Por mucho tiempo ha corrido el rumor del cierre del Centro Nacional de Danza Contemporánea (Cenadac), pero su director, Orlando Scheker, mantiene la palabra empeñada a su fundadora, Guillermina Bravo: Pese a cualquier adversidad, la escuela seguiría.
La coreógrafa, fallecida hace justo cinco años, creó el Cenadac en Querétaro en abril de 1991, preocupada por la profesionalización de los bailarines y porque la danza fuera entendida como un movimiento nacional.
Y, a pesar de las dificultades financieras, el Centro sobrevive bajo esas primicias.
Para operar, depende del presupuesto asignado por la Secretaría de Cultura de Querétaro, de 900 mil pesos en 2018 que es insuficiente, y de su propios ingresos por colegiaturas.
Las dificultades se remontan a la gestión de Teresa Vicencio al frente del INBA, cuando en 2009 la dependencia les retiró el subsidio, como lo hizo con el Ballet Teatro del Espacio y Ballet Independiente, lo cual significó para el Cenadac una merma de un millón de pesos. El INBA ahora sólo se encarga de pagar el salario de cinco maestros.
Pero en el Centro no se quedaron con los brazos cruzados y buscaron otras maneras de financiarse: abrieron talleres vespertinos y opciones de entrenamiento para bailarines.
Su matrícula es de alrededor de 70 estudiantes a nivel bachillerato y licenciatura a través del Colegio Nacional de Danza Contemporánea. Además de 30 participantes en talleres; cifra variable en función de la demanda.
Ocho personas conforman la plantilla de personal administrativo y directivo, además de 25 docentes.
Ya se conformó y está activa la asociación civil Centro Cultural Guillermina Bravo con autorización de la Secretaría de Hacienda para recibir donativos, pero aún no han podido echar a andar una campaña de recaudación de fondos.
“Debería de estar aquí procurando fondos, pero no la tengo, no la puedo pagar, y así nos vamos. Es una cadena de problemas que se nos vienen encima por la situación”, cuenta Scheker.
Las secretarías de Cultura estatal y federal podrían crear un directorio que se hiciera llegar a los empresarios con instituciones como el Cenadac, susceptibles de donativos, considera.
Al Centro le avala la tradición emanada del Ballet Nacional de México y su nivel de enseñanza; se ostenta como la escuela de mejor calidad en México para la técnica Graham. Bravo creía que con esta técnica se podía “construir a un bailarín de arriba abajo sin estilo preconcebido” (REFORMA 19/3/1994).
La sede que el Cenadac ocupa en comodato, propiedad del Gobierno estatal, requiere de adecuaciones que la falta de presupuesto impide atender: cambio completo de duela en uno de los salones e instalar sistemas ahorradores de agua en sanitarios, sin contar con la instalación eléctrica, un problema añejo.
Conserva, acorde a sus posibilidades, el acervo de fotografía, video y programas de mano de Bravo, así como sus distinciones, vestuario y escenografías, como un telón del pintor Rufino Tamayo. Solo un 20 por ciento de ese acervo está catalogado.
“Se intentó hacer (la catalogación) con el Cenidi Danza (José Limón). De hecho, vinieron e hicieron una evaluación. La curaduría era complicadísima y carísima, y no se concretó. Todavía vivía la maestra”, recuerda Scheker.
Pero no tira la toalla y reclama apoyos para la danza: “Siempre es el ‘patito feo’ de las artes”.
PONEN SU NOMBRE A UN TEATRO EN CDMX
A mediados de año, el Teatro de Danza fue bautizado con el nombre de Guillermina Bravo.
“No podía ser de otra manera”, dijo en su momento Gladiola Orozco, satisfecha de ver cumplida su iniciativa para que, de ahora en adelante, el Teatro de la Danza lleve el nombre de Guillermina Bravo.
Para lograrlo, Orozco obtuvo el respaldo de la Secretaria de Cultura, María Cristina García Cepeda.
La placa alusiva fue develada por los hijos de la fundadora del Ballet Nacional de México (BNM), Claudia y Lucio Sánchez Bravo; la directora del INBA, Lidia Camacho, y el titular de la Coordinación Nacional de Danza, Cuauhtémoc Nájera.
En el acto protocolario, Lucio Sánchez Bravo propuso a las instituciones recuperar y difundir, a través de una plataforma digital, la obra de su madre, fallecida en noviembre de 2013.
“Me gusta que el teatro lleve el nombre de Guillermina Bravo, pero para quien vaya al teatro y se pregunte quién fue, la respuesta debería encontrarla en una plataforma digital elaborada por especialistas que muestre sus coreografías restauradas, Programas de mano, fotografías, material Hemerográfico, vídeos, entrevistas etcétera”, planteó.
Acciones que, dijo, sólo son posibles a través de las instituciones del Estado para salvaguardar este patrimonio. También pidió recopilar de las obras de todos los coreógrafos del BNM, fundado en 1948.
Lo mismo, añadió, debería hacerse con los acervos de las demás compañías de danza contemporánea del siglo 20 mexicano.
El problema en Querétaro es que la cultura y la educación -si observamos lo que sucede en la UAQ- han enfrentado una crísis por falta de recursos provenientes del estado.
POR: ERIKA P. BUCIO