LA MIGRA, COYOTES Y POLLEROS
Una vez más, de las que faltan, el vecino del peinado exótico, amaga con cerrar la frontera para evitar la llegada de otras caravanas de inmigrantes. Curiosamente este fenómeno social, ya añejo, se constituye a nivel mundial. La migración México-Estados Unidos no puede entenderse cabalmente sin tener en cuenta la dimensión sociocultural.
Antecedentes de la migración.- Guillermo Alonso Meneses en su artículo titulado “De migras, coyotes y polleros. El argot de la migración clandestina en la región de Tijuana-San Diego”, comenta que la frontera México-Estados Unidos con 3,152 kilómetros de longitud fue trazada a mediados del siglo XIX (1848-1853) tras la guerra que enfrentó a ambas naciones; y desde ese entonces ha sido cruzada de forma irregular por generaciones de mexicanos y “migrantes” de otros países.
Esta corriente migratoria inició hace más de 100 años y se inició básicamente en los estados del centro-occidente de México, también conocida como región tradicional: Jalisco, Guanajuato, Michoacán y Zacatecas. Algunos de los hitos socio-históricos que en cierta manera encauzaron y modelaron a este flujo humano y sociocultural fueron la emigración de carácter político asociada a la Revolución Mexicana, la económica que fue a trabajar primero al ferrocarril y minas, y posteriormente en la retaguardia durante la I Guerra Mundial o las deportaciones hacia México tras el crack de 1929.
Los braceros.- Una década después, con la entrada de los Estados Unidos en la II Guerra Mundial, se suscribió el programa Bracero (1942-1964) en sus distintas modalidades que movilizó a (in)migrantes –por sus brazos–, los cuales suplieron hasta el final del conflicto a la población estadounidense movilizada que estaba en los frentes de guerra y las industrias a ella asociada. Durante aquellos años hubo dos corrientes de braceros: una con papeles y otra paralela sin papeles, lo que le dio mayor protagonismo a esos actores sociales que son los coyotes.
Regulación migratoria masiva.- Otros dos hitos importantes más cercanos en el tiempo lo fueron la ley de 1986, IRCA, por sus siglas en inglés, que estableció el proceso de regularización migratoria masiva de indocumentados o la implementación de operativos de control fronterizo agresivos a partir de 1994. Y es que esta frontera, desde la década de los años 70 del siglo pasado, es una de las más cruzadas por los flujos de migración clandestina y una de las que ha registrado mayor número de muertes de migrantes en los últimos veinte años: más de 7000 víctimas.
Espacio de interacción.- Alonso Meneses cita que a ambos lados de la línea divisoria se despliega una vasta e imprecisa región que algunos denominan binacional y que desde un punto de vista socio-cultural es un espacio de interacción que somete a transformaciones, entre otras cosas, a la lengua que hablan millones de personas; especialmente al español o castellano y al inglés. Pues existen otras lenguas en esta región como la de grupos étnicos nativos, tal es el caso de los Tohono Odam o Pápagos, que se encuentran asentados al suroeste de Arizona y noroeste de Sonora (otro pueblo “cortado” por una frontera internacional), que también han incorporado palabras del inglés y del español.
También se hallan en esta región casi una docena de pares de ciudades colindantes o vecinas entre las que sobresalen Brownsville/Matamoros cerca de la desembocadura del río Grande o Bravo, El Paso/Ciudad Juárez en el centro geográfico de la misma o San Diego/Tijuana a orillas del océano Pacífico, en el sur de California.
Intersección y “contaminación” mutua.- Este continuo ir y venir genera complejas interacciones y necesidades expresivas que se resuelven con préstamos, neologismos, calcos, resignificaciones, alteraciones o ampliaciones del campo semántico de algunos vocablos. Al interior de este espacio de encuentro, intersección y “contaminación” mutua se producen fenómenos de transculturación y de recreación lingüística de una riqueza y sutilezas tales que, en cierta forma, recuerdan la de otras regiones de la hispanosfera: como el lunfardo rioplatense o el espanglish (englisñol, apuntan otros por aquello de marcar la “ñ” identitaria) de ciertos estratos sociales que habitan ciudades como Los Ángeles, San Antonio de Texas, Nueva York o Miami, en los Estados Unidos.
Coyote de dos patas.- El coyote en el multiverso sociocultural mexicano –y del español de México– no es un neologismo extranjero, aun tratándose originalmente de una palabra náhuatl y ser catalogado como indigenismo regional; porque lo mexicano, especialmente en su plano lingüístico, se constituye por el mestizaje en pie de igualdad de lo indígena, náhuatl en este caso, y lo hispano. Una palabra náhuatl puede ser un neologismo extranjero desde la perspectiva del hablante español de la Península Ibérica o de Sudamérica, pero no desde la perspectiva del hablante del español de México.
Fenómeno social añejo.- Alonso Meneses en su trabajo señala que la pregunta de por qué se ha mantenido a lo largo de más de cien años la corriente migratoria hacia los Estados Unidos desde México no se responde únicamente con argumentos y datos economicistas o por diferencias salariales. Obviamente, la lógica que subyace a la migración indocumentada de mexicanos al Norte, que dataría del momento mismo en que se estableció la frontera con los EEUU, ha mantenido algunos impulsos que persisten, pero en otros ha conocido cambios profundos y significativos. El “Norte”, obviamente, es sinónimo de los Estados Unidos.
Migración clandestina.- Gustavo López en su artículo “Niños, socialización y migración a Estados Unidos” cita que entre los diferentes factores explicativos de la migración clandestina, resalta el que está sancionada “positivamente” por un ethos que comparten amplias regiones de México, y, con esta bendición, la migración ha sido interiorizada y asumida como un elemento fundamental de la cosmovisión de millones de mexicanos, desde hace más de un siglo. Las raíces socioculturales del migrante mexicano están en sus respectivos lugares de origen, donde la atmósfera cultural y el ethos que interiorizaron los fue perfilando como migrantes en potencia.
Norteñización.- Un ejemplo ilustrativo de este ethos y atmósfera cultural que reproduce al migrante, de cómo se encarna la cosmovisión en comportamientos y de la sutileza de las operaciones simbólicas que se dan al interior de los “mundos de vida” de las personas, podría ser la “norteñización” de la que habló Rafael Alarcón en su trabajo titulado “Norteñización: Self-Perpetuating Migration from a Mexican Town”
Migración clandestina normalizada.- Al respecto Alonso Meneses señala que si la migración clandestina está “normalizada” social y culturalmente en México, y unas veces se ajusta a la lógica de las redes sociales de parientes o conocidos, otras veces, en cambio, se produce con una irracionalidad muy parecida a las que movilizan a las masas durante una fiebre del oro. Porque para para ellos, “el norte” y la migración clandestina como alternativa de vida son una poderosa referencia histórica y familiar en su imaginario.
Illegal Aliens.- Pero del otro lado de la frontera, la sociedad estadounidense también tiene su visión del mundo y representaciones mentales compartidas, donde México y los “Illegal Aliens” tienen un puesto especial, difícil y nada grato. Esta visión y concepción social del fenómeno ha permeado la política del Estado y viceversa. Samuel Huntington en su libro titulado “¿Quiénes somos? Los desafíos a la sociedad estadounidense”, cita el teórico del Choque de las Civilizaciones, que ha producido el mejor epítome contemporáneo de la visión estadounidense prejuiciosa sobre México.
Sujetos perseguibles.- Desde un punto de vista legal, la estructura de acción más delicada para los migrantes está en suelo de los EEUU, sujeto a su legislación y a la percepción hegemónica entre la sociedad estadounidense que hace de ellos unos illegal aliens, illegal immigrants, illegal workers, undocumented aliens, unauthorized, wetbacks, etcétera. O como lo formuló Wayne Cornelius en su artículo “Interviewing Undocumented Immigrants: Methodological Reflections Based on Fieldwork in Mexico and the U.S.”: Sujetos perseguibles por alguna sección del Departamento del Homeland Security o dependencias como la Border Patrol por carecer de documentos legales.
Control fronterizo.- De hecho, el paisaje de la frontera entre México y los Estados Unidos ha conocido cambios radicales desde 1993, y especialmente con posterioridad al 11 de septiembre del 2001, dentro de la estrategia de control fronterizo implementada por el gobierno Federal. Ésta consistió básicamente en construir muros de concreto y bardas de láminas de acero, originalmente piezas de aeropuertos y caminos portátiles, especiales para terrenos arenosos, utilizadas durante la primera guerra del Golfo, o colocar estratégicamente torres de iluminación tipo estadios deportivos y una telaraña de dispositivos de detección electrónica para impedir los cruces de migrantes.
Espalda mojada.- La Border Patrol o Patrulla Fronteriza, la temida “migra” o la “patrulla”, velan por el cumplimiento de las leyes desde 1924. Durante décadas dependieron de una institución que era la pesadilla de los indocumentados, el ya desaparecido INS (Immigration and Naturalization Services o Servicio de Inmigración y Naturalización). En su larga historia realizaron decenas de millones de detenciones de migrantes, especialmente en 1954 con la operación Wetback o Espaldamojada. La Migra, una palabra que surge por aféresis y apócope de la palabra Inmigration que forma parte del acrónimo INS, cobró fama en aquellos años 50.
Alambristas y mojarras.- Los migrantes indocumentados fueron denominados históricamente como alambristas (saltaban el alambre de púas que delimitaba ambos países), braceros, espaldas mojadas (wetback) o mojados; en el argot de Tijuana y el sur de California también se les dice despectivamente “mojarras” (el nombre de un pescado muy popular en México pero que opera como despectivo de mojado) y “paisas” de paisanos, que tiene una acepción de burla para el recién llegado o aquellos que siendo inmigrantes se desenvuelven con torpeza tanto lingüística como socio-culturalmente. De estas denominaciones se originaron expresiones –ya históricas– que hablaban de “cruzar de alambre”, “cruzar de mojado”, “echársela de mojado”. Obviamente, ha habido cambios en la terminología y en la percepción del fenómeno, pero este léxico lo encontramos aún hoy en evocaciones y en la literatura de la época.
Coyote.- El uso actual de este término está extendido en la mayoría de los estados mexicanos para hacer referencia, por lo general, a un intermediario en el contexto de relaciones sociales asimétricas. El Diccionario de la RAE dice en su segunda acepción: “Persona que se encarga oficiosamente de hacer trámites, especialmente para los emigrantes que no tiene (sic) los papeles en regla, mediante una remuneración”.
Pollero.- M. Villalpando en su tesis de doctorado “The socioeconomic impact of illegal aliens on the County of San Diego, San Diego, California” señala que a partir de un impreciso momento histórico y para determinadas circunstancias, un sinónimo de coyote que fue y es el de “pollero”. Porque cuando se internaban clandestinamente por los senderos con rumbo a los Estados Unidos, los migrantes, ahora también llamados pollos, avanzaban y aún hoy avanzan en fila india detrás del guía.
Coyote-pollero.- Todo apunta a que pollero parece ser un concepto creado localmente, en Tijuana; que pertenece a esta parte de la región fronteriza y se ha expandido hacia la frontera de Sonora. Mientras que el término coyote asociado a la migración parece ser un concepto traído por los migrantes de la región tradicional o de otras partes del interior de la República. Mientras que el término coyote asociado a la migración parece ser un concepto traído por los migrantes de la región tradicional o de otras partes del interior de la República, tal como me conjeturó un pollero bajacaliforniano que trabajó en el área de Tijuana en la década de los 90. Sin embargo, hay sobrados casos documentados en conversaciones y entrevistas en que el coyote, el pollero y el guía-pasador eran la misma persona. Es decir, estos términos pueden operar como sinónimos. Aunque otras veces también designan funciones diferenciadas por especializadas.
Sin aduana.- el fenómeno migratorio produce una dura realidad cotidiana desde finales del siglo XIX, y que aún hoy suscita candentes debates. Acaso por aquello que cantaba Manu Chao en la canción “Welcome to Tijuana”: … “con el coyote no hay aduana”.