corrupción, evasión fiscal y la autoría intelectual del asesinato de su ex cuñado, el entonces diputado federal José Francisco Ruíz Massieu. En marzo de 1995, tras una reunión en Los Pinos, Carlos Salinas abandonó el país durante el sexenio de Zedillo. Diez años después, Raúl Salinas de Gortari quedó libre, y nueve años más tarde, el juez federal Carlos López Cruz lo absolvió del delito de enriquecimiento ilícito y autorizó devolver cinco cuentas bancarias al contador Juan Manuel Gómez Gutiérrez, prestanombres de Raúl Salinas de Gortari. Como cereza del pastel, después de un litigio de 16 años, Raúl Salinas recibió la noticia de que le serían devueltas el total de sus propiedades y cuentas bancarias por un valor de más de 224 millones de pesos, ya que el juez López Cruz exoneró a Raúl Salinas de todo delito. Todo lo mal habido por los hermanos Salinas de Gortari se les regresó, pero con la sospecha del enriquecimiento inexplicable, siendo exhibidos por su hermana Adriana en la grabación telefónica que señala las 41 propiedades adquiridas por Raúl en el sexenio de su hermano, e incluso afirma que Carlos se robó la “partida secreta” del gobierno. Más aún, en febrero de 2009, se dio a conocer una grabación donde el entonces secretario de Comunicaciones y Transportes, Luis Téllez, aseguraba que Carlos Salinas “se robó la mitad de la cuenta secreta” de su gobierno. Señalando en el audio, grabado en 2006, que el ex presidente Salinas y al también ex mandatario José López Portillo, destrozaron al país. Ese mismo año (2009), se difundió una conversación en el libro “Transición” del ex presidente Miguel de la Madrid, quien confirmó que Carlos Salinas se robó la mitad de la partida secreta, la cuál era un ramo en el presupuesto del Gobierno federal que el presidente utilizaba a manera de chequera personal. Y ésta en el último año del gobierno Salinas de Gortari, tuvo acceso directo a 1,350 millones de pesos. Por la misma ruta pasaron los gobiernos de Zedillo, Fox, Calderón y el pináculo de la corrupción, Enrique Peña Nieto. Así cada sexenio se ha mandado al caño a la transparencia, la rendición de cuentas, la responsabilidad resarcitoria y toda moral pública.
Por ello, la lucha contra la corrupción debe ser una política gubernamental apoyada masivamente por la población; de no ser así la vida pública y privada, continuará con el debilitamiento social que desmorona las instituciones y al país. Las burlas han sido muchas, que van desde el Fobaproa, pasando por Oceanografía-Banamex-Pemex, ejemplos del cáncer de la corrupción que impera en México, hasta la Casa Blanca de Peña Nieto y el escandaloso socavón Express de Cuernavaca. Ahora la corrupción, negligencia y faltas reiteradas a la normatividad que rige la contratación de servicios y obras públicas son la marca distintiva de la administración de Peñista. Tanto en la inauguración de alguna obra o la supervisión de su avance, donde él ha puesto pie en lo que va de 2017 afloran los vicios. El más reciente informe de la Auditoría Superior de la Federación (ASF) sobre el ejercicio fiscal 2015 refleja que las irregularidades van desde las faltas a la normatividad al elegir contratistas y proveedores de manera discrecional o sobrepagos reiterados por millones de pesos, hasta los daños patrimoniales multimillonarios. Temprano, a dos años de iniciada la gestión, los escándalos por conflicto de intereses y favoritismo a contratistas dieron la pauta de lo que viene ocurriendo en su administración. Primero fue la cancelación del Tren México-Querétaro; luego vino el caso del acueducto Monterrey VI. En ambos proyectos participaba, entre otros bendecidos del régimen, Juan Armando Hinojosa Cantú, constructor y financiero de la llamada Casa Blanca. Como vemos, los funcionarios de mediano y bajo nivel han adelantado los privilegios y las ganancias del llamado Año de Hidalgo. Aseguran que después del gobierno de José López Portillo surgió un nuevo año (para arrasar); el de Carranza… “porque el de Hidalgo, ya no alcanza”.